Ficha Policeman's Diary


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Críticas de Policeman's Diary (1)




Mad Warrior

  • 2 Jan 2022

9



En un pueblo siempre ocurre de todo aunque en la distancia se nos sugiera un lugar tranquilo, de aire limpio, rodeado de vegetación, donde es imposible que un hombre sea asesinado, una madre abandone a sus hijos o un empresario sin escrúpulos despida a toda una cuadrilla de trabajadores.
Pues esas cosas pasan, como en todas partes, y si alguien debe velar por la seguridad de sus habitantes contra estos males son los agentes de la ley, que a veces también ayudan...

He de viajar a un tiempo pretérito: recorriendo los muchos libros de la estantería de mi suegra di con uno cuyo título era ¨Keisatsu Nikki¨, publicado en 1.952 por el gran autor Einosuke Ito, y estaba claro que si lo conocía de algo era debido a su adaptación cinematográfica; por supuesto no iba a leer la novela al tratarse de la edición original japonesa, y tampoco iba a pedir a mi prometida que me tradujera las más de 240 páginas que contiene...así que no me quedó más remedio que hacerme con el film posteriormente estrenado, verdadera curiosidad histórica y todo un clásico imperecedero del cine nipón.
Curiosidad pues concierne a la etapa temprana de los renovados estudios Nikkatsu tras el duro periodo de guerra y posguerra, ya al mando del presidente Kyusaku Hori; ésta sería una de sus primeras producciones, que llevaba a la gran pantalla ese ¨best-seller¨ del cual antes hablaba, por mediación del guionista Toshiro Ide, respetado por sus colaboraciones con Mikio Naruse, y el tristemente desconocido Seiji Hisamatsu (y van ya...), quien se había dedicado más de veinte años a hacer películas sin parar, curtiéndose en el melodrama y ante todo como cineasta bastante independiente en comparación con algunos colegas de profesión, atados de por vida a compañías concretas.

Gracias a ¨Policemans Diary¨ podemos conocerle y entrar en su larga filmografía, y ciertamente es una buena manera de hacerlo. Entre grandes montañas y terrenos que se extienden hasta donde alcanza la vista, como esa carretera por donde cruza un autobús y recoge a unos señores que, en compañía de una joven vestida con un flamante kimono, se dirigen alegres a su boda, desconcierta este inicio trayéndonos recuerdos del ¨Arigato-san¨ de Shimizu, y que irá desarrollando la historia de un amor trágico, no correspondido, entre la nombrada chica e Iwata, un pobre que ha de vender casi todo lo que tiene para poder sobrevivir.
Pero esta historia no contiene un cariz épico ni grandioso, ni estaremos las dos horas de metraje centrados en ella; es una historia como cualquier otra, la de una persona ordinaria con mala suerte y que por equivocación acaba detenido hasta llegar a Motomiya, aún una pequeña localidad al norte de las tierras de Fukushima. Y a raíz de este hecho es como entramos en la comisaría que será escenario primordial del resto del argumento, y entramos como Iwata, por accidente, sin haberlo previsto, y del mismo modo conoceremos a sus trabajadores y protagonistas...y es esta naturalidad pasmosa la que hace que nos sumerjamos en la obra casi sin percatarnos de ello.

Motomiya es uno de tantos pueblos que han sabido sobrellevar la guerra lo mejor posible, pero a pesar de transcurrir ya una década de la derrota no avistamos precisamente a un Japón en pleno resurgimiento económico y cultural, sino a una tierra castigada por la pobreza, la injusticia, la corrupción, la crueldad, donde los hijos son abandonados o vendidos, los campesinos se mueren de hambre y los maridos y esposas dejan a sus familias, huyendo como cobardes en pos de hallar una vida mejor. Y el punto de vista principal desde el cual se observa esta triste situación social es el de los agentes de la ley.
Se bromea al presentarlos como unos incompetentes y desalmados nada más comenzar la película; en realidad lo que se hace es mostrarlos como lo que son: seres humanos con sus propios problemas que se desviven en resolver los de otros, todo propio de una época en la que ya es posible adoptar este tipo de enfoque, pues a mitad de los 50 ha triunfado el partido socialdemócrata, impera la aceptación de las costumbres occidentales y la libertad de expresión, y no hace falta (ni se debe hacer) hablar de las fuerzas del orden desde una perspectiva tradicional, hierática y moralmente bienpensante (lo que habría sido de locos una década antes...).

