La comedia negra "Los Roses" (The Roses, 2025), dirigida por Benny Safdie, reinventa la historia del matrimonio en guerra que ya conocíamos por la novela de Warren Adler y la célebre película de 1989. Con Zendaya y Josh O’Connor en los papeles de Ivy y Theo, la cinta explora cómo una pasión arrebatadora puede convertirse en una batalla de egos tan hilarante como dolorosa.

Lo que empieza con un flechazo en California pronto se transforma en un duelo por conservar el control de la familia, la casa y, en última instancia, el orgullo. Entre carcajadas incómodas y golpes de realidad, la película retrata una relación marcada por el resentimiento, pero también por la imposibilidad de vivir separados.

De los sueños al resentimiento

Ivy y Theo construyen una vida aparentemente perfecta: hijos, casa de ensueño y ambiciones que parecen ir de la mano. Sin embargo, la envidia y la frustración comienzan a abrir grietas irreparables.

Mientras Ivy fomenta la alegría y la libertad en sus hijos, Theo, tras fracasar públicamente, intenta moldearlos con disciplina férrea. Esa diferencia de visiones erosiona la pareja y convierte cada gesto cotidiano en una herida. Cuando Theo pide el divorcio, Ivy decide luchar por la casa, símbolo de todo lo que han construido y destruido.

La escalada del caos doméstico

Lo que podría haber sido una separación civilizada se convierte en un huracán de insultos, manipulaciones y trampas. Theo llega a utilizar las alergias de Ivy como arma, mientras ella responde con violencia. La casa, que antes era su refugio, se transforma en campo de batalla.

Los guiños tecnológicos —como el asistente virtual Hal, un eco directo de *2001: A Space Odyssey*— subrayan el abismo comunicativo entre ellos: necesitan una máquina para expresar lo que nunca se dicen cara a cara. Como si fueran gladiadores modernos, cada enfrentamiento los acerca más a la ruina.

Final explicado de "The Roses": reconciliación en las cenizas

El clímax estalla cuando Ivy dispara al famoso candelabro, un guiño directo a la versión de 1989. Sin embargo, en lugar de terminar en tragedia inmediata, este desenlace abre un resquicio de esperanza. Frente a la puerta del baño, Ivy pregunta a Theo si realmente la siguió amando. Y en esa confesión mutua se revela lo que el espectador sospechaba: bajo todo el odio late todavía un amor obstinado.

Ambos deciden darse otra oportunidad, pero la ironía del destino se impone. La rotura de la icónica estufa Julia Child y la orden de Theo a Hal para encender el fuego provocan una reacción en cadena con el gas acumulado. La reconciliación llega justo cuando la casa, con toda su historia, se convierte en una bomba de tiempo. La comedia negra alcanza aquí su máxima expresión: los amantes que no pueden vivir el uno sin el otro, literalmente, se van juntos en las llamas.

El eco generacional

La película concluye con la sensación amarga de que los hijos heredarán tanto el negocio familiar como el recuerdo de una guerra doméstica malinterpretada. Para ellos, sus padres fueron enemigos; para el espectador, fueron dos personas que nunca dejaron de quererse, aunque confundieron el amor con la lucha.

En este sentido, la cinta recuerda a títulos como "Historia de un matrimonio", donde la separación es más una radiografía de las fragilidades humanas que un simple proceso legal. Pero aquí el humor negro lo impregna todo, como si Ionesco hubiera escrito una tragicomedia con pólvora y gas.

Reflexión final: amar hasta la destrucción

"The Roses" plantea una verdad incómoda: muchas veces confundimos el amor con la posesión y la convivencia con la batalla. La película concluye con una reconciliación incendiaria, más optimista que la versión original, pero igualmente devastadora.

La risa amarga que deja su final nos recuerda que, en una época saturada de tecnología y mensajes instantáneos, lo que falta sigue siendo lo más simple: hablar con el otro. Quizá ahí reside la moraleja de esta historia: sin comunicación, hasta la casa más hermosa puede convertirse en cenizas.