Explicación del final de Si Pudiera, Te Daria una Patada
Explicación del final de Si Pudiera, Te Daria una Patada
Por JJ
| Publicado el 19/11/2025
“Si Pudiera, Te Daria una Patada” (If I Had Legs I'd Kick You, 2025) sigue el derrumbe emocional de Linda, una terapeuta que intenta sostener su vida mientras la maternidad la sobrepasa por completo. Su hija atraviesa un trastorno alimentario aún sin diagnosticar, depende de una sonda y vive entre hospitales y hoteles por culpa de una avería que vuelve inhabitable su casa. Su marido está siempre ausente, su entorno no escucha y Linda intenta apagar incendios ajenos mientras el suyo arde sin control.
La película convierte la maternidad en un espejo incómodo: la culpa, la soledad, la angustia y ese límite al que se llega cuando nadie te sostiene, ni siquiera a ti misma.
¿Qué ocurre realmente con Caroline?
Caroline, una de las pacientes de Linda, vive atrapada entre el miedo a fallar a su hijo y la sensación de que nadie entiende su angustia. Todo explota cuando, en mitad de una sesión, se marcha al baño y nunca vuelve. Deja al bebé en el despacho, desaparece y obliga a Linda a contactar con su marido, que reacciona con indiferencia y desprecio, revelando de golpe por qué Caroline estaba tan rota.
Esa misma noche, Caroline reaparece en el hotel donde vive Linda con su hija; la había estado siguiendo. Busca comprensión, quizá una salida. Pero Linda, agotada y saturada, responde con los mecanismos profesionales, no con empatía. Caroline estalla, la abofetea y huye hacia la playa. Linda la sigue, pero no consigue alcanzarla. El destino de Caroline queda en el aire: la película sugiere que podría haberse quitado la vida, impulsada por el terror a dañar a su hijo… o que, simplemente, se ahogó en su propia desesperación.
Su historia queda como una advertencia del abismo al que lleva la maternidad cuando se enfrenta sola.
¿Qué simboliza el agujero del techo?
El agujero en el techo es el reflejo físico de la vida de Linda: algo que se rompe, que se agranda, que amenaza con venirse abajo sin que nadie ayude a repararlo. También es un punto de fuga hacia sus recuerdos más dolorosos: la operación de su hija, la inserción de la sonda, los gritos, las órdenes, la sensación de ser insuficiente. Igual que el techo, Linda intenta parchearse mientras el miedo, la culpa y la presión médica la tragan por dentro.
El agujero se convierte en una obsesión porque repararlo parece sinónimo de recuperar el control. Pero el mundo alrededor no coopera: su terapeuta no la comprende, la doctora la juzga y su marido la minimiza. La película subraya cómo la figura de la “madre perfecta” no solo no ayuda, sino que asfixia.
¿Por qué Linda arranca la sonda?
De vuelta del caos provocado por Caroline, Linda comete su acto más impulsivo y desesperado: decide arrancar la sonda de su hija mientras duerme. Cree que nadie hará lo necesario si existe un “plan B”, un soporte artificial que mantiene a la niña estancada. Piensa que, si elimina la sonda, obligará a su hija a sanar y, en consecuencia, su vida también podría empezar a recomponerse.
Es una decisión peligrosa, cargada de angustia y necesidad, no de crueldad. El gesto simboliza cortar el cable que mantiene todo en pausa. Para Linda, quitar la sonda es casi un equivalente a cortar un cordón umbilical que nunca terminó de cerrarse.
Justo entonces descubre que su marido, Charles, ha regresado y ha reparado el agujero del techo sin avisar. El símbolo es claro: él arregla lo material mientras ignora lo emocional. Y Linda, aterrada por la idea de que él descubra que dejó sola a su hija, intenta contener un derrumbe inevitable.
¿Cómo se interpreta la escena final?
Cuando Charles descubre lo ocurrido, Linda huye hacia el mar, empujada por la culpa y la sensación de haber fallado en todo. Intenta desaparecer bajo las olas, repitiendo el patrón de Caroline: antes dañarse a sí misma que dañar a los demás. Pero Linda despierta en la orilla con la voz de su hija llamándola.
La niña no la acusa, no la reprocha: simplemente quiere que su madre vuelva a levantarse. Es la primera vez que vemos su rostro, y la película hace esto a propósito: convierte a la niña en una persona real y no en el monstruo simbólico del estrés materno.
Linda promete “hacerlo mejor”. No como mantra vacío, sino como reconocimiento de que la maternidad es imperfecta, humana y vulnerable. La película termina con un gesto de reconciliación entre madre e hija, una mano tendida que no soluciona mágicamente todo, pero que abre una puerta: escuchar, acompañar, entender. Sin héroes. Sin perfección. Solo dos personas intentando sobrevivir juntas.
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