Ficha Acordes y Desacuerdos

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Críticas de Acordes y Desacuerdos (2)




Mad Warrior

  • 17 Dec 2021

8



¨Anoche tuve un sueño...¨, confiesa alegre el bueno de Emmet, ¨...soñé que todos íbamos a Hollywood y que a mí me convertían en una gran estrella¨.
¨¿Tú?, ¿una gran estrella? ¡Estabas soñando!¨, le reprocha su batería Bill. Y ahí se acaba el sueño, aplastado por la aspereza de la cruda realidad...

Prácticamente todos los personajes de Woody Allen se han alimentado de grandes ilusiones y esperanzas pero un escollo en el camino les ha impedido alcanzar la felicidad, desde los lejanos Boris Grushenko, muerto antes de tiempo, Sandy Bates o la melancólica Cecilia, que prefería refugiarse en el lado contrario de una pantalla de cine; es la historia de los agradables perdedores existenciales de siempre, si bien la figuración de su Emmet Ray se distancia un poco de otros. Aunque parezca mentira, lo crea a comienzos de los 70, cuando ha firmado su contrato con United Artists y tiene toda la libertad creativa que ansía.
Pero dicha libertad choca con los ejecutivos y el guión, llamado ¨The Jazz Baby¨, jamás se rueda, sustituyendo al proyecto la delirante barrabasada de ¨Bananas¨; ¨quizá quise ser demasiado ambicioso¨, admite el neoyorkino, quien al igual que su personaje, al cual planeaba interpretar él mismo, ve sus sueños hechos trizas por la negativa de unos productoruchos. Pasarán casi tres décadas para que se haga realidad (como todo lo bueno, se hace esperar...), en un momento en que el hombre tiene ya más de 60 años y ha pasado por el varapalo de su ácida sinfonía en blanco y negro ¨Celebrity¨, intento fallido de actualizar ¨Manhattan¨ con un puñado de jóvenes estrellas como reclamo.

El caso es que decide irse con la música a otra parte, a los años 30, concretamente, en lo que es uno de sus ejercicios de exiliarse a un pasado soñado en lugar de afrontar la desagradable sociedad actual, que lo tiene crucificado por el asunto Soon-Yi; se concede un momento para sumergirse (y de paso a nosotros) en una nostálgica atmósfera de sonidos cautivadores y realzada por los colores vivos de la fotografía de Zhao Fei. Le da su difícil papel a Sean Penn y cambia el título por ¨Sweet and Lowdown¨ en homenaje a Gershwin, aunque es el legendario cantautor Jean ¨Django¨ Reindhardt, y con ello el ¨jazz¨, quien acapara toda la atención.
Así el director vuelve a acogerse al formato del falso documental (con entrevistas incluidas que cortan de cuando en cuando la acción) para presentar a un hombre al que se puede juzgar desde la primera impresión, ese Ray arrogante, narcisista, repugnante con las mujeres, aficionado al juego, a robar y la bebida y con alguna que otra desviación patológica; el tipo que odiarías sólo con verle entrar en la sala (nada más aparecer practica su afición de proxeneta). La narrativa, alimentada de las historias de los entrevistados, donde está el propio Allen, nos irá desgajando la complicada personalidad del guitarrista, henchido de su propio ego.

Mientras tanto éste introduce las sorpresas, como siempre ha hecho, sin alardes ni situaciones forzadas, con una naturalidad pasmosa, haciendo así creíble hasta el último detalle de la historia; la más destacable es la aparición fortuita de Hattie, encarnación de la Gelsomina de Fellini y resorte para que de repente el músico se abra emocionalmente de par en par. Como la adorable chica somos testigos mudos de ese afloramiento, de que debajo de las capas de soberbia, codicia, desfachatez y ego en las que se había refugiado, aparece un hombre amargo, acomplejado, lleno de miedos e inseguridades, con el recuerdo de una familia rota y un pasado trágico a sus espaldas.
El rudo artista es en realidad más débil que las incautas jovencitas de las que se beneficia en clubs y bares; Allen aplica así a todo el humor imperante la acidez de sus biografías más negras (como en ¨Desmontando a Harry¨ y ¨Broadway Danny Rose¨), y esta ¨Sweet and Lowdown¨ mantiene su equilibrio de manera perfecta entre los aspectos cómicos y dramáticos, al tiempo que se sirve de su amado ¨jazz¨ para dar alma y emociones a las situaciones entre los personajes y a la trama, que no así cuenta con ciertos altibajos, como la desaparición repentina de Hattie.

