Ficha La Muchacha bajo el Cielo Azul


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Críticas de La Muchacha bajo el Cielo Azul (1)




Mad Warrior

  • 31 Dec 2021

6



Una joven que aún no sabe lo que es ser mujer se halla bajo un cielo azul completamente despejado que la observa entrañable y en silencio.
Esta chica habrá de recorrer mucho camino para poder gritar al cielo que ya nunca más necesita su atención, y será un emocionante viaje de descubrimiento vital...

Poco le queda al veterano Hiroshi Shimizu para terminar su carrera y un suceso tan trágico como la muerte de Kenji Mizoguchi en verano de 1.956 marcan de algún modo la transición por la que habrá de pasar el panorama cinematográfico japonés. Una generación se va y otra empieza a llegar, y con mucha fuerza, una generación contestataria que se concentrará en destacar los nuevos valores y los ideales de la juventud dentro de la estoica tradición nipona; Shohei Imamura será uno de ellos, y Seijun Suzuki, y Nagisa Oshima, pero antes de estos genios llegará con sonoras zancadas Yasuzo Masumura.
Se trata de un apasionado del cine que ha dejado leyes y filosofía para ir a estudiar a Italia, y la influencia que recoge de Michelangelo Antonioni, Federico Fellini y Luchino Visconti la trasladará en su tierra natal. En 1.957 sobresale con la rebelde y optimista ¨Besos¨; en su debut aparece una pareja que le acompañará largo y tendido, Hitomi Nozoe y Hiroshi Kawaguchi, pero otro encuentro marcará aún más su obra. Antes de ascender en Daiei como realizador, trabaja de asistente, y con Mizoguchi y Kon Ichikawa de manera regular; en estos films destaca una joven actriz llamada Ayako Wakao (realmente Fumiko Kurokawa), que se está abriendo camino con facilidad gracias a su belleza y energía, una chica que cautiva al público al instante.

Es lógico caer rendido a sus pies, y eso debió ocurrirle al director, pues se une a ella en su siguiente trabajo y ya no la dejaría escapar hasta mucho después, tal como pasó con el guionista Yoshio Shirasaka, futuro y asiduo colaborador con quien trabaja también por primera vez, en la adaptación de la novela ¨Aozora Musume¨ del autor Keita Genji; trío infalible que mucho habrá de ofrecer al cine. Un suceso terrible le sucede a la estudiante Yuko en plena reunión de amigas en las costas rocosas de su pueblo: su abuela, quien se encarga de ella, ha caído enferma y pronto muere.
Tragedia que revela una importante confesión: la auténtica madre de Yuko es una secretaria llamada Machiko que trabajaba para su padre, casado a la fuerza con la hija del jefe de la empresa, y para evitar los rumores fue apartada lejos de él. Así, de este apacible y casi inocente escenario insular el director nos lleva a las agitadas avenidas de la Tokyo de la posguerra, donde se vive el resurgimiento de la economía y la industria y la nueva generación ha adoptado sin problemas el estilo de la juventud norteamericana; Yuko es en esta jungla de carteles de neón, asalariados de grandes compañías y muchachos demasiado rebeldes un pez fuera del agua (tal como lo podía ser el bueno de Martínez Soria en ¨La Ciudad no es para Mí¨).

Esta sociedad en pleno ¨boom¨ será observada por el cineasta de manera mucho más ácida (¨Gigantes y Juguetes¨ o ¨Kuro no Chotokkyu¨), pero por ahora, y debido a que la productora apunta directamente a conquistar al joven público, sólo destaca el fervor de la mencionada nueva generación, que sustituyen los kimonos por chillones vestidos, las ceremonias del té por reuniones al más puro estilo ¨chic¨ californiano y el teatro noh por conciertos de ¨jazz¨, y cuyos modelos de perfección se hallan en el exterior (esa conversación inicial entre Yuko y sus amigas donde se ensalza la belleza de Sophia Loren y Gina Lollobrigida).
La manera de observar de Masumura es contestataria, dando voz a muchos personajes que expresan ideas liberales (el chico que cita frases de clásicos griegos o de la literatura rusa; el maestro Keikichi) y condenando los actos de los adultos (el padre que se deshizo de la hija ilegítima y que ni siquiera puede enfrentarse a su déspota esposa). Pero esto queda en segundo plano, pues lo importante es seguir a Yuko hasta esa casa donde mora una familia a la que en realidad ella no pertenece, y desde el primer momento la relación será amarga, iniciada con el golpe de una pelota de baseball lanzada por el hermanastro pequeño de la protagonista.

