Abrimos la caja de Lemarchand para descubrir en qué entregas brilló el infierno… y en cuáles solo quisimos cerrarla rápido.
La saga
Hellraiser es uno de los universos más enfermizos, raros y mutantes del terror. Un cóctel de erotismo retorcido, dolor como culto y criaturas que parecen diseñadas para incomodar más que asustar “a lo fácil”. También es una de las franquicias más irregulares: de la serie B brillante al
directo-a-vídeo que ni Pinhead querría reclamar.
Aquí ordenamos todas las películas de Hellraiser de la peor a la mejor, incluyendo la última versión de 2022, para ver cuándo la caja de Lemarchand abrió la puerta correcta… y cuándo nos condenó a un infierno de guiones reciclados.
11. Hellraiser: Revelations (2011)
La oveja negra absoluta de la saga. Todo en ella transmite la sensación de proyecto apresurado y sin cariño: puesta en escena pobre, guion que da vueltas sobre sí mismo y personajes que es imposible tomarse en serio. Lo peor no es que sea barata, sino que parece no entender qué hacía especial al universo cenobita.
El intento de recrear la estructura de la original —familia disfuncional, secretos y carne sacrificada a la caja— se queda en una fotocopia húmeda. Y el reemplazo de Pinhead es la gota que colma el vaso: ni diseño, ni presencia, ni aura. Es la única entrega que se puede saltar sin remordimientos… y probablemente con alivio.
10. Hellraiser: Deader (2005)
Aquí la saga se disfraza de thriller sobre sectas y periodismo de investigación… pero la fusión con el mundo cenobita nunca termina de cuajar. La idea de una comunidad que juega con la muerte y el regreso no es mala, pero el desarrollo se vuelve errático y, sobre todo, aburrido. La película se pierde en su propia niebla.
Tiene momentos de atmósfera lograda y alguna imagen perturbadora, pero el ritmo es tan pastoso que cualquier intención interesante se diluye. Pinhead vuelve a ser comparsa, apareciendo casi por contrato, y la historia parece un guion ajeno al que le pegaron la marca Hellraiser en el último borrador. Solo para completistas muy, muy devotos.
9. Hellraiser: Hellworld (2005)
La época del miedo a los videojuegos y a lo “online” también pasó por aquí. Hellworld convierte el mito cenobita en un juego de rol macabro y lo mezcla con una mansión, una fiesta y una dinámica de slasher juvenil. El resultado es una curiosidad dosmilera que entretiene a ratos, pero que podría llevar cualquier otro título sin que nadie notara la diferencia.
Lo mejor es que, al menos, tiene cierto ritmo y no se toma demasiado en serio. Lo peor, que la conexión con la esencia de Hellraiser es mínima: Pinhead y compañía aparecen como guiño, no como eje. Es de esas entregas que se ven sin dolor, pero que también se olvidan en cuanto pasan los créditos.
8. Hellraiser: Hellseeker (2002)
Esta entrega intenta volver al terreno del horror psicológico, con un protagonista atrapado entre lagunas de memoria, culpa y alucinaciones. Sobre el papel, suena bien. En pantalla, la cosa se complica: la película encadena giros y trucos de guion hasta el punto de que todo pierde impacto. Lo ambiguo se convierte en caótico.
El regreso de una cara conocida de la saga clásica le da cierto valor emocional, pero no termina de aprovecharse. Hay momentos en los que asoma algo del tono pesadillesco que uno espera de Hellraiser, pero el exceso de vueltas sobre la misma idea acaba cansando. Una cinta que pudo ser notable… y se quedó en “otra más”.
7. Hellraiser: Judgment (2018)
Contra todo pronóstico, esta secuela tardía tiene personalidad. Cambia el enfoque hacia una especie de burocracia del pecado, con nuevos seres que “procesan” las culpas antes de que los cenobitas entren en escena. Visualmente es desagradable, sucia y grotesca, justo como debería ser un viaje por el infierno según la mitología de la saga.
El problema es que el guion se enreda en una trama policial que no está a la altura de la imaginería que propone. Hay decisiones absurdas y giros que rompen la atmósfera que tanto le cuesta construir. Aun así, se agradece que alguien intentase hacer algo distinto en lugar de repetir automatismos. Fallida, pero curiosa y, sobre todo, mucho más digerible que otras secuelas.
6. Hellraiser: Bloodline (1996)
La entrega “histórica” y espacial de la franquicia. Bloodline intenta contarlo todo: el origen de la caja, la maldición de la familia creadora y el enfrentamiento definitivo con Pinhead en el futuro. Es ambiciosa, cambia de época, mezcla gótico, sci-fi y terror sobrenatural… y eso mismo es lo que la hace tambalearse.
