Intermundo

Por Javier Bocadulce

Existe una tendencia al encasillamiento que impide disfrutar en todo su esplendor de los frutos más granados. ¿Qué se entiende por literatura juvenil? ¿Por qué una nomenclatura connota un desprecio que prejuzga de antemano? No es inhabitual escuchar " bueno, es una novela destinada a un público juvenil, y por tanto no se ha de entrar en consideraciones sobre un peculiar talento, bla bla bla..."

Neil Gaiman, hombre afianzado como escritor de historietas de cierta relevancia, ideó Intermundo, una novela sobre la que pesa ese inconsistente estigma: es una obra para un público juvenil. Y lo hizo a "dos manos" - no me gusta esa expresión de "a cuatro manos": a menos que ambos escritores sean, a la vez, ambidextros y se pongan como locos a escribir con las dos extremidades... - junto a Michael Reaves, un clásico en la producción de Star Wars, en lo que se refiere a algunos episodios. Cuando comienzas a leerla, percibes de inmediato que su ritmo ligero y su narrativa ágil y certera puede esconder una profundidad de conceptos inesperada. De hecho, conforme avanzan los episodios, el lector siente cómo el texto se enmaraña en continuadas referencias técnicas al mundo de la especulación científica, en lo que atañe a mundos paralelos, viajes interdimensionales...vaya, otros mundos casi gemelos al nuestro.

Joey Harcker es el típico joven adolescente con multitud de complejos que le hacen sentir una continua irrelevancia dentro del mundo que le rodea. No es un personaje lo que se dice popular en su entorno. Además, es un auténtico inadaptado para el enfoque práctico: es capaz de perderse en una baldosa, un detalle que a un servidor le ha hecho encariñarse con el personaje, pues me siento más que identificado con él...

Pero todo va a cambiar de repente. El centro en el que realiza sus estudios cuenta con un profesor cuyos sistemas de adoctrinamiento causan no pocos revuelos por su heterodoxia. Somete con frecuencia a los críos a pruebas estrafalarias buscando su adaptación social. Lo último que se le ha ocurrido es una prueba de orientación: soltarlos por la ciudad, en cualquier lugar, con los ojos vendados, sin dinero y con la prohibición explícita del uso de transporte urbano así como de posibles contactos con la familia. Los agrupa por tríos y allá se las vean...Joey tendrá la "posible" enorme suerte de verse junto a una chica que le encanta, aunque también en compañía del matón de la clase. Ambigua suerte, por tanto. Ninguno sabe dónde se encuentra, aunque a Joey, extrañamente, el sitio le resulta familiar; circunstancia que puede resultarle magnífica de cara a ganar enteros en la consideración que hacia su persona pueda tener la chica. Al adelantarse por su cuenta y ponerse en marcha en busca de una salida, Joey se topa inesperadamente con una extraña niebla que le hace desembocar en una zona conocida y desconocida a la vez. Todo es surrealista: tiendas que no deberían estar allí, carteles incomprensibles...irremediablemente, se encuentra en un mundo paralelo, algo que confirma al volver por donde vino y toparse con una especie de clon de la chica, en aspecto totalmente similar a ella, pero su cara ha cambiado...

Ciencia y superstición, enfrentados en eterna y encarnizada lucha, forman parte de un espectro voluble en el que se sumergen millones de mundos similares y divergentes a la vez, donde las versiones participan de la oscilación más indefinida en porcentajes de brujería y ciencia: Maldecimal representa un mundo regido por los conocimientos de la brujería, y Lo Binario, su feroz oponente, apuesta por el extremismo científico. Entremedias - así traducido en la versión española - presenta el mundo en el que Joey será preparado para la batalla; pues sin quererlo ni beberlo, este imberbe personaje descubre ser el poseedor de una soberbia capacidad para navegar mentalmente entre mundos paralelos, algo que lo convierte en una pieza clave, ansiada por los dos grandes imperios en litigio. Esta peculiaridad le llevará a conocer infinitas versiones de sí mismo, más jóvenes, más maduras, híbridas...como lo es la propia existencia...

La narración se despliega con gran soltura sustentada en un manejo del lenguaje correcto, sin florituras, pero muy bien aprovechado. Y todo por una descarada búsqueda metafórica por parte de Gaiman y Reaves sobre la evolución del ser humano enfrentado a los miedos que generan los espectáculos de los detentadores del Poder. Nada es blanco o negro, como desean Maldecimal y Lo Binario; todo es mezcla. Del mismo modo que no se puede catalogar la literatura por géneros, sino por calidades.


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