Late Night

Frases célebres de Volver



Es este viento de la Castilla que nos vuelve locas a todas.


Tu padre había nacido para hacer sufrir a las mujeres que le querían.


Que cara de sota tiene la Sole.


Mira las joyas de plástico. Pero plástico del bueno


Cada vez que me fumo un porro me acuerdo de ella.


Agustina tiene cáncer... Tienes cáncer Agustina (...) Un aplauso para Agustina que tiene cáncer


Mamá, ¿es verdad que la Agustina viene a arreglar su propia tumba? - Sí, aquí es costumbre.


Esta casa sigue oliéndome a mamá.


Yo no me voy tranquila, ¿eh? La próxima vez, me la llevo. - Eso, la próxima vez.


¡Habla de nuestra madre como si siguiera viva!. - Es que para ella no ha muerto y no se hace a la idea.


¿Somos una familia pobre? ¡Pues viviremos como tal!


¿Estás herida?. No, cosas de mujeres.


Recuerda que fui yo quien lo mató, y que tú no lo viste porque estabas en la calle. Es muy importante que recuerdes eso.


Ahora que Paco estará ocupado, yo tendré más tiempo libre. Por curiosidad, ¿cuánto pides? Siempre me ha gustado tu restaurante. - Una pena que no te haya gustado también el dueño.


Mi madre ha muerto. De ser, serás su fantasma o su espíritu. - Ay, lo que tú quieras, pero sácame de aquí.


¿Sigues teniendo la peluquería ilegal?. - Claro, de eso vivo.


Mañana os voy a poner de comida que os vais a caer de culo.


Raimunda dice que fuiste afortunada porque moriste abrazada a lo que más querías, que era él. [...] ― Yo me lo he tragado todo en vida. Nunca quise que supierais nada. Pero vamos a dejarlo, que no me quiero ensañar con un muerto.


Hay algo que quieres que yo haga, ¿no?. - Cortarme el pelo.


¡Huy, qué olor a pedo!


Siempre hay cosas que se dejan sin hacer, o que se hacen mal. Y mi vida no ha sido una excepción, pero no sé si tienen arreglo. Y si lo tienen, me corresponde a mí arreglarlas.


¡Si es como si acabara de estar mamá peyéndose a culo lleno!


La ropa de los muertos hay que regalarla.


Mamá, tú no sabes lo que es haber matado a tu padre. - Paco no era tu padre.


Oye, con tu escote y mis mojitos podemos hacernos de oro, Mundita.


¿Y tú cómo lo llevas?. - ¿Yo? atacada, ya me ves. lntentando agarrarme a un clavo ardiendo.


Es que la telebasura tiene algo, ¿eh? Yo, cuando me siento delante del televisor, no puedo dejarlo. Me voy sintiendo cada vez peor, pero no me puedo levantar.


Pero te voy a pagar, como cualquier cliente. - No, mi amor, yo a ti te hago un descuento. Chica, pero yo no sabía que a ti te iban las chirlas. - ¡Es que no me van! - ¿No? Y si no es para hacer un pan con pan, ¿qué es lo que me pides?. - En el camino te lo explico.


¿Te has hecho daño? - No. Si total, para lo que quiero el bazo...


¿Y por qué no lo has denunciado a la policía?. - Porque la policía pregunta mucho y los trapos sucios debemos lavarlos entre nosotras.


Agustina alberga un deseo: es ir a una clínica de Houston. Pero para ir a Houston, tienes que hablar claro. Te recuerdo que te has comprometido con esta cadena.


¿Hay más cosas que yo debería saber y que no sé?. - Mogollón.


No eres un fantasma, ¿verdad? No estás muerta. - No, hija mía, no. - Me quitas un peso. - Pero, si me hubiera muerto, habría vuelto para pedirte perdón. ¿Cómo pudo ocurrir semejante monstruosidad, delante de mis ojos, sin que me diera cuenta?


Ella, cuando me vio, no se extrañó lo más mínimo. Yo venía del pasado, que era donde ella vivía, y me recibió como si acabara de salir por la puerta. La tragedia le hizo perder la poquita razón que tenía.


Mamá, en el pueblo creen que eres un fantasma. - Eso es lo bueno de estos pueblos tan supersticiosos. Para mí ha sido más fácil seguirles la corriente que decir la verdad. Yo pensé me llevarían presa, no podía imaginarme que nadie investigaría o me castigaría, aunque todo este tiempo te juro que he vivido en un auténtico purgatorio.


Prefiero morirme sola en mi casa, pero tranquila... y pudiendo miraros a la cara.


En esta cama nací yo. Aquí dormía mi madre. Y en esta misma cama velamos a tu hermana Paula.


No sé cómo he podido vivir todos estos años sin ti. - No me digas eso, Raimunda, que me pongo a llorar. Y los fantasmas no lloran.