No Soy un Libro

Por Javier Bocadulce

Después de leer el extraordinario "El caldero de oro", hace ya alguna década que otra, me aficioné a las novelas de José María Merino al igual que presté atención a la narrativa de Luis Mateo Díez, autores ambos pertenecientes a una zona geográfica donde se fragua un gran talento imaginativo: el ámbito leonés, aunque Merino naciera en La Coruña. Finalmente, acabé identificando mis gustos literarios con el autor de "No soy un libro", libro del que toca ahora realizar una reseña lo más ajustada posible.

"No soy un libro" es una novela a la que, también, me acerqué hace algunos lustros, y cuya lectura reservó para mí un grato recuerdo a lo largo de todos estos años; tanto que he regresado a ella, aun a riesgo de hallarme ante el decepcionante cambio que la cronología suele imponer en la valoración de objetos que nos entusiasmaron en el pasado. No ha sido así, afortunadamente. En el caso que nos ocupa, el título del libro es una primera y gran sugerencia; de hecho, usurpa el lugar del "supuesto" auténtico título de la obra: "Los trenes del verano". Nos invita a dejarnos arrastrar por una historia inverosímil en la que los lectores nos convertimos en compañeros de los mismos personajes, una narración enmarcada en un libro que a la vez es protagonista como objeto físico dentro de la propia historia: lo que uno lee como lector es exactamente lo mismo que están leyendo los jóvenes viajeros de un tren por Europa; circunstancia ésta que se presenta como una mera excusa o trasunto de la evolución didáctica de la personalidad de los adolescentes hacia su madurez, vestida con el atractivo ropaje de una historia de tintes fantásticos, con los libros como clave y reclamo.

Hay un personaje junto a los tres chicos viajeros que centran la trama, que adquiere a lo largo de la obra mayor notoriedad. Me arriesgaría a plantear que sea el propio Merino, incluyéndose en la novela como una especie de cicerone adulto en el proceso de maduración de los protagonistas. De hecho lo presenta como un señor de edad madura, con barba, para luego rectificar incluyendo el dato de que ,en realidad, sólo es un recién licenciado al que la experiencia vital le ha fraguado en el rostro un aspecto de veterano. Y es que Merino es ese hombre de ojillos chispeantes, mirada franca y barbita blanquecina y bien arreglada que, sin ser Papá Noel, siempre tiene para el lector algún regalo fantástico... fantástico en el sentido más puro del término. "No soy un libro" no iba a ser una excepción, pues si bien los amantes del realismo podrán disfrutar de la alegoría oculta , un significado profundo, ese intenso deseo de explicar, tras capas fantasiosas, los obstáculos que la vida pone a una persona en su proceso de aprendizaje- y para ello, un viaje es el modo más utilizado habitualmente, y, en este caso, con una doble capa de dificultad, representado por el enfoque de ciencia ficción -, por otro lado, el amante del género fantástico disfrutará con una fresca historia de colisiones de mundos paralelos, extraterrestres y confusas sensaciones que llevan a interpretaciones erróneas sobre realidades virtuales.

En breves palabras, "No soy un libro" relata el viaje más o menos frustrado de tres chicos españoles por Europa, usando como medio de locomoción el tren - símbolo más que reconocible en el mundo de las metáforas para referirse al tránsito por la vida -. Tras encontrarse azarosamente con una luz extraña en el cielo con capacidad para cambiarlo todo, los jóvenes se habrán de enfrentar no sólo a la nueva experiencia de verse desprotegidos en países desconocidos para ellos, sino que al ser la realidad engullida de repente por sucesos inexplicables, sus valías y temores respectivos se pondrán en solfa, como una auténtica prueba vital: los países que visitan ni tienen exactamente los mismos nombres, ni sus idiomas respectivos guardan gran relación con lo que ellos podrían reconocer; y lo mismo sucede en lo que se refiere a los usos diarios de relación social: dinero, monumentos, personas...todo aparece tergiversado. Comprenden, forzosamente, que han penetrado en un mundo paralelo.

De manera que el viaje se convierte en una huida hacia adelante. Para Marta, la chica del grupo, que es una adolescente, herida por el desengaño del amor, y que afrontaba el viaje como un bálsamo contra su estado depresivo; y, más aún, teniendo en cuenta que sus padres representan una actitud machista y represiva; para Juan Luis, metódico, reflexivo y racional, que parece muy preparado, pero es irresoluto cuando se le precisa para la acción. Sus padres son los clásicos señores con dinero, estirados, que no aceptan la amistad de su hijo con Piri, un chico rebelde sin futuro.; y para Piri, el otro viajero: un chico ignorante, pero al que su inconsciencia convierte en un valor innegable para afrontar con sus actos temerarios la peligrosidad del futuro incierto que les acecha. A él lo empuja al viaje la huida de las garras maternas, representadas por una señora amargada desde su divorcio.

En el medio de todo este desconcierto, el personaje más surreal: el libro...que no es un libro exactamente, como reza el título de la novela de José María Merino. Este lo convierte en protagonista de la acción, reivindicando el papel de la lectura en la formación del individuo, concediendo a este querido objeto, carácter y personalidad de ser vivo. En realidad, el libro se convierte, en la narración, en el receptáculo usado por un extraterrestre para sobrevivir tras la colisión inesperada de mundos diferentes. Si queremos buscar un sentido alegórico a su intervención, la propia dialéctica del alienígena, expresada en la intromisión continuada dentro de la hilación del relato que tienen los protagonistas entre las manos, haciendo que tanto los jóvenes como nosotros intervengamos en la historia, reclamados por el propio libro para que acudamos en su auxilio... podríamos interpretarla como la sugerencia oculta por Merino de que los libros son nuestra salvación, el cauce a través del cual podemos adquirir conocimiento, experiencia y sabiduría. El libro sería ese ayudante en nuestra formación al que muchas veces tememos, sin motivo aparente ni justificado.

Definitivamente, Merino es un grandísimo creador, capacitado magistralmente para el oficio literario, envuelto siempre en un halo imaginario con mayúsculas, encerrado en su apariencia de hombre serio con barba.


Comentarios (3)



     

-anonimo-
#1

¿porque tiene dos titulos?


     

riolu
#2

ese libro estuvo genial :D


      145

#3

YO LEYENDO ESTO PARA UN TRABAJO DE ESPAÑOL.


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