Ficha Atrapado

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Críticas de Atrapado (1)




Mad Warrior

  • 18 Dec 2022

6



¨Tomad la carga del hombre blanco,
para sufrir y ocultar con paciencia
la amenaza del terror y
poner esa ostentación de orgullo a prueba.
A través de un discurso ameno y claro,
por cien veces purificado,
para la ganancia de otros buscar,
y de otros en provecho trabajar...¨.

La famosa poesía de Joseph R. Kipling que aún sigue produciendo escalofríos en base a su idea del necesario colonialismo civilizador, ¿cabría la posibilidad de imaginarla en un contexto totalmente inverso?, ¿en un mundo desarrollado a partir de un proceso evolutivo que ha establecido a los esclavos como líderes?, sería la pesadilla de los imperialistas británicos. Y parece ser la realidad alternativa a la que nos empuja esta película casi desconocida que toma el nombre del poema del nacido en la Bombay bajo dominio inglés, donde lo que estaba arriba está abajo y lo que era blanco es negro.
Una curiosidad en el momento de realizarse, confluyendo la audacia de las producciones independientes norteamericanas con el ascenso de una estrella que se creía enterrada en el fango, ese John Travolta bendecido con la varita del recién proclamado genio de su generación Quentin Tarantino, quien, durante el rodaje de ¨Pulp Fiction¨, le alentó a aceptar el papel que tenía preparado Desmond Nakano, un señor que probaba en la dirección tras casi dos décadas de guionista (¨Luna Negra¨, ¨American Me¨ o ¨Última Salida: Brooklyn¨, por ejemplo, llevan su firma). Y como no hay nada mejor que un proyecto entre amigos, la financia Lawrence Bender.

Los primeros minutos ya nos ubican en el escenario, sin paliativos: una criada recorre temerosa una mesa llena de comensales negros que a juzgar por sus vestidos y trajes se sitúan en un alto escalón social; preside el gran Harry Belafonte, otro exiliado de la industria del cine que regresa debido al empeño y la fe que profesa Travolta por el guión. Sus palabras sobre el trato de inferioridad que hace de las personas blancas taladran el tímpano y sacuden la conciencia; estos son, pues, los EE.UU. que en secreto hubiese deseado Luther King, celebrándose la supremacía negra y colocando al resto en el escalón inferior, en la zona de los desheredados, huérfanos, delincuentes, pobres...los que son discriminados.
La ¨white trash¨ en su más literal representación. Un concepto curioso del que no tardan en brotar fallos; el director no cuenta con dinero para extenderse en la radiografía de su universo y en el aire quedan cuestiones históricas (cómo y cuándo el pueblo negro se hizo con el poder), la situación de otras razas (los asiáticos o nativos americanos, ¿también son considerados inferiores?) o una mayor profundización en los personajes, que, pese a su interesante descripción, se quedan en lo superficial, mientras la trama toma un modelo de ¨thriller¨ dramático manejado con eficacia a partir del secuestro de un magnate por el trabajador de una de sus fábricas cuando es despedido bajo su orden.

Belafonte y Travolta, sin esfuerzos para plasmar en pantalla su gran química, pero poco desarrollados en sus Thaddeus y Louis, y eso provoca una seria decepción. Conocemos a sus familias, la riqueza de una y la pobreza de otra, que goza de un mayor peso, al igual que los peligrosos ¨barrios blancos¨, más frecuentados por Nakano que la adinerada ¨zona negra¨ propuesta; y, ¿por qué no?, uno querría conocer la reacción de ese empresario racista al saber que su hijo se cita con una chica blanca (aunque pareciese un torpe homenaje a ¨Adivina Quién viene esta Noche¨...).
En lugar de eso, ¨White Mans Burden¨ se estanca en un nudo más bien tedioso y sostenido en idas y venidas con situaciones más o menos bien planteadas (toda la parte junto al hijo de Louis, que derivará en comedia, debería acortarse); en ellas el blanco, inferior, violento e imbécil (un Travolta poco agraciado), se ve en la necesidad de mostrar al negro, privilegiado, elegante e inteligente, el contraste intolerable que les separa, para aleccionarle sobre la injusticia, la diferencia de clases y la segregación que le ha llevado a esta situación, e incluso mostrarle que, llegado el momento, también puede rebajar su comportamiento al de los miserables (Thaddeus se ve obligado a entrar en una casa y atacar a su dueño).

Una lección de moralidad, una ¨educación¨ por lo tanto necesaria, como lo sería si se volvieran a cambiar los roles y el secuestrador fuese negro, pues lo importante es hacer escuchar la reivindicación. Se respeta, y es digno de elogio, la esencia del clásico cine de denuncia social por medio de no espectaculares, pero sí duras secuencias (buen ejemplo la repugnante actitud de los policías, que ni permiten a la esposa de Louis cambiarse de ropa en privado); sin embargo un título así, además de ingenuo (en palabras de Belafonte), no encuentra su lugar en unos años 90 más que avanzados socialmente (por mucho que los medios de comunicación y el cine nos hagan pensar lo contrario).
Podría imaginarse mejor siendo estrenado en los 70 o los 60, en plena época de protesta por los derechos civiles, la recordada Marcha de Washington de 1.963 con el discurso de L. King incluido o el ascenso de las ideologías del Poder Negro, tan comprensible y a veces peligrosamente extremista, y en manos de algún realizador ingenioso y crítico (Ralph Nelson, Bryan Forbes, Wyler, Cassavetes, Frankenheimer o Kramer). Como japonés-americano que sufrió el racismo en su propio país, Nakano es audaz, y hace lo que puede con el presupuesto y el material que tiene...

Por desgracia se despista en las vueltas de la historia y lo conduce todo, tras una terrible laguna narrativa que no sabe muy bien adónde dirigirse, hacia una conclusión previsible y pretendidamente moralista, pero también lógica en su visión de la igualdad: el blanco pierde y el negro pierde.
El primero habrá de ser condenado a desaparecer para que el segundo se marche reflexionando en que tal vez algo debe de cambiar para lograrse un cierto equilibrio social...¿sería posible?



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