Ficha Massacre Gun


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Críticas de Massacre Gun (1)




Mad Warrior

  • 15 Dec 2021

8



Pues resulta que en 1.967, mientras los simpáticos directivos de Nikkatsu llegaban a su límite con Seijun Suzuki por sus salidas de tono, sus imaginativas ocurrencias y sus películas que nadie entendía y no hacían ningún dinero en taquilla, acabando por echarle a la calle sin finiquito ni nada parecido, un alumno suyo que había aprendido mucho como asistente de dirección llamado Yasuharu Hasebe, iba a revelarse como un realizador muy hábil para los exóticos ¨thrillers¨ que la productora vendía al público como respuesta a los llegados de EE.UU. (heredando, irónicamente, todas sus influencias).
Mucho antes de iniciar la colorida y rebelde saga de ¨Stray Cat Rock¨ y sumergirse por obligación de la compañía en las ¨pinku-eiga¨ (con las que más o menos sobreviviría a lo largo de los 70), Hasebe comenzó dentro de los lindes del cine de acción y suspense más trepidante, y así pudo ofrecernos un buen debut como ¨Black Tight Killers¨ y esta obra que nos ocupa, escrita por él y Ryuzo Nakanishi (también colaborador ocasional de Suzuki) y convenientemente protagonizada por uno de los astros del género del momento, el mítico Jo Shishido, quien ya había hecho ¨Marcado para Matar¨ y retornaba a su clásico rol de flemático gángster.

Un homicidio ordenado por el jefe de un clan yakuza inicia la acción, expuesto de forma cruda en mitad de las tinieblas de la noche, arropado por un melancólico ¨jazz¨ de fondo; el director, que cuenta con la buena fotografía en blanco y negro de Kazue Nagatsuka, no oculta sus intenciones de rendir homenaje al ¨noir¨ puro y duro, obviamente de raíces americanas, y presentar a un personaje propio de él: Ryuichi, el asesino del despiadado Akazawa, un hombre impertérrito y lacónico habituado a la violencia y devorado por ella que, sin embargo, pronto va a protagonizar un inesperado acto de rebeldía.
Porque la mujer a la que tuvo que asesinar (por motivos que, muy acertadamente, no se nos detallan) era su novia, y eso ha sido la gota que ha colmado el vaso. Hasebe brinda a este asesino la compañía de dos hermanos menores: Eiji (que dirige un pub de moda, con joven artista negro incluido) y Saburo (un boxeador aspirante deseoso de ser campeón); perfiles y entornos conocidos que no hacen sino reafirmar su condición de tributo al cine americano. Estalla por fin la intriga al declararse una guerra abierta entre los tres hermanos y Akazawa.

Fan de John Huston, Robert Siodmak, Raoul Walsh y Samuel Fuller entre otros, Hasebe recoge el testigo de su cine y pinta sobre el áspero lienzo en blanco y negro de Nagatsuka un retrato colmado de amargura, odio que pudre las entrañas y un extremo placer masoquista por el sufrimiento humano, es un retrato de perdedores y malhechores a pie de calle sin concesiones a la sensibilidad ni amables casualidades. De esta forma nos empuja a su entorno urbano sucio y agobiante donde tres hombres solos desarrollan esta imparable escalada de violencia contra todo un imperio del crimen.
Es una contienda cara a cara donde chocan el amor familiar, la profunda amistad y el sentido del deber (incluso si es hacia algo tan repugnante como el trabajo de asesino a sueldo); la moral o cualquier cosa que se le parezca no tiene cabida. Como harán los protagonistas de la futura ¨Sympathy for the Underdog¨ de Fukasaku, los tres hermanos Kuroda se lanzan a conquistar el territorio, amenazando, agrediendo, chantajeando, en resumen asumiendo el rol de aquellos a quienes se enfrentan, porque la única forma de hacerse con el poder es a través de la violencia y el miedo.

El pintoresco personaje de Chico, encarnado por un simplemente genial Ken Sanders, parece actuar de narrador (más bien trovador) de esta gesta callejera transformada en turbulento vendaval de odios, y en su epicentro, y para subrayar el elemento dramático, se inmiscuyen un súbdito de Akazawa llamado Shirasaka, que comparte una longeva amistad con Ryuichi y que se ve acorralado al debatirse entre la lealtad a su jefe, y Aiko, sufrida novia de Saburo que intenta por todos los medios llevarle por el buen camino (personaje realmente típico de estas películas). Se concentra toda esta intriga para desatarla a lo largo de un emocionante último tramo.
Y que derivará en un clímax cuya puesta en escena y sentido del ritmo están coordinados a la perfección por Hasebe (y por el montador Akira Suzuki); sin duda todo un homenaje al ¨western¨ en la mejor tradición de Leone o Peckinpah (atención a los instantes previos al tiroteo, cuando los hombres se aproximan por la vacía autopista), pero que inevitablemente remite al de ¨A Colt is my Passport¨ (estrenada poco antes y donde Hasebe ejerció de director de la 2.ª unidad). Shishido, por su parte, nunca defrauda en estos papeles, un heredero japonés de los tipos duros al estilo de Bogart o Robert Ryan; tras él y sus prominentes pómulos unos buenos Tatsuya Fuji, Jiro Okazaki, el siempre carismático Hideaki Nitani (otro habitual de Suzuki) y Takashi Kanda.

Vigoroso y agrio relato, estilizado y crudo, que podría haber ocupado las páginas de alguna novela de Elmore Leonard, Seishi Yokomizo o W.R. Burnett, y que confirmó el talento de Hasebe (sólo siendo su segunda película), quien seguiría dirigiendo más obras dentro del ¨thriller¨, pero quizás ya sin una calidad similar a la de esta ¨Minagoroshi no Kenju¨.
La podrían haber dirigido Suzuki, Furukawa o Masuda igual de bien pero el resultado quizás no habría sido el mismo. Una pequeña joya del cine nipón moderno enterrada en el olvido que no obstante marcó, y muy visiblemente, a futuros directores: de Ishii, Tarantino (¡cómo no!...) y Johnnie To a Kitano, Hill o Woo, porque deben mucho a la obra de Hasebe, aunque casi nadie lo sepa.



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