El Puente del Diablo

Por Javier Bocadulce

Tan sugerente título catapulta de inmediato nuestro interés, que se ve reafirmado conforme avanzan las páginas. Un personaje femenino, etéreo, aparece acompañando de manera subrepticia a una extraña niebla nocturna, en un paraje campesino, solitario, de forma que nadie es testigo - en principio - de su aparición. Hay que decir que nos encontramos ante una novela de vampiros, pero un tanto especial. Para empezar, el término "vampiro" no aparece en el texto en ninguna ocasión. Es, más bien, una sensación creada a través del mimo talentoso con que Guallar exprime las posibilidades del texto. La entidad vampírica no se manifiesta capturando sencillamente sus presas vía colmillo, sino que se hace con el control de una manada de animales, entre ellos las siempre inquietantes ratas, esos enigmáticos y repulsivos animalejos, tan propios de la literatura de Lovecraft.

Su trato del lenguaje es exquisito, y nos recuerda mucho a estilos como el de Cornelia Funke o a la magnífica novela "Los perros de la Mórrigan ", de Pat O´Shea. Incluso la protagonista, la vieja aparentemente decrépita, guarda similitudes con la Bruja del Norte, personaje central de la célebre obra de O´shea.

Tenemos varios ingredientes tópicos, típicos del género de terror: la casa retirada en el campo - aunque en una pequeñísima urbanización de viviendas gemelas -, cercana a un pequeño pueblo, y rodeada de una naturaleza más o menos salvaje; la parejita feliz,- Diana e Iván- que marchó de la gran ciudad para habitar esa vivienda y, curiosamente, ella, Diana, es una escritora de terror...¿nos recuerda algo?

Les acompaña un perro bonachón, del que intuimos caerá en las redes de la maléfica influencia - sólo presentida, de momento - del personaje femenino aparecido en la niebla; pues todos los animales parecen obedecerla...¿Un guiño a Cujo? Creo que sí. Es más, conforme avanza la lectura, el perro, Judas- tenebroso nombre de reminiscencias bíblicas - se ve convertido en uno de los principales protagonistas. El no deseaba más que ser un perrito bueno, pero algo se lo impediría. Su destino. Como un Judas cualquiera. Sin culpa. Algo más fuerte que su voluntad. La presencia de la gatita de Diana es meramente anecdótica, para recargar más la personalidad destacada del perro.

Guallar ha elaborado, con una maestría impropia de un autor novel, una historia que cava en la tradición oral, la de las leyendas que pudieron asustar a nuestros tatarabuelos; en ese sentido, nos sorprende la extraña mezcla del concepto siniestro del vampiro con la terrible bruja de los cuentos infantiles, identificada por el inconsciente colectivo con un aberrante monstruo que se come a los niños. Que ni los mastica ni nada. Los engulle. Eso sí...tiene sus limitaciones: teme al agua y, sobre todo, no puede acercarse a los puentes. Como el temido y cercano al pueblo, El Puente del Diablo que, salvo servir para dar título a la novela, poco más aparece y alcanza un protagonismo algo menor.

Lo más interesante de la novela es la magnífica ambientación que logra Guallar, amparado en la inestabilidad de un fenómeno atmosférico tan intrigante como es la niebla. Hmmm, tal vez también un homenaje a Stephen King.. De hecho, en la creciente tensión de la novela, la importancia de la niebla es crucial; es lo más sintomático, es el augurio de todos los momentos de tensión .Tan irreal como el propio personaje de la vampira, tan etérea como el papel que interpretan los habitantes del pueblo, más coral que otra cosa. De hecho, son tan sólo perfiles desdibujados de forma intencionada, como guiñapos manejados al antojo de la perversidad de la anciana.

Se trata de una obra plagada de homenajes. Para ello, se aleja del concepto habitual de las novelas de vampiros. La vieja que trae una especie de maldición al pequeño pueblo, se presenta casi sin características propias del chupasangre. Es, más bien, como la bruja de Blancanieves. Y no abre la boca para expresarse. Se dirige directamente a la persona a la que trata de convencer, utilizando el poder de su mente. Aparece achaparrada, mendigando favores, clamando por que la dejen entrar en el hogar - en esto sí continúa la tradición vampírica -, mostrándose falsamente debilitada, creando el efecto de la lástima. Algo que será la perdición para los habitantes del pueblo.

Conforme avanza la novela, la tensión y la acción repercuten en nuestro ánimo. No era algo tan ingenuo como parecía. Es cierto que no hay cabida apenas para lo gore, sí para lo repulsivo con la aparición de millones de insectos obedientes a la voluntad del engendro vampírico. Nadie se encuentra a salvo de la anciana una vez le abren la puerta. Su poder sobre los animales sí es total. De hecho, el autor insiste en la mirada plenamente animal de la anciana. Ellos no están a salvo bajo su voluntad. En realidad, es un vampiro de la mente.

La historia en sí nos revela un nuevo enfrentamiento entre el bien y el mal. Es una trampa de falsa ingenuidad. Por momentos, creemos estar ante un cuento macabro de hadas. Pone de manifiesto el lado oscuro de cualquier persona aparentemente buena. Los habitantes del pueblo, una vez abiertas las puertas de sus casas al engendro, se someten por miedo. No llegan a ser, en muchos casos, atacados por los colmillos sangrantes de la anciana. Les mueve una reacción ante su amenaza. Se volverán contra sus propios vecinos, conscientes de las consecuencias de sus actos, pero incapacitados para cualquier otra acción. Porque, si bien es cierto que la anciana se ve acompañada por una "milicia" de animales doblegados por su férrea hipnosis, éstos no son más que instrumentos inanes en sus manos, como deja claro el autor en la semblanza del bonachón Judas. Por más fiero que se vuelva, no es él. En cambio, los habitantes del pueblo son conscientes en todo momento del daño que causan a Iván y a Diana.

La aparente sencillez del contenido de la narración no ha de confundirse con simplicidad. Con un aura tenue de cuento para mayores, Guallar va conquistándonos para la causa; nos envuelve como la misma niebla maléfica de la novela, con un sentido del horror más afín a los clásicos del terror no sangriento. La repulsión está escanciada con cuentagotas, es más un efecto de la podredumbre social ahí representada que un medio con afán terrorífico.

Realmente, es gratificante encontrarse con bastante frecuencia autores noveles con un talento innegable, que los puede catapultar hacia el éxito a poco que insistan. En este caso concreto, Guallar ha sido una magnífica adquisición para la editorial Tyrannosaurus, uno de esos pequeños grupos que están apostando por la calidad antes que la cantidad, y por dar una oportunidad a quienes se lo merecen.


Comentarios (1)



     

FoxFonsa
#1

Pues parece interesante. Si lo veo lo compro. Buen análisis.


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