Esta noche arderá el cielo

Por Javier Bocadulce

Bueso, fiel a su talante narrativo apocalíptico, centra el protagonismo de su novela, casi ausente de diálogos, en el monólogo ambiental de la presencia nocturna, casi alevosa, de las estrellas sobre una extensión de terreno inhóspita, comparable a las dimensiones de España, pero con sólo 1000 habitantes, atravesada por una carretera infernal: 666 kilómetros directos a la nada, sobre la Trans-Taiga, en Canadá, para chocar con un muro de imposibilidades; las estrellas...unos faros que, en su mayoría, nos envían destellos de astros ya muertos; así como la Humanidad, bajo los ojos telescópicos de Bueso, no es más que una estrella fenecida, cuyo estéril brillo alguien parece observar desde la inmensidad celeste.

Bueso es un autor difícil de leer, más por la complejidad anímica de sus textos que por los textos en sí. La estética de su narrativa se aclimata a la perfección a las inquietudes innatas del autor. Parece que Emilio no tiene muy buen concepto de la vida; bueno, de aquello en que el ser humano ha convertido a la vida. Tal vez sea éste el motivo de que la Naturaleza - o aquello en que el hombre la convirtió - haya decidido rebelarse - ¿o no? -. Si lo vemos con ojos "antiguos", Mac, el protagonista de la novela, es un rockero, un espécimen a extinguir, un claro representante de la inmutabilidad de una idea férrea, ajena a las modas, honesta, el unico asidero moral al que amarrarse. El ser humano sucumbe a su propia volubilidad, y un rockero inestable, con problemas de ataques de pánico resueltos de pronto ante el enfrentamiento con situaciones límite, se antoja su única tabla de salvación.

Nada es lo que parece en la narración. Hay una atmósfera de imposturas, desde la brillantez de un cielo que esconde una amenaza velada tras su belleza; unos indios de la actualidad, a los que suponemos "fumetas", y como anclados aparentemente en una época de rituales crípticos, que no son más que una verdad de cartón piedra. El asedio protagonizado por la Madre Naturaleza, desde una falsa jungla en el desierto, representado por falsos pobladores animales que, en realidad, son una aberración genética, creada por miserables manos humanas con pérfidas intenciones en laboratorios clandestinos; una damisela en apuros sin tantos apuros y con pocas verdades; la peculiaridad de un dúo simpático formado por un padre y su hijo preadolescente, amantes hasta la extenuación de los misterios de la astronomía, motivo que les lleva a sintonizar con el espectáculo visual que una terrible noche albergará en uno de los lugares más desolados e inhóspitos de la Tierra. Y, cómo no, pero esta vez para desentonar con el resto, los siempre previsibles militares...pero éstos, como siempre, nunca van a lo que parece.

Bueso combina bien el realismo- las drogas, la desilusión, el desespero, la soledad - con lo ilusorio - auroras boreales malvadas, seres terribles y fantasmales ocultos en la Taiga, ritos ancestrales... - porque a Emilio se le da estupendamente bailar entre el fatalismo y la esperanza, sin romper el hilo.

El autor intimida con el uso de un ritmo falso. Crees, en un principio, a causa de la frecuencia de una adjetivación que trata de marcar el silencio, la pausa, el frío y el desamparo, que la novela va a carecer de fluidez; pero, del mismo modo que consigue hacer convivir la morosidad de un ambiente desértico y letal con las aspiraciones vitales de la ilusión...la soledad absoluta de un infierno en la Tierra con la inesperada presencia de multitud de personajes...de igual manera, convierte un ritmo cansino en un misil imposible de detener. Y para ello cuenta con Mac, tal vez su alter ego, un antihéroe, un trasnochado ejemplar que pertenece a otra época, el rudimento del rock, en ese estado de perfección humana incomprendida por el resto de los mortales. Si alguien puede reivindicar la pureza del Hombre, ha de ser un rockero; aunque Mac parezca un rockero con los dientes de leche y enfermo a la vez de agorafobia y claustrofobia; y Perla, la chica motera, casada y aburrida, con la que escapa a través de una solitaria e interminable carretera con final abrupto en una presa, parece la última oportunidad de Mac de poner en marcha el motor de explosión de su vida; la montura perfecta, ella, para explorar sin temor en su compañía el atroz pánico a la inmensidad, enfrentándola con el pellejo caliente, de frente y a toda velocidad.

A Bueso hay que leerle con prisa - es una opción, claro -; porque, de lo contrario, quedas irremisiblemente atrapado entre punto y punto. Cada punto y seguido es una invitación a la reflexión sobre cada frase lapidaria soltada, con el peso de un bloque de hielo del tamaño de un camión de gran tonelaje. Porque ves, como lector, sufrir al escritor cuando intenta comprender los entresijos de un mundo incomprensible, haciendo gala de sus mejores armas para desentrañar lo que no tiene entrañas. Porque a Bueso le duele el mundo, y es capaz de hacernos partícipes de ese dolor.

Ese tono lírico de "poeta de la rabia" que atesora Bueso, le permite enmarcar el sinsentido que viene a ser la existencia de Mac como el mejor barrunto sobre la novela: tal como anuncian la portada y el título del libro, nos anticipan a un personaje de aspecto rockero, armado con una escopeta; su mirada, concentrada. Y perseguido por un manto de estrellas que son como un campo de minas a punto de estallar. El hombre, la infinidad con la pureza de las distancias insalvables, la inmensidad del espacio, y el pesimismo. La prosa de Bueso está hecha de un profundo desdén por la sutileza. Sus frases se disparan a quemarropa, sin pausa, como latigazos. Leerle es una experiencia similar al encontronazo con tu primera borrachera: hay que acomodar bien la mente, y esperar lo mejor sin tiento alguno. La vida, tal como él la transmite, es un toro mecánico. Debes aferrarte a él y tratar de no ser expulsado demasiado pronto.

Estamos, pues, ante una novela necesaria, desgarrada y fuera de lo habitual, pero con el tono emancipado ya previsto en Bueso. Desde hoy, me declaro "buesista".


Comentarios (1)



     

Egros
#1

Con el nombre me llamo la atencion, con la portada me capturo, pero con ese analisis estoy decidido a leer este libro, y comenzar a leer mas de Bueso


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