Gracias a ella, a quien da vida Samantha Morton de forma brillante y sin pronunciar una sola palabra, la película estaba amparada por una luminosidad cálida y conmovedora; al reemplazarla Uma Thurman y su pérfida e impulsiva Blanche todo se escora hacia la oscuridad y la sordidez, y reina la tragedia. Pues esta ¨femme fatale¨ con pretensiones de Virginia Woolf es la responsable de la intromisión de Torrio, gángster sin escrúpulos y otro personaje lleno de violencia, que da pie no obstante al episodio más delirante (al estar tratado, en la vena ¨rashomoniana¨, desde varios puntos de vista, todos ellos geniales, por cierto), pero dotados de gran naturalidad.
Y es que todas las aventuras y desgracias por las que pasa Ray pueden perfectamente estar construidas con los pedazos de cualquier artista, de esos famosos excéntricos y egocéntricos amados por su música pero odiados como personas; como John Ford hizo con Liberty Valance, Allen prefiere que prevalezca el mito y que el guitarrista sea conocido no por su carácter repulsivo ni su convulsa existencia, sino por sus grandes canciones. ¨¡Me he equivocado!¨, termina rugiendo éste a pleno pulmón en una última secuencia desgarradora; los sueños se terminan por fin e irrumpe la realidad...

Pero nos quedamos con la incógnita sobre el futuro de este ¨man on the Moon¨ (literalmente, como vemos) incapaz de amar y funcionar en la realidad que siempre estuvo a la sombra de Reindhardt, su despreciado ídolo.
Penn logra una de las mejores actuaciones de toda su carrera, la obra es elogiada por los críticos, funciona bastante bien en taquilla y destaca en los Oscar, sobre todo para la nativa de Nottingham. El cineasta termina los 90, por fin, con esta oda en toda regla al ¨jazz¨ y al artista fracasado, preparado para empezar otra etapa con la pretenderá rejuvenecer su cine...



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JavierYanguas

  • 2 Nov 2012

6



-Podemos ir al vertedero, a disparar a las ratas.


En lineas generales, me la esperaba mejor puesto que había oído muchas cosas sobre ¨Acordes y desacuerdos¨, el resultado final, me ha resultado satisfactorio, a la par de insuficiente, para ser una película de Woody Allen.

Si hay algo que todos sabemos, es que Woody es un tipo especial, y que ama al Jazz y al cine sobre todas las cosas, de ahí que me resultara raro, que no aunara más a menudo estas dos aficiones, ¨Sweet and Lowdown¨ o ¨Acordes y Desacuerdos¨ es un homenaje directo, sin concesiones, al mundo del Jazz de la guitarra, se nota que la película está cuidada en cada detalle, y la ambientación es maravillosa, por norma general, Woody suele cuidar el guión y la fina ironía, con exquisitez, sin embargo y por definición, ha descuidado aspectos vitales como el montaje o la fotografía, con esa ¨maldición¨ acabó ¨Manhattan¨ con una fotografía magistral, sus últimas películas, tipo ¨Midnight in Paris¨ si que han demostrado toda su calidad en el tema de la fotografía.

Por lo demás, el argumento es novedoso, como cambia el carácter de una persona golfa y sinverguenza, en una buena persona, por así decirlo, a pesar de ser, el segundo mejor guitarrista de la historia (Según dice él mismo.)

Suelo ser bastante crítico con las películas de un maestro como Woody Allen, y soy muy reticente a ver películas en las que no sale el director neoyorquino, aquí, simplemente hace una especie de cameo, comentando la vida de Sean Penn.

Tremendo Sean Penn por cierto, uno de los grandes actores de su generación, trabaja con Woody Allen de manera fantástica, yo siempre he tenido una atracción fantástica por Sean Penn, un actor capaz de interpretar un espectro de papeles, casi infinito, cosa que es realmente complicado, con los actores de hoy en día, encasillados en sus papeles.

Destaca también, la participación de la musa de Quentin Tarantino, Uma Thurman, otra actriz que es fabulosa.
Yo la recomiendo, aunque la considero un trabajo menor, dentro de la filmografía del fabuloso Woody Allen.



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