Ficha Los Golfos


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Críticas de Los Golfos (1)




Mad Warrior

  • 26 Aug 2023

6



Desde la desértica y embarrada Ciudad Lineal hasta el abarrotado mercado de Legazpi, algunos zapatos caminan por las calles de Madrid sin rumbo fijo, por barrios marginales, baruchos suburbiales, arrabales empantanados, también avenidas bulliciosas.
Zapatos de una generación que no sabe muy bien hacia dónde dirigirse...

Aún estamos en una España precaria...pero, ¿desde cuándo dejó de serlo? Esa España que remodeló los pilares de la economía de un país muy dependiente de la autarquía del Régimen; el llamado Plan de Estabilización llegaría, con cambios radicales como el control de la inflación y la deuda pública, la liberalización de precios, las importaciones de un mundo exterior mucho más adelantado y la industrialización, además, cómo no, el aumento de los ingresos gracias a la ola turística. Pero para esto aún falta y los cambios sociales no cambian la vida de todos con la misma magnitud.
Carlos Saura, que ha realizado varios cortometrajes y es profesor de la Escuela de Cinematografía, tiene su propio punto de vista sobre este tema. Su ferocidad crítica no encaja aun así con la ferocidad de la censura, que tiene más poder; el intento de adaptar la galardonada novela de Rafael Ferlosio “El Jarama“ fracasa muchas veces. Su visión desencantada de la juventud, su cinismo existencial y duro realismo social no pasan la prueba en el guión escrito junto a Mario Camus y el natural de Huesca desiste, a lo que llamará “una experiencia muy larga y penosa“; la usará sin embargo de influencia vital para una versión ligeramente distinta de la historia alejada del río que le da título.

Saura nos introduce directamente en el centro de Madrid, y la escena de apertura de “Los Golfos“ es el perfecto ejemplo de aquello que quiere radiografiar. El puesto en la calle, uno de los chicos, Ramón, se acerca a la ciega que vende tabaco y lotería y le roba el dinero sin ninguna compasión; el letrero dice en letras grandes “Lotería“, pero no parece que le haya tocado a nadie. Lo cierto es que en este Madrid se respira pobreza y miseria y el grupo de protagonistas, que aquí se reduce a seis, deambula mezclándose con los camioneros, los jugadores, las ancianas cantoras de coplas, los vendedores de fruta, una fauna enclaustrada en la precariedad cuyo entorno urbano, sí, anuncia cambios grandes, aunque no se perciben en sus vidas.
La cámara filma entre transeúntes, desde la boca del metro de Legazpi, es la imagen pura y dura del neorrealismo que Saura extrapola a su patria en un blanco y negro sucio, sombrío y documental; su audacia para observar el tedio cotidiano de la juventud y su existencia vacía cruzando diversos escenarios naturales y de distinto ambiente viene tocada por la vibración de la “nouvelle vague“, si bien no presenta los mismos registros formales para emparentar al film con ella. Es un realismo social muy arraigado al momento que vive España y que intenta luchar al mismo tiempo contra sus principios y convencionalismos.

El grupo, compuesto por Julián (un imberbe Manuel Zarzo, el único actor con más o menos experiencia del joven elenco), Ramón, Chato, Paco y Manolo, disfruta viendo a Juan en sus prácticas de torero, sueño que quiere alcanzar como profesional, pero como dirá un viejo empresario: “Sin dinero no se puede hacer nada“, y esa es la clave de la historia, la búsqueda de afianzar un sueño a todas luces imposible en esa marginalidad. Ni siquiera las orillas del por entonces brillante Manzanares ofrecen una escapada lúdica, ya que sólo sirve para engendrar la discordia entre los amigos.
En la sofocante atmósfera del mercado de Legazpi se apiña el flujo social de miserables, se huele, entra a los pulmones por la fuerza. Al contrario que Bardem en “Muerte de un Ciclista“, y aunque pase por locales de fauna heterogénea, Saura no contrasta las clases, se queda siempre con las familias pobres de los chicos, ni tampoco construye intrigas como hace el cine negro de Juan Bosch o Julio Buchs, donde puede que se destapara el lado más ruin y viscoso de la sociedad española, pero tirando de ficciones americanizadas. Saura es claro, conciso, directo, mira lo que hay fuera y lo capta, el crimen, la prostitución y la violencia, disfrazado de pocas sutilezas.

El problema del guión, depende de si se ve la versión mutilada por la censura o la íntegra que se estrenó con prestigio en Cannes, es precisamente lo conciso de su premisa, lo flojas de sus descripciones y desarrollo de personajes, que se raspan, de soslayo; la melancolía de Manolo, la relación entre Julián y la buscavidas Visi (de hecho María Mayer merece mucho más tiempo en pantalla) o su hermana con Manolo.
La única pieza central del argumento es la ilusión de torear de Juan, mal asunto para buscar mi compasión, y es que Saura y Camus me quieren hacer creer que el fin puede justificar el medio. Y cuando el medio es el crimen, brutal, el medio que buscan los amigos para recaudar dinero para la promoción del anterior, poco me puede justificar...

Pero antes de eso ellos ya viven de los hurtos y los asaltos; aquí la joven generación, sin padres a su alrededor para reprimirles, no son rechazados por la sociedad, son ellos los que deciden rechazarla por su propia condición: un guardia civil es repudiado, los empresarios son tipos despreciables, todo lo que pertenece a un escalón superior al de los protagonistas es criticado sin piedad, pero eso sí, señores, jamás les veremos intentando ganar dinero de un modo decente (parias y subnormales, se gastan en el bar tan tranquilamente el dinero del último robo). De acuerdo , asumamos que el entorno podría haber condicionado su carácter y visión unidireccional de la vida...
Pero es que no se trata de niños incapaces de distinguir entre el Bien y el Mal, no, todos ellos son adultos, y no viven debajo de puentes, sino en casitas bien arregladas, sin embargo carecen de conciencia moral y roban y atacan porque así lo deciden, y ni tan siquiera optan por una redención final; es el peor error de “Los Golfos“ y del futuro “cine quinqui“ del que se alza como pilar fundamental: dar justificación a algo que no la tiene. ¿Matar un toro?, porque ese es el objetivo de Juan, el tan repugnante oficio de torero. Y a mí me tiene que dar lástima...el que me da lástima es el pobre toro, que es asesinado poco a poco.

Y es la última víctima además, que muestra una secuencia terrible y dirigida a las tripas del espectador, de la cadena de fechorías de estos maleantes sin escrúpulos a los que no les tiembla el pulso a la hora de romperle la cabeza a un pobre taxista que trabaja duro para ganarse el pan en ese ambiente tan gris. Si ellos no tienen compasión, ¿la voy a tener yo con ellos?
El director pudo imaginar una situación más digna para sostener el drama (una madre enferma, una chica embarazada que necesita dinero para una clínica, algo así...), pero no dio en el clavo y su discurso y pretensión no logran manipular mis emociones. Paco, aparecido muerto entre el barro y la mugre tras su fuga por las alcantarillas, tiene el destino que él ha elegido. Los demás irán a peor, está claro, el eco de la renovación social nunca llegará a sus miserables oídos.

Con un clímax intenso filmado en el gran Paseo de la Chopera que recuerda al homólogo de “Al Final de la Escapada“, Saura, que captura de maravilla el espíritu de Ferlosio, entra con fuerza en los anales de la Historia del nuevo cine español...
aunque la grandeza de su trabajo tiene más que ver con el contexto social, la forma visual y el valor histórico que con su calidad real, que es muy baja.



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