Adaptación de la obra literaria escrita por Henry James ¨El altar de los muertos¨. El cartel de la película que aparece en la ficha es indignante, vendiendo algo que no es, porque no es ni de terror ni de suspense. Si que es una historia donde, en parte debido a una gran fotografía, se muestran unos ambientes y unas imágenes rozando lo gótico, todo lleno de muertos, fantasmas, cementerios, capillas, velas, sombras, oscuridad, etc... Se roza la truculencia pero no se llega, recordándome esta película a ¨Macabro¨ de Lamberto Bava, donde si que se hace honor al título. Aquí el mensaje que se transmite en todo momento es el mantener vivo, sin dejar que muera, el recuerdo a los muertos. Tal vez el protagonista, interpretado por el propio director y demostrando que también era un gran actor, lo lleve al máximo, incluso hasta el punto de producirle su propia muerte. Truffaut convierte al personaje en inolvidable: traumatizado por la guerra y la muerte de su esposa, le enseña a su hijo pequeño diapositivas de soldados muertos, es un experto en escribir obituarios, una persona culta pero demasiado encerrado en si mismo, le enferma el típico discurso del sacerdote en el funeral de la esposa del amigo, lleva los últimos 10 años volcado en no olvidar el recuerdo de su esposa fallecida, reconstruye una capilla en el cementerio para que todos sus muertos vivan en ella. Extraña, adulta, bella, otra forma de mostrar a los muertos sin producir miedo, simplemente mostrando la realidad de la mente humana, es decir, lo complejo que somos.

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