Ficha Violent Panic


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Críticas de Violent Panic (1)




Mad Warrior

  • 3 Jan 2022

7



Hay crimen, violencia, sangre manchando las calles, policías que no saben hacer nada o complican más las cosas intentando hacer algo.
Son los violadores, asesinos y delincuentes los que han tomado la ciudad por la fuerza; les seguimos así en su camino de destrucción y autodestrucción.

En el cine japonés, durante los 70, la elegancia del vanguardismo de la anterior década empezó a disolverse y las películas se fueron de algún modo recrudeciendo en forma y discurso, volviéndose más violentas, directas y menos estilizadas; la situación social tenía mucho que ver, con la crisis del petróleo, la rebelión contra el gobierno y el incremento de la criminalidad acechando, o quizás el aumento de la popularidad de la televisión, lo que obligó a muchas compañías a sacrificar la calidad de sus producciones y apostar por el sexo y la violencia para atraer al público.
¨El Imperio de los Sentidos¨ destaca por su polémica sobre todas las películas en la segunda mitad del decenio, pero otro director en especial también llamó la atención, y ese fue Kinji Fukasaku, quien vio el despegue definitivo de su carrera con su atroz y memorable serie de yakuzas ¨Batallas sin Honor ni Humanidad¨; entre los dos últimos títulos le fue encargado un proyecto. Parece que otra saga de uno de los trabajadores de Toei, Norifumi Suzuki, llamada ¨Torakku Yaro¨, logró mucho éxito en cines por sus espectaculares y frenéticas secuencias de acción y persecuciones, algo muy de moda en la época. Los señores de la productora querían que Fukasaku hiciese algo por el estilo.

De tal modo que aquél, reacio en un principio (creía que imitar los films americanos de persecuciones era imposible) preparó un guión junto a Yasuzo Tanaka y Fumio Konami, colaboradores habituales. El comienzo de ¨Violent Panic¨ deja patente la habilidad del cineasta para atraparnos en su mareante frenesí y sumergirnos en la violencia del mismo modo que a sus personajes; un atraco en Nagoya se perpetra con rapidez, pues la pareja responsable ya son expertos en asaltar bancos y salir a toda mecha sin que la policía les eche el guante. Ellos son Takashi y Mitsuo, y según llegan a Kobe ya preparan otro trabajo.
Fukasaku sigue en su línea y no tiene por qué cambiar, ya que su temblorosa cámara aporta ese aspecto de falso documental que encaja a la perfección con la historia, la época, la situación social del momento y la troupe de desquiciados personajes que rodean a los principales, todo observado con indigesta acidez. Uno de los esenciales, como en cualquier ¨crook story¨ (que el director de forma muy acertada no sitúa en los lindes del cine yakuza) es el de la chica, en este caso Michi, una preciosa prostituta con el corazón de oro y un cerebro de mosquito enamorada de Takashi, lo que da pie al típico romance fatal entre seres de la calaña más baja de la sociedad, a quienes sólo les queda la huida perpetua.

Por otra parte tenemos a Katsuo, hermano de Mitsuo, quien tiene la desgracia de morir en el atraco en Kobe, cuyo objetivo será perseguir sin tregua a Takashi y quedarse con el botín (recordando así la película al clásico de Peckinpah ¨La Huida¨); a Hatano, un patético policía que lo único que sabe es hacerse el duro con una atractiva compañera de trabajo y ser mangoneado por sus compañeros, con el que se critica, y muy duramente, la incompetencia de la policía; y lejos de este círculo de criminalidad, un loco obsesionado con Michi y un joven mecánico que vivirá una experiencia traumática con un cliente.
Estas dos últimas historias, gratuitas y sin ningún fundamento, son una evidente muestra de la fealdad del estilo adoptado en el cine de la época (sobre todo la segunda, que no conduce a ningún sitio, ni se desarrolla como es debido, ni tiene que ver con el argumento, pero ahí está, consiguiendo que la obra resulte algo más despiadada y cruel). Todos esos personajes, individuos que uno podría encontrar entre las páginas de Jim Thompson, Elmore Leonard o Haruhiko Oyabu (y del mismo modo en el mundo real), se cruzarán uno tras otro y de los conflictos sólo brotará violencia a expuertas, captada al vuelo por la escrutadora cámara de Fukasaku.

Este potaje de ruindad, tragedias, mentiras, asesinatos y enfrentamientos varios deriva en un último tercio donde se concentra la mayor parte de la fuerza del film (tras otro atraco antes de fugarse junto a Michi, Takashi es perseguido por Katsuo...y Katsuo por Hatano y sus compañeros, y éstos a su vez por civiles cabreados). Toda esa atolondrante secuencia hace honor al título, pues Fukasaku, como deseaban sus jefes, desata el pánico generalizado y nos mete de cabeza en una cacería masiva que agobia hasta la extenuación, ¡donde incluso se inmiscuyen una banda de motoristas y la furgoneta de una emisora de radio!
Pareciera que estamos más bien ante una feroz versión de ¨El Mundo está Loco, Loco, Loco¨ que del típico ¨thriller¨ de persecuciones, llegando la absurdez a su cenit cuando los mismos ciudadanos salen de sus vehículos y empiezan a volcar los coches de policía (¡!). Espectáculo asegurado al 100%, eso querían en Toei y eso les dio el director, que se rodea otra vez de carismáticos actores como Tsunehiko Watase, temerario especialista de acción y un entusiasta de la automovilística, el impagable Takuzo Kawatani, Hideo Murota, Masayuki Sone y esa guapísima Miki Sugimoto, actriz habitual de las ¨pinku eiga¨ y estrella de la saga ¨sexploitation¨ ¨Girl Boss Blues¨.

El bueno de Fukasaku logra otro éxito, y contaba con alicientes para hacerlo. No es una obra maestra, ni de su filmografía ni del género, pero es atractiva a su modo: mordaz, impactante, impaciente, áspera y llena de humor, y con un clímax final que se inscribe entre los más espectaculares del cine de acción ¨B¨ de la época.
Dieciséis años más tarde aquél regresaría al ¨thriller¨ con un título que podría ser una versión algo más estilizada de la que nos ocupa: ¨Itsuka Giragirasuru Hi¨.



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