Ficha Permiso para Vivir


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Críticas de Permiso para Vivir (2)




Mad Warrior

  • 20 Nov 2021

7



Cuando un pedazo de tu vida es arrancado parece que el tiempo se ha detenido y no se puede continuar como si nada, pues una brecha se ha abierto y la realidad no es la misma, una herida por la cual penetran rencores, desilusiones y dolorosas mentiras. ¿Se puede volver a recuperar una vida ya perdida?

Kiyoshi Kurosawa es un director que ha sabido observar el mundo y los individuos que lo pueblan desde una perspectiva muy particular; de las amargas películas de yakuzas de su temprana filmografía, invadidas muchas por irrefrenables deseos de muerte y venganza, a sus títulos más recientes, donde recurre al fantástico o al género del suspense ya con una muy elevada perfección técnica y formal, el nipón siempre se esfuerza en radiografiar al ser humano de manera íntima y siempre por la vía de la introspección psicológica, revelando a veces muchos perturbadores misterios, pero sin privarles de pertenecer a un mundo cotidiano y tangible.
Tras ¨La Senda de la Serpiente¨ y ¨Los Ojos de la Araña¨, doble proyecto ¨espejo¨ rodado en vídeo para Daiei junto a los guionistas Hiroshi Takahashi y Yoichi Nishiyama, el nipón demostraría como nunca su dominio del carácter de sus personajes y las historias ubicadas en los lindes de lo mundano pero rozando esferas inopidamente inquietantes a partir de ¨License to Live¨, donde deja atrás las ¨yakuza eiga¨ y sus relatos más violentos para profundizar directamente en el drama, haciendo de la austeridad y la aparente desnudez argumental su seña de identidad.

Es arriesgado afirmar que esta obra abre un nuevo camino en su cine, pues los temas que trata vienen de muy lejos ya (hay que remontarse a aquel irregular y extraño debut ¨Kandagawa Wars¨), pero este nuevo enfoque se extenderá a ¨Charisma¨, ¨Barren Illusions¨ o la sublime ¨Sonata de Tokyo¨. Comenzamos de forma abrupta con un despertar, el de Yutaka, un joven que llevaba 10 años en coma a causa de un grave accidente; lo que acontece en los primeros minutos parece una comedia, sustentada sobre situaciones mordaces filmadas desde la distancia (estilo muy ligado al de Kitano, por ejemplo), pero nada más lejos.
Arropado por el huraño Fujimori, quien regenta un criadero de peces, ese niño atrapado en el cuerpo de un adulto, es, como todos los personajes del director, lanzado a un mundo cotidiano que desconoce y que le absorbe. Su opresión y alienación interior se exterioriza y crea ese entorno apático, plagado de sombras en movimiento; algunas de esas sombras que de mejor manera expresan su aflicción son las de su padre (Shinichiro), su madre (Sachiko) y su hermana (Chizuru), miembros de un núcleo familiar hecho pedazos. Ante este reducto de indiferencia y cinismo, Fujimori, amigo del padre, es el único que establece un verdadero vínculo paterno con el chico, sustituyendo al original.

Kurosawa no hace otra cosa salvo seguir paso a paso la experiencia vital del protagonista, despierto en un oscuro sueño sin saber si el suelo que pisa, si el aire que respira, si las sensaciones y emociones que siente son reales o el vestigio de una época pasada, quizás imaginada e inexistente. Cuando Yutaka pretenda reunir de nuevo a su familia vivirá una ilusión que anuncia su quiebra antes de iniciarse, por mucho que lo disfrute; una ilusión y una esperanza, la de reconstruir el rancho familiar en el terreno donde Fujimori tiene su negocio, siendo su incentivo un caballo extraviado, quizás abandonado, al que siente como su directo reflejo.
Fujimori, Murota (culpable de atropellar a Yutaka) y Kazaki (novio de Chizuru) dan cuerpo y voz a ese ser humano tan propio del cine del realizador (atención a la impagable conversación entre el primero y el tercero en la furgoneta), perdido, ajeno a la tierra en la que mora, que dirige el camino de su existencia hacia un punto difuso, lo cual realmente no importa en absoluto siempre que consiga descubrirse a sí mismo. Los protagonistas descubren y se descubren, aunque su lógica, torcida y humana, no les permita avanzar como es debido (todo al servicio de la interpretación, claro). Lo que queda en útima instancia es el vacío del presente.

Vacío metafórico que responde al vacío interior de los seres, y que Kurosawa cristaliza en la atmósfera, oscura y amarga, y en el entorno, árido y áspero. Siempre hay un vacío en su obra hecho escenario físico, un panorama desolador y acumulador de miedos, culpas e inquietudes, que brota del inconsciente de los personajes (el almacén de ¨La Senda de la Serpiente¨, el edificio donde se enfrentan Takabe y Mamiya al final de ¨Cure¨ o el mundo post-apocalíptico de ¨Kairo¨), resultado de toda esa pérdida de identidad y asunción del vacío emocional y espiritual.
Composición cuidada y puesta en escena sobria, austera, pero rica en matices, que circula por los caminos de Hirokazu Koreeda, Shinji Aoyama, Takeshi Kitano y sobre todo Shohei Imamura, pero con el sello tan personal e inclasificable del realizador, capaz de extraer las más grandes anomalías de la realidad más normal y creíble, y con un sentido del humor único. Koji Yakusho, Shun Sugata, Ren Osugi, la artista Saeko ¨Lily¨ Kamata y un irreconocible Sho Aikawa (sobre todo para los que estén acostumbrados a sus yakuzas irascibles) destacan en papeles carismáticos, sencillos a simpe vista aunque muy complejos en el fondo. Con Hidetoshi Nishijima, por su perenne abulia y testarudez, es difícil empatizar con él.

