¨Femina ridens¨ es una de esas películas poco conocidas, de las que uno se pregunta por qué razón no tiene el prestigio que se merece. Su director, Piero Schivazappa, desarrolló su carrera en la televisión italiana, siendo esta su única película para cine. El film también es conocido en el mercado anglo como ¨La mujer que ríe¨, un título muy apropiado.
Es una película de difícil clasificación, ha sido clasificada como cine arte, erótica, y hasta giallo. Goza de una estupenda decoración art pop, muy 60s, destacando la escena con la gigantesca estatua de una mujer con sus piernas abiertas mostrando una vagina dentada, obra de la artista francesa Nikki de Saint Phalle. Esta escultura se ha convertido en el símbolo metafórico de esta inusual película, al igual que la misógina escena en que Philippe Leroy posa pisando a la guapa Dagmar Lassander.
Un elegante erotismo sado masoquista, una estética deliciosamente sixties, una apropiadísima banda sonora, sobre todo en la inolvidable escena de Dagmar danzando con un sexy traje de gasas, y un mensaje sobre el poder femenino que siempre termina al final saliéndose con la suya, suman para reivindicar esta injustamente olvidada película italiana como una muy buena muestra de euro-cult.
Miguel Arkangel
7
¨Femina ridens¨ es una de esas películas poco conocidas, de las que uno se pregunta por qué razón no tiene el prestigio que se merece. Su director, Piero Schivazappa, desarrolló su carrera en la televisión italiana, siendo esta su única película para cine. El film también es conocido en el mercado anglo como ¨La mujer que ríe¨, un título muy apropiado.
Es una película de difícil clasificación, ha sido clasificada como cine arte, erótica, y hasta giallo. Goza de una estupenda decoración art pop, muy 60s, destacando la escena con la gigantesca estatua de una mujer con sus piernas abiertas mostrando una vagina dentada, obra de la artista francesa Nikki de Saint Phalle. Esta escultura se ha convertido en el símbolo metafórico de esta inusual película, al igual que la misógina escena en que Philippe Leroy posa pisando a la guapa Dagmar Lassander.
Un elegante erotismo sado masoquista, una estética deliciosamente sixties, una apropiadísima banda sonora, sobre todo en la inolvidable escena de Dagmar danzando con un sexy traje de gasas, y un mensaje sobre el poder femenino que siempre termina al final saliéndose con la suya, suman para reivindicar esta injustamente olvidada película italiana como una muy buena muestra de euro-cult.
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