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Propaganda estanilista para toda la familia en una película que combina hábilmente la animación en stop-motion con imagen real. Los liliputienses son muy graciosos (aunque alguno da un poco de miedo, qué queréis que os diga. El médico liliputiense se parece a Mortadelo), y es una risa verlos en plan S.XX con ametralladoras pesadas, automóbiles mientras que sus vetimentas son del XVII. Las maquetas también son bellísimas, y la manera de animar los miñecos es hábil, aunque en la época ya había gente como George Pal que superaba ampliamente lo visto aquí (y lo hacía en color).

Desgraciadamente, y como pasa con muchas películas de la Mosfilm, sus muchos méritos van acompañados de un caduco mensaje político, en este caso muy explícito, que más vale tomarse a guasa, porque tiene tela.

Véanse también el Münchausen de la UFA y el Grabancito de la Mancha español para más propaganda totalitaria de la época disfrazada de cine familiar, y eso que se dice que al menos ni Ptushko ni el director de Garbancito comulgaban con ideologías totalitarias, pero como decimos en mi tierra, ¨qui paga, mana¨ (el paganini manda) y hay que ganarse el pan de alguna manera.

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