Ficha Teenage Yakuza


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Críticas de Teenage Yakuza (1)




Mad Warrior

  • 3 Jun 2020

4



Hay un paso de la adolescencia a la edad adulta, pero a veces dar este paso implica deber, responsabilidad y la inteligencia como para dejar atrás el amargo pasado y seguir adelante.

Una nueva década amanece en Japón. Las protestas anticapitalistas de la izquierda contra la existencia de las bases militares estadounidenses aumentan, y la occidentalización, ya instalada y disecada en el espíritu de la nación, ha llevado a toda una generación a rebelarse contra los remanentes de la tradición; no es el modelo del samurái lo que imita la juventud, sino el del rebelde pandillero americano, encarnado en James Dean. El cine quiere hacer eco de este sentimiento contestatario y olvidar la solemnidad del tradicionalismo; una nueva ola de cineastas, surgida irónicamente del seno de los grandes estudios, capitanea este panorama.
Empiezan a despuntar Nagisa Oshima, Yasuzo Masumura, Yoshishige Yoshida, Masahiro Shinoda, Shohei Imamura y Seijun Suzuki, y para cuando Ozu estrena su última obra sus vanguardistas sustitutos se dedican a retratar el lado más sórdido, brutal y sucio de la sociedad, y casi siempre con chavales como protagonistas de sus relatos; algunos ejemplos son ¨Historias Crueles de Juventud¨ (Oshima) o ¨El Inútil¨ (Yoshida). El sr. Suzuki también ha dejado patente su visión de la nueva y descarriada generación en varias películas que realiza bajo contrato de Nikkatsu, cuyas producciones están enfocadas en atraer sobre todo al público adolescente.

Para entonces, el director lleva trabajando seis años en la compañía de Kyusaku Hori a un ritmo frenético; destaca ¨Apunten al Camión de Policía¨ pero aún no ha realizado ¨Akutaro¨, punto de inflexión en su carrera según él, y queda mucho para ¨Historia de una Prostituta¨, uno de sus grandes trabajos. Nozomu Yoshimura y Mamoru Okusono preparan a toda prisa un guión que le será confiado a Suzuki, y que vuelve a enfocarse en esa problemática juventud de los años 30 de la era Showa; el cineasta ya tiene experiencia en estos temas (los cuales supo tratar con sumo desparpajo y acidez en ¨La Edad Desnuda¨ y ¨Subete ga Kurutteru¨).
Los protagonistas son ahora dos muchachos, Jiro y Yoshio, compañeros de instituto y unidos por una gran amistad, que en lugar de aprovechar el tiempo estudiando lo hacen, como otros de su edad, en la calle, recorriendo los bares y salones de juegos, divirtiéndose con su pandilla de amigos, haciendo apuestas y hablando de sueños de universidad y futuro que saben que nunca se materializarán. Pero no sólo es su mala actitud, también influye su entorno, una de tantas ciudades del Japón capitalista y con recto avance hacia el progreso que sin embargo se halla bajo el estigma de la criminalidad, la violencia y la corrupción, representado esto en un grupo de yakuzas que tiene a todos los vecinos aterrorizados.

Suzuki no es Fukasaku, por lo que no pretende lanzar la misma desgarradora y abrasiva mirada a un problema social tan grave; en su lugar enfoca la historia desde la perspectiva juvenil, vivaracha e ingenua de su protagonista (y que curiosamente adoptarán algunos adultos) no por ello suprimiendo un cierto tono pesimista y amargo, lo cual queda bien reflejado en la precariedad que han de soportar las familias y trabajadores del lugar y las malvadas acciones que esos mafiosos de tres al cuarto llevan a cabo, mientras el patético jefe de policía (con aspecto de militar fascista) se dedica a dar vueltas en su oficina.
Este ambiente duro y brutal será el que trastoque la vida de los dos amigos y sus familiares, siendo ese punto de inflexión un conflicto con los yakuza que dejará cojo a Yoshio y el empeño de Jiro por ayudarle consiguiendo el dinero que muchos debían al fallecido padre de éste (uno de esos camiones que ayudan a levantar el progreso del país es el culpable); Yoshimura, Okusono y Suzuki dejan a sus personajes a las ironías del destino, y si antes combatían yakuzas, ahora Yoshio se une a su clan (por aquello de ¨si no puedes con tu enemigo...¨) mientras Jiro actúa de guardaespaldas logrando la confianza de sus vecinos (casi como otro yakuza).

Por desgracia estas producciones que maneja Nikkatsu son baratas, sin mucha ambición artística y de consumo rápido, lo justo para que rindan bien en taquilla, provocando el no contar con un guión elaborado, que practica la elipsis a un ritmo nada creíble ni fluido, introduciendo un gran número de personajes descritos a ojo de buen cubero y salta de suceso en suceso de forma abrupta; un claro ejemplo es la opinión que han de tener aquellos que rodean a Jiro, adorado antes de su detención, vilipendiado por todos tras ella (desde sus amigos y familiares a sus vecinos, quienes tanto le querían), y de la noche a la mañana, por culpa de la influencia yakuza.
Como tampoco es un producto enfocado a un tono serio, es la amistad, la igualdad, la bondad ante la maldad y la corrupción y la esperanza de futuro lo que acaba determinando el devenir de la trama, con esos Jiro y Yoshio separados por la desgracia y que deberán unirse en la violencia, cada uno al nivel del otro y preparado para una nueva vida. El carismático Tamio Kawaji vuelve a colaborar con el cineasta en un papel que le viene como anillo al dedo, acompañado de los correctos Kotoe Hatsui, Asao Sano, Zenji Yamada, el mítico Tatsuya Fuji, la guapísima Noriko Matsumoto y una muy enervante Midori Tashiro, a la que dan ganas de partirle la cara.

Sin grandes medios ni alardes, ni siquiera con unos actores conocidos, y trabajando (como era costumbre del pobre hombre) bajo las prisas y exigencias de Nikkatsu, Suzuki factura una fábula cuando menos entretenida y amarga sobre los problemas sociales del Japón de la época y la inevitable implicación de los jóvenes en ellos...
Pero eso sí, desaprovechando cosas que podrían haberse hecho bajo el mando de la productora correcta. Al año siguiente comienza la etapa de gloria del nipón, que inaugura orgullosa ¨Tantei Jimusho 23¨.



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