La historia se convierte entonces en una especie de versión moderna de la Cenicienta que popularizaría Perrault, con Yuko adoptando el papel de sirvienta y siendo maltratada por su madrastra Tatsuko y sus otros dos hermanastros (Shoji, un joven que pierde el tiempo tocando en una banda, y Teruko, una chica cínica y desagradable a la que bien le sentarían un par de guantazos como montañas).

Pero incluso en este ambiente tan lúgubre en donde el apellido Mimura resuena desde el pasado con amargos ecos, Yuko jamás perderá el coraje ni la sonrisa, siempre que tenga el cielo azul de su parte, y a no mucho tardar se gana la confianza y admiración de muchos, para desgracia de su familia postiza.

Y más aún cuando su padre sólo parece tener ojos para ella. Y es que la joven, con su aspecto inocente y dulce pero fuerte y decidido, representa la perfección femenina de la juventud en todos sus aspectos, y difícil resulta resistirse a ella, tanto para el padre como para Ryosuke, el pretendiente de Teruko, quien se enamora de ella al instante; y Masumura se esfuerza en demostrar esto extrayendo con su cámara toda la belleza y vitalidad que posee Wakao (aunque aún falta para que la filme en todo su esplendor).
La búsqueda de la madre perdida determina la segunda parte del film, menos desasosegante y más dinámica y emocionante. Búsqueda en la que participan Ryosuke y Keikichi, enfrentados por el amor de la joven al más puro estilo de las ¨screwball comedies¨ hollywoodienses. El director, que no tardará mucho en dar a sus películas tonos más agrios y oscuros, vuelve a tocar el melodrama desde un punto de vista enteramente luminoso, a pesar del vendaval de tragedia que acontece.

Porque por muchas piedras que Yuko encuentre en el camino, su destino no será quedarse en el acantilado de su pueblo gritando el nombre de su madre (como hacía Tamaki en ¨El Intendente Sansho¨, que se homenajea), sino encontrarla por todos los medios, y nadie podrá impedirlo.

Esa alegría, esa sensación de vivir dentro de un sueño eterno y el abogar por la esperanza y la ilusión sobre todas las cosas, ya expresado en ¨Besos¨, se contagian y como en aquélla la conclusión deberá ser satisfactoria (hay que contentar a ese público que tanto ha estado viendo sufrir a la protagonista); el futuro realizador de ¨La Mujer de Seisaku¨ será más duro y despiadado con el paso de los años.
Buenas interpretaciones de Keizo Kawasaki, Chouchou Miyako, Kuniko Miyake, Kinzo Shin, el pequeño Yukihiko Iwatare y Chieko Higashiyama (la abuela de ¨Cuentos de Tokyo¨) en una breve aparición, pero el encanto y entusiasmo de la preciosa (preciosísima, mejor dicho) Ayako Wakao la ponen por encima de todos sus compañeros de reparto. Candorosa mirada a las vicisitudes y tragedias familiares con cautivadora heroína al frente y una pizca de humor que no destaca como una de las mejores obras de su realizador, pero significará un punto esencial en su carrera posterior.

A partir de entonces, bien logrado el aplauso del público gracias a su nueva musa, seguirá colaborando con ella en una serie de trabajos memorables cuya cúspide de dicha relación será ¨Red Angel¨, y nadie la filmará tan bien como él.



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