Ficha El Prestamista


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Críticas de El Prestamista (2)




Mad Warrior

  • 28 Feb 2020

9



A veces resulta muy difícil desprenderse de los recuerdos, sobre todo si están llenos de horror, miseria, dolor y sufrimiento.
Es irremediable habitarlos para siempre, pues una parte de nosotros se quemó con ellos, y de esas cenizas resultantes ya nada resurgirá jamás...

Sidney Lumet emergía triunfante de los 50 con la obra maestra que es ¨Doce Hombre sin Piedad¨ convirtiéndose en una de las figuras más notables de aquella generación de directores cuyo aprendizaje se dio en el universo televisivo, donde también cabe señalarse a Franklin J. Schaffner, Martin Ritt o John Frankenheimer, y cuyo talento dejarían impreso durante la década de los 60. Es precisamente en este etapa donde Lumet busca sin descanso la perfección estética y formal con la que conseguir establecer una seña de identidad, una personalidad propia con la que imponerse ante los demás.
Tras ¨Larga Jornada hacia la Noche¨, brillante adaptación de la obra homónima de Eugene Levy, éste se embarca en un interesante proyecto: llevar a la gran pantalla la novela ¨The Pawnbroker¨ escrita en 1.961 por el autor Edward L. Wallant, adaptada para la ocasión por David Friedkin y Morton Fine, encargo que acepta tras el rechazo de Stanley Kubrick y el despido de Arthur Hiller, y que le servirá para proseguir esa búsqueda y afianzar sus virtudes como cineasta.

La película da comienzo con un pequeño prólogo situado en un ambiente idílico, cuyo estilo roza el onirismo; sin duda un sueño que por unos segundos nos transporta a un ideal de paraíso en la tierra antes de ser interrumpido por algo horrible, algo que atormenta la memoria del hombre en cuyas bucólicas imágenes se sumerge para evitar salir al gris mundo exterior. Su nombre es Sol Nazerman, un antiguo profesor de ascendencia judía capturado junto a su familia por los nazis y recluido en un campo de concentración, ahora dedicado a ejercer de prestamista en un pequeño local de Harlem; marcado por su pasado, este hombre es (como muchos de los personajes le describen) un espectro deambulante, un muerto que nunca murió y que sólo intenta sobrevivir.
Melancólico amargo a quien sus recuerdos le asaltan sin piedad, emergiendo desde la parte más oscura de su propia memoria, tanto más cuanto que debe lidiar con el aniversario de su aprisionamiento (el mes de Octubre jamás debe figurar en el calendario); la única relación que mantiene es con la viuda de su mejor amigo, muerto durante la guerra (el lazo viviente que le ata a su pasado), mientras evita el contacto físico, verbal y hasta ocular, evita sentir y ser sentido encerrándose en sí mismo, aislamiento materializado en la tienda donde trabaja (se relaciona con sus clientes a través de los barrotes dispuestos en el mostrador), haciendo las veces de maestro para Jesús, un joven puertorriqueño de carácter vital y lleno de ilusión que choca directamente con el suyo.

Más que sumergirnos en un viaje interior de autodestrucción y expiación, lo que hacemos es convertirnos en testigos mudos e impotentes de un estancamiento existencial cuyo alimento principal es la desolación y la ambición material (¨¡tras la velocidad de luz […] sólo existe la verdad del dinero!¨). En la significativa discusión que mantiene con Marilyn, Sol expresa abiertamente su odio contra la gente que se lanza ignorante a la búsqueda de respuestas; sólo aquellos que mantienen la esperanza pueden hacerlo, pero él, que carece de tal privilegio, no lo precisa porque sabe que no se hallan en ninguna parte, y menos aún en el mundo en el que vive, tan plagado de corrupción, cinismo, odio, injusticia y, sobre todo, violencia.
A su modo, el gueto de Harlem es un campo de concentración no muy distinto de los que gobernaban los nazis, con sus soldados (los delincuentes) y sus dictadores (Rodríguez, el cacique local); Sol verá reflejada esta brutalidad, esta ausencia de humanidad omnipresente (cuando observa la paliza que pegan al chico en plena calle). Con claras influencias del neorrealismo y la ¨nouvelle vague¨, Lumet nos arrastra a los abismos de un ambiente sucio, paranoico y degenerado que nos impregna con su hedor, cuya atmósfera, tan sombría como el propio protagonista, resulta sórdida, opresiva, malsana.

Una atmósfera recargada de pesimismo y amargura donde la ausencia de aire coincide con la ausencia de futuro y cuya tensión creciente no puede sino derivar en un final trágico, lo que de algún modo se presagia casi desde el inicio del film (la mala relación de Sol con sus clientes y su desprecio, cada vez más acusado, hacia Jesús, unido al aumento de su paranoia). El director subraya esta sensación de asfixia, de incomodidad desasosegante, sirviéndose de hábiles recursos formales como los planos en rápida sucesión, los inesperados ¨flashbacks¨ o las secuencias filmadas cámara en mano, que captan la violencia de forma cruda, directa y áspera.
La música de Quincy Jones, a veces agitada, de vez en cuando conmovedora, y la maravillosa fotografía de Boris Kaufman, que tiende a un negro profundo, un negro que devora el espacio y envuelve a los personajes, hacen el resto. En cuestiones artísticas, Lumet se rodea de buenos actores, negros en su gran mayoría, donde cabe señalarse a Jaime Sánchez, un imponente y amenazador Brock Peters y la guapa Thelma Oliver; por encima de todos ellos sobresale un Rod Steiger que hiela la sangre con su intensa y desalentadora interpretación, convirtiéndose en la imagen misma del Judío Errante que, tras negar agua a Jesucristo en el camino hacia su crucifixión, fue condenado a vagar eternamente (tal como acaba Sol tras ser testigo de la tragedia de Jesús, lo que establece un claro reflejo entre la situación de la película y el mito bíblico).

Lumet se destapa con una mirada lúcida e implacable sobre la alienación y la existencia como tormento expiatorio, y, más ampliamente, sobre el Holocausto y el Sueño Americano, haciéndonos asistir a su completa demolición (tanto más cuanto que el presente del film tiene lugar mientras la paranoia comunista continúa, la Guerra Fría y el conflicto en Vietnam se recrudecen y surgen grandes manifestaciones en el país contra la discriminación racial), algo que sin duda disgustaría a algunos críticos en la época.
Sin duda una de las más desgarradoras y oscuras obras del director y, sin sonar exagerado, de todo el cine de los 60.



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  • 13 Jan 2018

8


Excelente!!! Gran película de Sidney Lumet sin ninguna duda. Lumet es uno de los mejores directores de todos los tiempos desde mi punto de vista (ha hecho grandes películas como son ¨Tarde de Perros¨, ¨Punto Límite¨, ¨12 Hombres en Pugna¨, ¨Poder que Mata¨, ¨Asesinato en el Expreso de Oriente¨, entre muchas otras).
La cinta es sumamamente dura y el personaje principal, interpretado por el gran Rod Steiger, está excelentemente construido tanto desde el guión como por la actuación ya que nos identificamos con él fácilmente desde el principio y entendemos todo lo que le pasa.
La película a medida que va avanzando cada vez te va angustiando más y más. Es un drama sumamente trágico.
Para ser del año 1964 tiene varias cosas bastante ¨provocativas¨ y violentas sobre todo teniendo en cuenta que estaba vigente el Código Hays (si no saben que es investíguenlo).
En fin, sinceramente me encantó! Muy recomendable!



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