Obra menor o quizás mayor del director, pero merece la pena descubrirla como desafío. ¿Y de qué sirve esa búsqueda incansable de identidad? Para poder confirmar, por última vez, una pregunta tan fácil como ¨¿Realmente he existido o sólo estoy soñando?¨. Y es que el sueño termina por romperse (aquí físicamente), la ilusión se desvanece, las aguas ya tranquilas vuelven a su cauce, las sombras rodean al protagonista hasta el útimo momento, quien al final ve la luz (los deudos y amigos luciendo trajes negros frente al blanco puro del féretro).
¿Hubo una chica que quería ser cantante en New York?, ¿un rancho?, ¿un local de cómics donde se robaba?, ¿hubo siquiera un accidente? Nada se nos desvela; no hay pasado ni futuro, sólo presente, áspero y retorcido.



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EvilRaider

  • 10 Oct 2016

7


Desde que el director realizase en 1997 su obra magna “Cure” y hasta algunas cintas posteriores que son en su gran mayoría conocidas (Charisma, Séance), rodó una serie de filmes desconocidos por la gente (el dúo vengativo de Eyes of the Spider y Serpent’s Path, los Gakko no Kaidan, su serie de yakuzas con Shô Aikawa, etc) y precisamente “License To Live” es otra de esas. Kiyoshi Kurosawa como ya él mismo admitió en varias entrevistas, no quiere que le identifiquen como un artista del cine de horror japonés, ya que también realiza incursiones en otros géneros. Esto lo vimos en sus pinkus (Kandagawa y la Chica DoReMiFa), las vengativas anteriormente citadas y ahora le toca el turno a la comedia. Pero claro, como ya se sabe el cineasta no sólo va a rodar una comedia, sino que también desmontará el género implementándole otros como en este caso, el drama. De hecho, “Permiso Para Vivir” se podría autodenominar como una triste comedia dramática.

El filme sigue la evolución de un chaval de 24 que recién se despierta de un coma de 10 años, lo que podría decirse comúnmente como “re nacer”, ¿no? Pero como ya le advirtió su médico, “el mundo que conocerás no será como lo recuerdas”. Sabias palabras. Pues es lo que pasa.
El joven, llamado Yoshii e interpretado por ¨Hidetoshi Nishijima¨ tiene que afrontar desde la mente de un crío pre adolescente el mundo de los adultos (siendo el eje de la película) comenzando por la delicada situación de su familia, su relación con el amigo de su padre Fujimori, ¨Kôji Yakusho¨ o sus antiguos amigos del instituto. Todo ello desde el punto de vista del protagonista, el cual mantiene una actitud bastante pasota de lo que le rodea y que yo, la primera vez que vi la peli no entendí, pero luego sí: a veces es mejor no inmiscuirse demasiado para no salir herido. Esta filosofía que en algunas ocasiones puede resultar molesta, inverosímil o hasta cómica, es vital para no sólo el prota sino para todos los personajes.

La relación e historias de todo el elenco de personajes me ha parecido muy bien dirigida y relacionada, sin olvidarse de ninguno y utilizándolos de una forma en la que marquen a nuestro joven en cuerpo de adulto en mayor o menor medida. En lo personal valoro con creces la actuación de Yoshii a lo largo de todo el metraje, puesto que yo en su lugar no sabría qué hacer o decir con semejante escenario que se topa.

Dentro del ya citado cast tenemos una baraja entera de actores que o son/serán marca de la casa o son bastante famosos: Shô Aikawa (Eyes of the Spider, Serpent’s Path), Taro Suwa (Ju-On), Shun Sugata (Marebito, Kill Bill), Kumiko Asou (Kairo), Ren Osugi (Eyes of the Spider, The guard from Underground, Charisma) o Masahiro Toda (Cure). Sorprendente cuanto menos y que para realizar una obra de este estilo curioso ver por ejemplo a Aikawa en un papel de secundario con un personaje atípico o a Asou con otros ojos distintos a la apocalíptica Kairo.

Por lo demás decir que la música y juegos de la cámara resultan los típicos de esa era del director, época en la que no paraba de sacar películas una detrás de otra y siempre de gran calidad.

En verdad, cuando terminas de ver License To Live sabes que ha habido partes que no has pillado porque es la misión del director también, cuestionar algunas escenas y crear la duda en el espectador, pero bueno, tampoco para tanto.

Al principio he dicho que es una comedia, ¿verdad? Me gustaría sacar este tema puesto que el humor que utiliza es una mezcla de ese humor graciosillo que antes molaba pero ya no, con ese del que te ríes por pena, no porque sea malo, sino por los personajes que lo sufren. Me he reído, me he conmocionado y me he extrañado; un aluvión de sensaciones que sabe sacar siempre un buen cineasta.

7/10



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