Ficha Brigada Homicida


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Críticas de Brigada Homicida (1)




Mad Warrior

  • 31 Mar 2021

7



Una gran ciudad, dos policías desesperados, un gran problema que es la causa de tal desesperación y sólo 72 horas para resolverlo.
Leonard, McGivern o Burnett no habrían concebido de mejor manera este crudo relato de policías, asesinos y calles que patear.

Pero el encargado de hacerlo es alguien que sabe mucho del tema, ni más ni menos que el sr. Don Siegel, responsable de algunos de los mejores policíacos del Hollywood clásico. En 1.968 el icónico McQueen protagonizó ¨Bullitt¨, que otorgó a estos films un punto extra de dureza y elegancia al mismo tiempo y abriendo en el mismo nuevos caminos con que vislumbrar las nuevas tendencias del ¨noir¨ que explotarían en la próxima década; sin embargo, en el mismo año, Siegel se encargaría de rodar un título no menos imprescindible del género: ¨Madigan¨.
Basada en una novela del otrora comisario jefe y redactor Richard Dougherty cuyo libreto correría a cargo de Howard Rodman y Abraham Polonsky (ambos miembros de la Lista Negra de Hollywood), la producción no pudo resultar más complicada e inviable en muchos sentidos, sobre todo por el carácter extremadamente autoritario y presuntuoso del productor Frank Rosenberg, quizás sea esta la causa del nervio y la ferocidad expuestas en la película, iniciada con una trepidante secuencia en las calles de una conflictiva, sucia y peligrosa New York donde dos agentes descuidados pierden la oportunidad de atrapar a un delincuente.

Puertas destrozadas a patadas, policías amenazantes, callejones de mala muerte, persecuciones por azoteas y miles de palabrotas; ver ¨Madigan¨ es regresar a un cine de acción extinto, hoy imposible de realizar, y los fans del género en esta vertiente clásica (la más auténtica y directa) sabemos disfrutarlo. Pero el argumento practica una curiosa bifurcación: por un lado nos quedaremos junto a Madigan y Bonaro (prefiguración de la pareja de ¨The French Connection¨ y las de otros cientos de títulos más), obligados a encontrar en un plazo de tres días a Benesch, criminal escurridizo que además ha robado la pistola del primero (concepto quizás tomado de ¨El Perro Rabioso¨).
Siegel se sirve de este dúo para observar la conducta policial desde la calle y el entorno que les rodea, así nos arrastra por bares, clubs, callejones, prostíbulos y demás; por otro lado se observará la situación desde las altas esferas y las oficinas, el aspecto más burocrático, con otra pareja formada por el comisario Russell y su amigo, el inspector jefe Kane. Estos escenarios, en apariencia muy distintos, compartirán un gusto obstinado por la doble moralidad, una de las claves del film y que marcará a los futuros policíacos de ¨La Jungla Humana¨ y ¨Harry, ¨el Sucio¨ ¨, (que mucho deben a ¨Madigan¨).

Las crisis y los movimientos sociales de la época han ido transformando a los agentes, adustos y fieros, en ningún modo descritos como héroes guardianes de una ley y un orden que se distancia considerablemente de la idea de justicia; en un momento dado Madigan profiere sin reparo ¨Somos honrados cuando podemos permitirnos ese lujo¨, confirmando cómo a veces los defensores de la sociedad se han de amoldar a una moralidad ambigüa más cercana a la de los criminales contra quienes combaten. En todo caso Siegel intenta humanizar al policía, haciéndole caer en la culpa y la corrupción pese a su rectitud y tenacidad, aunque exista siempre una razonable justificación (como en el caso de Kane).
La historia, que fluctúa entre las vicisitudes callejeras y las de oficina, incluso se toma tiempo para inmiscuirse en la vida privada de los protagonistas, por medio de la cual se subrayará todavía más esa doble moral presente en todo momento (la aventura que sostiene el comisario con una mujer casada o la tan pésima relación matrimonial entre Madigan y Julia, y que nos brindará instantes que a más de uno podría revolverle las tripas). Esto, además de proponer (muy acertadamente) un respiro a la trepidante cacería de Benesch, acerca el film a los terrenos del melodrama, tanto psicológico como romántico.

No obstante, para aquellos que conozca de sobra a Don Siegel, estos momentos dramáticos se presentarán con la sensibilidad de un cactus del desierto (particularmente incómoda es la secuencia en que Julie es abandonada por su esposo en una fiesta de la policía). Todo este contrapunto a la acción y la intriga permiten a Rodman y Polonsky seguir el espíritu literario de Dougherty y darnos momentos tan gratificantes como esas conversaciones y anécdotas entre los protagonistas, esenciales para desarrollar su personalidad y ofrecer una rica introspección psicológica, adquiriendo así la película una gran frescura y sensación de autenticidad realmente necesarias.
Richard Widmark y Henry Fonda no podrían desempeñar sus papeles con mayor actitud, especialmente el primero en esa línea de policía agresivo y solitario (su matrimonio es poco menos que un obstáculo a su trabajo); Harry Guardino, actor de carácter que por desgracia siempre pasa desapercibido para la mayoría, debería haber contado con mayor atención en la historia. Un trío protagonista encabezando un magnífico elenco donde también merecen destacarse a Inger Stevens y Susan Clark, James Whitmore y ese Steve Inhat como el desgraciado de Benesch.

Contando luego con una serie de corta vida, esto es una novela negra de bolsillo que ha cobrado vida, sucia, violenta, intensa y con un clímax arrollador que vuelve a dejar claro la gran habilidad para dirigir acción de Siegel, a quien poco le faltaba para unirse a Eastwood en ¨La Jungla Humana¨ (donde aparecen algunos actores de la que nos ocupa), primera de sus muchas colaboraciones.
Y esa frase que recalca la amargura de la historia (ligera versión con la que concluía ¨La Ciudad Desnuda¨): ¨No lo sé, Charlie...mañana será otro día¨; pues lo que hemos contemplado es un caso de tantos a los que la policía ha de enfrentarse continuamente. Ya habrán otros criminales, ya caerán otros agentes, la ciudad se sigue moviendo. Brutal.



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