Ficha El rey de Nueva York

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Críticas de El rey de Nueva York (3)




Mad Warrior

  • 13 Oct 2022

8



Quizás estar en la cumbre no sea lo más importante, quizás todo el dinero del mundo no dé la felicidad, quizás tener poder e infundir temor en los demás no es suficiente ni tampoco necesario. Hay que pensar en hacer algo más para ser verdaderamente respetado, querido y recordado.
Frank White es el paradigma de esta máxima.

El 19 de Septiembre de 1.990 se estrena en EE.UU. la nueva y muy esperada obra de Martin Scorsese ¨Uno de los Nuestros¨, con unos envidiables resultados de taquilla a los que acompañan las muchas alabanzas por parte de la crítica; dicha obra, lejos de no aportar nada nuevo al cine de gángsters, es sin lugar a dudas un retrato en profundidad de todas las leyes y códigos imperantes en el mundo de la mafia, y la fuerza de la violencia que los dirige e impulsa. Tan sólo tres días después llega a las carteleras otro título de mismo género con señor mafioso de personaje principal.
Es un fracaso en su momento pero demuestra valor y temple para resultar, si no mucho, por lo menos mínimamente fresco y revitalizador dentro de su estilo. La película se llama ¨El Rey de New York¨ y se trata de un nuevo proyecto que el guionista Nicholas St. John realiza en colaboración de Abel Ferrara, quien había dejado la década anterior con la más que decente adaptación de la novela ¨Cat Chaser¨ de Elmore Leonard; el director no se desmarca del ¨thriller¨ criminal al que se ha estado dedicando durante toda su carrera para ponerse al frente de una historia que vuelve a inmiscuirse en los entresijos y maquinaciones de la mafia de Manhattan.

El protagonista de dicha historia es Frank White, un individuo al que muchos podrían categorizar, sólo con verle salir de la prisión en la secuencia de apertura, como ese prototipo de señor de los gángsters adusto, peligroso, ambicioso y únicamente preocupado de su pequeño reino del crimen. Nada más lejos de la realidad. Un paseo nocturno en limusina por los más negros y sucios suburbios vuelve a colocar a ese otrora rey mafioso en su hábitat natural, la misma donde seguramente nació, se crió y fue adquiriendo experiencia, sabiduría y un nombre frente a la adversidad: la calle.
Así, Ferrara rueda un relato situado a ras de acera, cuyo único y esencial escenario será la calle (por mucho que el protagonista se pase la mitad del tiempo en una habitación del lujoso hotel Plaza), pues de ella, de sus recovecos, sus esquinas y su asfalto, irán surgiendo todos los problemas y situaciones que conduzcan la trama, y en ella se irán resolviendo. Al llegar, Frank, como todo buen gángster, anhela el control del territorio, y será algo por lo que luchará a muerte contra aquellos que se opongan; sin embargo su ambición no se limitará a lo personal ni será la codicia lo que guíe sus pulsiones, de ahí que el personaje desmitifique la figura del mafioso tradicional.

Frank es como un anti-Tony Montana, un filántropo de los barrios bajos, un hombre que hace para los demás y no para sí mismo, alguien que no deposita toda la importancia sobre lo material (atención a cuando ordena a sus hombres enterrar a Joey con el dinero), alguien que le presta más atención a los conceptos de lealtad, honor, honestidad y, sobre todo, justicia; de ahí que sus actos criminales, repugnantes a ojos de la policía, estén claramente justificados, pues su fin es el de ayudar a otros que lo necesitan (nunca tomó tanta fuerza aquel concepto que afirma que ¨el fin justifica los medios¨).
Ferrara y St. John abren una brecha en el género para observar también la situación desde el lado de la policía, cuyos expeditivos y brutales métodos chocan directamente contra los de los ¨villanos¨; en este caso la duda se dispara: ¿quién actúa de forma incorrecta, quién infringe más la ley? Una salvaje guerra queda declarada entonces entre los supuestos defensores de la justicia y un Frank White cada vez más abiertamente en rebelión en las calles de la ciudad; el director nos arrastra desde los ambientes más pomposos hasta los más sucios y sombríos, impregnándonos con sus olores: el olor de la droga, del alcohol, del sexo, del sudor, de la pólvora y, en última instancia, de la sangre.

