Ficha Desafío en la Ciudad Muerta

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Críticas de Desafío en la Ciudad Muerta (2)




Mad Warrior

  • 23 Dec 2021

7



Las tierras de Lone Pine y Death Valley se extienden hasta el infinito, una inmensidad de espacios abiertos que nos llena de oxígeno los pulmones...
aunque dependiendo de la situación también puede resultar un lugar inquietante, de polvo asfixiante y sol abrasador, una prisión al aire libre de la que uno no puede escapar...

En 1.957 el natural de Illinois, John Sturges, ha logrado uno de sus mayores éxitos, y que con el tiempo se convertirá en joya imperecedera del ¨western¨: Duelo de Titanes¨, si bien su versión de los hechos tiene poco o nada que ver con la realidad histórica (se redimirá mucho después con ¨La Hora de las Pistolas¨); pero ante todo este hombre era un cineasta austero y conciso capaz de contar una historia sin detenerse en detalles secundarios, un retratista de hombres duros para quienes la violencia forma una parte consustancial de sí mismos, algo vital para dar espíritu y psicología al género.
Por supuesto esta carga filosófica lindante al fatalismo aparecía casi siempre disimulada bajo un trazo de clasicismo muy reconocible en títulos considerados menores, caso de ¨The Law and Jake Wade¨, que llevaba por primera vez a la pantalla una obra del buen Marvin Albert, autor de novelas negras e historias del Oeste. Esa habilidad de Sturges para meter al espectador en la intriga sin necesitar la presencia de prólogos o personajes secundarios aquí se demuestra a la perfección: un hombre armado penetra en una cárcel a punta de escopeta y libera a un antiguo compañero de fatigas. Introducción fugaz y violenta.

Esta acción inicial viene a esconder la verdadera naturaleza perturbadora de una historia protagonizada por dos seres que se odian a pesar de mantener un código de honor en el que no puede faltar la lealtad, Jake y Clint; quedando el segundo libre y más aún con rencores guardados y la promesa de un reencuentro, es de esperar que un desastre se producirá entre ellos. Sorprendente decisión la del guión de transformar a ese Jake en un agente de la ley, y además felizmente emparejado con una bella mujer (Peggy, guapísima Patricia Owens), trayéndonos recuerdos de la gran película de Anthony Mann ¨El Hombre del Oeste¨, donde el pasado sangriento de un hombre reformado regresa para golpear su presente.
Objeto de discusión en cuanto a exclusividad debido a que ambas se estrenaron el mismo año, pero la de Sturges llegó unos meses antes. No tardará éste en hacernos prisioneros, como al protagonista, de una venganza tortuosa; Clint, con la expresión iracunda y descarada de Richard Widmark, se erige en maestro de ceremonias de este castigo que impone sobre su viejo amigo y su mujer. Salimos de la ciudad y nos embarcamos en un periplo, de vida y muerte, lealtad, odio y ambición, a través de bellos desiertos del Oeste americano, excelentemente filmados y fotografiados por Robert Surtees.

El director invierte el sentido de claustrofobia aplicado por Daves en ¨El Tren de las 3:10¨, pues en lugar de aislar a la pareja protagonista en un espacio cerrado prefiere hacerlo durante su viaje, a plena merced de Clint y su banda, de tal forma que aun cruzando páramos abiertos sintamos su inevitable sensación de desasosiego al estar muy presente el yugo de la muerte, y al serles siempre arrebatada la posibilidad de escapar. Mientras, aquél se las arregla para perfilar atmósferas de tensión psicológica, deudoras del cine negro, permitiendo desvelar los sombríos recovecos del pasado de los personajes.
Tan al pie de la letra se lo toma el bueno de Sturges que dedica uno de los instantes más escalofriantes a conocer al secundario psicótico de turno, encarnado por el eterno villano Henry Silva (realmente extraño pues sus revelaciones de una infancia atroz parecen meterse en la historia con el mayor de los calzadores y sin que hayamos preguntado nada...). Esta introspección de caracteres alcanza su mejor momento cuando Jake y Clint regresan a sus tiempos de amistad, donde el fantasma de la guerra aparece para ofrecer una retorcida visión de la historia estadounidense.

O más bien observada desde una honestidad corrosiva, siendo el conflicto bélico un mero pretexto para hacer de la violencia y la crueldad humanas una necesidad, incluso una obligación, y más tarde condenando la sociedad como asesinos a los mismos hombres a quienes se veneraba por sus horrendos actos (la historia de las conquistas y las naciones sufre estas paradojas); así se liman las semejanzas entre esos dos hombres, unidos por el pasado y separados por la quiebra de la amistad. Un tercer acto se sitúa en la ciudad muerta del título traducido donde se esconde el tesoro ansiado, y se podrían haber mantenido los ambientes de intriga con los elementos que se tenía a mano...
Pero en lugar de eso Sturges introduce una amenaza exterior (aunque ya lo era la presencia de Rennie): la los indios. Esto lleva a demostrar, una vez más, su impecable manejo de la acción, registrada por su cámara con fiereza e intensidad; muy disfrutables momentos pero inevitablemente típicos del ¨western¨, e innecesarios, pues en este caso no habría que buscar a los verdaderos enemigos fuera del núcleo de protagonistas, sino dentro de él. Para colmo se le otorga a Jake la oportunidad de deshacerse de sus demonios al revelarse su inocencia en un acto repugnante del pasado.

Algo muy adecuado para que el recto Robert Taylor conserve limpia su imagen, sin oscurecer demasiado a su personaje. Y aun con un clímax de giros e intrigas, el guión no se desprende de ese duelo tan clásico y hombrío, tan propio del ¨western¨: cara a cara, anti-héroe redimido contra villano despreciable.
Se agredecería algo de originalidad al material y al desarrollo del argumento, sin embargo la aventura trepidante, cruenta, llena de suspense y un interesante estudio de personajes que se nos brinda no desmerece en absoluto. Sí, es un clásico menor del cineasta, pero clásico al fin y al cabo.



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  • 25 Jul 2019

6


Aceptable western, que sin ser de los mejores del género (es más, está muy lejos de serlo), se deja ver.
Richard Widmark desborda carisma como siempre y Robert Taylor no tiene pinta de cowboy pero zafa. El resto del elenco cumple.
Dura mucho para lo poco que se cuenta (sobre todo en la primera hora, en el tercer tercio sube el interés).
La dirección, sacando pequeños detalles, está bien.
En fin,sin ser una obra maestra resulta aceptable!



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