Ficha Asuntos Pendientes

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Críticas de Asuntos Pendientes (1)




Mad Warrior

  • 15 Mar 2020

6



La corrupción y la ambición ha formado parte desde tiempos inmemoriales del universo policíaco, y es que quizá sea fácil corromperse en un oficio de contacto continuo con ese mundo y sus lacras que se disponen al otro lado de la ley...

Quizá una de las mejores muestras de este tema dentro del cine sea el clásico de Sidney Lumet ¨Serpico¨, pero mencionando todo esto hay que decir que el público se ha acostumbrado y acomodado tanto al cine americano que ignora la existencia de otro buen cine policíaco, el que encontramos en el extranjero, en este caso en el llegado de Europa. Si un cinéfilo se centra en Francia recordará sin duda el ¨noir¨ de Jean-Pierre Melville, pero también hay obras contemporáneas muy interesantes como ¨36 Quai des Orfèvres¨ (bautizada en nuestro país con el horrible título ¨Asuntos Pendientes¨).
Obra cuyo guión y dirección corren a cargo de Olivier Marchal, agente de la ley reciclado en cineasta para quien el ¨thriller¨ no es un género que entrañe secretos (y ¨Gangsters¨ o ¨MR 73¨ son buena prueba de ello), tomando de inspiración para su proyecto los robos reales del conocido grupo Gang des Postiches, que perpetró numerosos atracos en el París de los años 80, y el escándalo organizado por la incompetencia y los cuestionables métodos del cuerpo de policía encargado de su detención, que fue, como se detalla en la película, el perteneciente al departamento 36.

Todo comienza, como no podía ser de otro modo, con la presentación de los agentes, ignorantes de que un nuevo robo a un furgón se ha cometido y no ha habido testigos de ello; Marchal pone empeño en dos aspectos: retratar con extrema severidad el entorno criminal y policíaco, dotando a ¨36 Quai des Orfèvres¨ del estilo clásico y seco de los ¨thrillers¨ de antaño (los de Siegel o Winner), y manejar con nervio la acción y el ritmo. Sin embargo este primer tramo, que nos recordará inevitablemente a ¨Heat¨, oculta aspectos más oscuros en su argumento, los cuales se revelarán poco a poco, pues la frenética caza de los ladrones no es el auténtico motor de la película.
No, aunque parezca mentira. Lo serán las tensiones que se viven en el seno del cuerpo, con Léo Vrinks y Denis Klein, dos jefes de dos brigadas distintas y quienes comparten un pasado común de amistad, viéndose enfrentados en el caso y ¨compitiendo¨ por el puesto a director del departamento, lo que alimenta el ansia de poder y la codicia del segundo; mediante se desarrolla la investigación, Marchal esboza una delgada y débil línea entre policías y criminales, una línea fácil de cruzar, tanto que a cada paso que da la trama más complicado resulta distinguir entre unos y otros.

En efecto, los agentes que vemos aquí actúan como gangsters (memorable la secuencia del bosque), mantienen contactos y favores con peligrosos confidentes (tributo literal del director a Melville), hacen caso omiso del código que juraron proteger y su actitud es tan brutal y descarnada como la de los maleantes a quienes persiguen; es, enteramente, un entorno implacable y brutal en el que se nos sumerge. Tras una breve intromisión en la vida privada de los protagonistas y a partir del fracaso en la operación de captura el film empieza a virar su enfoque, ya relegando por completo a los ladrones y centrándose en el duelo cara a cara de Vrinks y Klein y sus respectivos grupos.
¨Asuntos Sucios¨, ¨Distrito 34: Corrupción Total¨ o la china ¨Infernal Affairs¨ parecen servir de influencia a esta segunda mitad, dominada por un desasosegante suspense (tanto más cuanto que es fácil empatizar con Vrinks) y donde se desencadena una sucesión de turbias intrigas que bien ponen en entredicho la ética que impera en el cuerpo haciendo hincapié en la corrupción del alma y la moral por el poder y la fama. La visión del cineasta, quien parece estar lanzando una vengativa diatriba contra el ambiguo y deshonesto oficio que un día ejerció, no deja títere con cabeza.

La constante desgracia de Vrinks a causa de las maquinaciones de Klein marca un tercer acto ya llevado por el drama y marcado indiscutiblemente por el espíritu del cine de Lumet donde la acción del comienzo es un espejismo y donde el ritmo se ralentiza mucho por el denso desarrollo; de paso tampoco es fácil soportar la injusticia a la que está condenado el protagonista. Es sin duda el modo pausado y excesivamente melodramático de narrar la acción la causa de que la película se desinfle en este útimo tramo mientras el final se aproxima (que teniendo en cuenta por todo lo que pasa Vrinks deja al espectador decepcionado y confuso).
Enfrentados en un genial duelo interpretativo un Gérard DePardieu detestable y aborrecible como pocas veces le hemos visto en pantalla y un Daniel Auteuil que acapara toda la atención con su imponente y enigmática presencia y su fuerte carisma (repitiendo más tarde con el director en ¨MR 73¨ en un papel similar). Acompañando a estos dos titanes, las buenas actuaciones de los conocidos André Dussollier, Daniel Duval, Francis Renaud y Roschdy Zem, la de la siempre preciosa Valeria Golino y dos anecdóticas: la del propio director y la de la hija en la vida real de Daniel Auteuil, Aurore Auteuil (quien interpreta a Lola, ya adolescente).

¨Thriller¨ policíaco de manual. Tenso, frío, violento y oscuro, destilando clasicismo y oficio por sus cuatro costados, excitante al principio y mutando hacia el drama psicológico al final. No se puede evitar recalcarlo; Marchal nos engancha pero pega un traspiés y lo que podría haber sido no fue...
La inverosimilitud campa a sus anchas en un momento dado (y eso que el film está basado en hechos reales) y la conclusión es de todo menos intensa y sorprendente. Eso sí, resulta muy entretenida e interesante en su género y en la filmografía del director, y cuenta con dos protagonistas soberbios en sus respectivos papeles.



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