Se nota el potencial en muchas ideas y hay escenas realmente potentes, pero la producción problemática y los recortes dejan el conjunto descompensado. Aun así, como pieza de lore es importante: amplía el universo, define mejor la maldición que arrastra la caja y ofrece un Pinhead todavía imponente. Es irregular, pero tiene más corazón del que parece.
5. Hellraiser (2022)
El reinicio moderno apuesta por un enfoque más controlado visualmente y una protagonista marcada por la adicción y la autodestrucción. La nueva versión de los cenobitas, con diseños más estilizados y una presencia casi ceremonial, devuelve cierta sensación de “evento” que la saga había perdido a base de secuelas directas a vídeo.
No todo funciona: el ritmo a veces se estira, y la historia navega entre el drama personal y el terror sobrenatural sin terminar de explotar del todo ninguna de las dos facetas. Pero como reintroducción del universo, cumple. Respeta la idea de que la caja no es solo un artefacto maldito, sino una puerta que se abre por decisión propia. No es un nuevo clásico, pero sí un punto de partida digno para una nueva etapa.
4. Hellraiser: Inferno (2000)
La gran tapada de la franquicia. Esta vez seguimos a un detective moralmente podrido que se hunde en una espiral de culpa, alucinaciones y violencia. Más que una secuela típica, parece un viaje personal al infierno interior del protagonista, con Pinhead como figura casi metafísica que aparece para poner nombre al castigo.
El enfoque es más psicológico, casi onírico, y el bajo presupuesto juega a favor al crear una sensación de realidad descompuesta. El guion sabe lo que quiere contar y utiliza el universo Hellraiser como marco para una historia autocontenida, amarga y cerrada en sí misma. Tiene sus momentos cutres, claro, pero la balanza se inclina claramente hacia los aciertos. Para muchos, la mejor secuela de la saga con diferencia.
3. Hellbound: Hellraiser II (1988)
La secuela directa lleva a la protagonista a un psiquiátrico y, desde allí, al corazón del laberinto infernal. Es más grande, más ruidosa y muchísimo más desatada que la primera. Se mete de lleno en el otro lado del espejo, mostrando pasillos infinitos, paisajes imposibles y horrores que parecen cuadros de pesadilla.
Su principal virtud y defecto es el mismo: el exceso. El montaje y el relato pueden resultar caóticos, pero la película compensa con imágenes que se quedan grabadas y un uso del gore y la carne bastante más atrevido que muchas producciones contemporáneas. No es perfecta, pero sí una pieza clave para entender el imaginario visual de la saga.
2. Hellraiser III: Infierno en la Tierra (1992)
Aquí Hellraiser se abraza sin complejos al terror noventero más ruidoso y espectacular. Pinhead se convierte en estrella absoluta, con más diálogos, más presencia y un desfile de muertes creativas que coquetean con lo grotesco y lo casi cómico. La dualidad entre su parte humana y su faceta demoníaca introduce un concepto interesante dentro del universo.
La película es la más “palomitera” de la saga: ritmo alto, personajes muy claros y un tono que mezcla videoclip, crítica ligera al ego urbano y apocalipsis cenobita. Puede que pierda la sofisticación enfermiza de la original, pero gana en energía y diversión pura. Es la entrega que mejor funciona si uno se la pone un sábado por la noche con amigos y ganas de disfrutar del caos.
1. Hellraiser: Los que traen el infierno (1987)
La película que abrió la caja y cambió el tono del terror de los 80.
Clive Barker llevó a la pantalla un horror adulto, sexual, pegajoso, donde el monstruo no es un simple asesino con máscara, sino una promesa retorcida de placer a través del dolor. La trama familiar —deseo, traición, resurrección a base de sangre— convierte el terror en algo íntimo y casi doméstico.
Puede tener interpretaciones irregulares y algún momento tosco, pero su fuerza conceptual y visual es innegable. Los cenobitas aparecen poco, pero cada vez que lo hacen parecen dioses crueles, no simples criaturas de maquillaje. El diseño de Pinhead y su presencia tranquila y sentenciosa siguen siendo icónicos décadas después. Ninguna otra entrega ha conseguido igualar esa mezcla de sordidez, imaginación y sensación de estar viendo algo prohibido.
Carlos Teorético
#1
Sólo he visto hasta “Bloodlines“, y pienso que sí estoy de acuerdo en como están ordenados los tres primeros lugares.
Reportar CitarPrimer lugar la 1, segundo lugar la 3, tercer lugar la 2 y, en mi caso, cuarto lugar la 4.