Al estilo de ¨La Posada de Osaka¨, ¨La Torre de la Introspección¨ o incluso ¨La Calle de la Vergüenza¨, estrenada un año más tarde, ¨Policemans Diary¨ trae una crónica de multitudes, donde todos y nadie son protagonistas, aunque esos policías se mantienen como figuras esenciales, encontrándose los demás alrededor suya y de su pequeña jefatura.
Como sucederá en la pieza maestra de Mizoguchi, Ide se centra en varios agentes y poco a poco nos invita a conocerlos, en lo íntimo y profesional; así, el benévolo Yoshi se encarga de dos pequeños abandonados en la estación, el inocente Hanakawa de una joven vendida como prostituta y Kuramochi de una madre, también abandonada, que ha sido pillada robando.

Por otro lado un importante evento es preparado por los más adinerados del pueblo y otros oficiales: la llegada del ministro de comercio, en lo que no reparan los pobres, delincuentes o campesinos de la zona; y mientras esto tiene lugar, ha de enfrentarse a diferentes organismos por un caso de prostitución y extorsión el patoso jefe Ishiwarai, a quien encarna un impagable Masao Mishima alejado de sus repelentes villanos en el papel que otorga ese punto cómico al film. Esto es algo propio del ¨shomin-geki¨, donde se combinan de manera muy inteligente momentos dramáticos que a uno le desgarran con otros de humor leve.
Y en este sentido, Hisamatsu se desenvuelve como un maestro del género, también drama costumbrista, por su habilidad para hacer a su público parte de la trama y del lugar donde se desenvuelve y manejar con soltura las oscilaciones emocionales a las que seremos sometidos (dos son los episodios más tristes, el de los niños Shigeru y Yukiko (la pequeña Terumi Niki en una impresionante actuación) y el de la madre que ha sido abandonada; el cineasta se atiene a los códigos del melodrama más sentimental durante los clímax de ambos, logrando instantes vibrantes, de gran intensidad).

Ito ubica la mayoría de sus novelas en el entorno rural y sus héroes son campesinos en la ruina, mujeres vagabundas y avaros de altos cargos; el guión de Ide respeta esta visión y asimismo el director, quien como un Shimizu o un Gosho cualquiera radiografía de cerca a los personajes a través de una gran muestra de humildad y humanismo, sin condenarlos ni juzgarlos, pese a que parezca lo contrario, y dejando entrever un discurso de ideales progresistas (veremos a Ishiwarai plantar cara a esos oficiales políticos, borrachos y mujeriegos, mientras un antiguo maestro que perdió a su familia en la guerra aparece desquiciado y aún creyendo que se halla en plena batalla).
Hisamatsu es otro de esos clásicos modernos que se esfuerza por retratar lo mejor y lo peor, lo bueno y lo malo de la sociedad de su país en ese momento y en ese lugar, y esta correspondencia convierte su obra en una joya del neorrealismo, pues todo respira autenticidad y honestidad, y el blanco y negro de la fotografía de Shinsaku Himeda aporta dureza, violencia y suciedad durante las secuencias en el interior del pueblo, pero de algún modo esperanza cuando se filma sobre grandes espacios abiertos, inundados de luz, casi de bucólica imaginería (apreciable durante la dramática confesión entre la chica vendida y Hanakawa).

Nikkatsu consigue un plantel de estrellas que se mimetizan a la perfección con sus personajes, desde el nombrado Mishima, Sadako Sawamura o el fantástico Hisaya Morishige a Eijiro Tono, Taiji Tonoyama, una desagradable Haruko Sugimura, Choko Iida, Yunosuke Ito, el por aquel entonces ídolo de jóvenes Rentaro Mikuni y un Jo Shishido en el primer papel de su vida a quien cuesta reconocer (curioso que este hombre, famoso en el futuro por sus implacables yakuzas, empezara en el cine como afable policía...). Y para rematar, una banda sonora conmovedora firmada por Ikuma Dan.
Con momentos que le atraviesan a uno el corazón (en especial esos tres reencuentros magistralmente filmados) y su visión humanista, cálida y a la vez descarnada, ¨Policemans Diary¨ no tardó en ganarse el favor de críticos y público y ser uno de los mayores taquillazos de aquel 1.955. Tal fue su éxito que poco después se preparía una secuela (aunque sin los mismos resultados, está claro...); si Ozu la hubiese dirigido hoy día sería considerada dentro y fuera del país, cual tesoro por el que no pasa el tiempo...

Lo es, de todos modos, así que ya es hora de desempolvarlo, y de paso colocar a Hisamatsu en el lugar que le corresponde: entre los maestros del cine.



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