No obstante un viaje a las cloacas de la Manhattan nocturna con clase, con estilo, heredado a partes iguales del áspero cine de Don Siegel, John Flynn o Peckinpah (su influencia es bastante visible) aderezado con salpicaduras ¨neo-noir¨ más propias de Ridley Scott en el interior de una atmósfera implacable y amarga poblada de personajes de trazo grueso digna de las novelas negras de Donald Westlake o Elmore Leonard. En medio, la figura alrededor de la cual pivotan los hechos y demás personajes, un gángster de la vieja escuela con la fatalidad tras sus pies y convertido, por obra y gracia del guión, en auténtico benefactor de la comunidad.
A éste tiene la suerte de encarnarlo un imponente Christopher Walken que tanto agrada como da escalofríos a base de una interpretación al mismo tiempo elegante, melancólica y visceral; suyo es el protagonismo y suya es la película desde el mismo instante en que aparece (el cineasta sabe captar muy bien su dureza). Tras su alargada sombra, un plantel cuajado de futuras estrellas como Laurence Fishburne, David Caruso (¿en el papel más aborrecible de su carrera?), Steve Buscemi y un histriónico Wesley Snipes previo a su éxito como héroe del cine de acción; nada desdeñables Paul Calderón y el veterano Victor Argo.

Atravesada por brutales estallidos de violencia, escenas de trepidante acción, afilada crítica social y un humor negro de lo más agrio y rematada con una secuencia final emblemática, ¨El Rey de New York¨, pese a la controversia y el rechazo inicial del público y la crítica, ha ido elevando su estatus de película de culto para convertirse en una rareza fascinante dentro del cine de gángsters.
Ferrara y su guionista, junto a Walken, volverían a demoler los cimientos del género seis años después con la superior ¨El Funeral¨.



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Miguel Arkangel

  • 21 Mar 2020

7


“Quien no quiere ganar dinero ya está muerto”.

Frank White (Christopher Walken) sale de prisión, lo espera una lujosa limusina con dos hermosas chicas, y parte a retomar el control, a sangre y fuego si es necesario, del tráfico de drogas en las sórdidas calles de NY.

Abel Ferrara, uno de los grandes directores de cine norteamericano, nos narra una historia de gangsters, llena de glamour, dureza, crimen, sexo y que no parece muy interesada en marcar muchas diferencias éticas entre los que viven al margen de la ley y los que dicen defenderla. Todos se imponen mediante la violencia, y el apego a la Ley es algo relativo.

Frank White, un estupendo Walken en un papel hecho a la medida de su gran talento, es un líder, un Rey todopoderoso del hampa, con absoluta conciencia del mundo violento en que vive. Nueva York es una ciudad que alberga un juego de máscaras donde la aristocracia del crimen y la alta sociedad comparten cocteles y fiestas, hermanados por la misma avidez sin control por el dinero. White, tiene un estricto código (“nunca he asesinado a alguien que no se lo merezca”), aspira a controlar el tráfico de drogas, asesina sin piedad a sus competidores, pero se codea con altos empresarios y políticos, y desea utilizar parte del dinero del tráfico de drogas para construir un hospital para los más necesitados. La ambiguedad moral y el juego de espejos en toda su expresión.

Ferrara va construyendo escena tras escena un sólido relato, que se eleva aún más en la media hora final, hasta desembocar en un climax final, trágico e implacable. La soledad y la muerte siempre están esperando al antihéroe, con las sórdidas calles de NY como telón de fondo.



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lmbc

  • 19 Sep 2016

4


El rey de Nueva York es una de esas películas de gángsters y mafias que tanto se pusieron de moda en los ochenta y noventa. De hecho es una película que de media está bien considerada y goza de cierta fama en cuanto a cine negro se refiere. En mi opinión la película tiene dos posibles problemas: O bien está muy desfasada, o bien directamente es bastante mala.

En cuanto a argumento está bien, típica historia de mafioso que intenta recuperar su terreno tras haber pasado por la cárcel, desencadenando una matanza y defendiendo un códico ético personal. Pero el desarrollo de la historia me parece bastante malo y aburrido. Como dije antes se puede ver bien que ha quedado muy desfasada, algo que no justifica porque hay películas del estilo mucho más antiguas y que mantienen su esencia.

En cuanto a las actuaciones me parecen horrorosas. El personaje de Laurence Fishburne es horrible, parece un mongolo. También hay que tener en cuenta el doblaje tan pésimo que le dieron en España.

En fin, la película mantiene el toque de cine negro y un argumento entretenido, pero el desarrollo, las actuaciones, el doblaje, y la película en general, son horrorosos



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Críticas: 3


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