Ficha El Turismo Es un Gran Invento

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Críticas de El Turismo Es un Gran Invento (2)




Mad Warrior

  • 12 Mar 2022

7



Las primeras imágenes de ¨El Turismo es un gran Invento¨, que parecen extraídas de un documental del NODO, reflejan la realidad de un país que se ha abierto al Mundo, y que permite la entrada de otras naciones.
Esta situación determina una nueva etapa para nuestra España, que posee algo que los demás no parecen tener.

La bendita costa, y también muchas ganas de recibir a las más diversas culturas; el ¨boom¨ económico, la prosperidad, van también de la mano de las migraciones masivas desde el campo a las ciudades, y todos desean mudarse a regiones más cálidas. Seguramente no hubo directores que mejor supieron reflejar este periodo de cambio tan esencial (al menos dentro de la comedia) como Mariano Ozores, Fernando Merino y el presente Pedro Lazaga, genio del costumbrismo que también vivía un buen momento al haberse aliado con el actor y director teatral Paco Martínez Soria. Después de ¨¿Qué Hacemos con los Hijos?¨ se reúnen para otra historia escrita por el dúo Vicente Coello/Pedro Masó, centrada por entero en el fenómeno del turismo.
Y aquí el nativo de Zaragoza vuelve a encarnar a un paleto preclaro cuyas miras van más allá que la de sus congéneres. Benito no es más que otro señor que se ha percatado de que todo está avanzando menos en Valdemorillo del Moncayo; y esto no es arrojarse al disparate, pues ese debía ser el clima de hastío y soledad que se respiraba en las villas del interior de España al ver a sus jóvenes marchar a las capitales y playas, ahora más pobladas que nunca. Por fortuna Lazaga, apoyado en un guión afilado y descacharrante, lo enfoca todo desde el humor; mientras tanto a Soria no le tiembla el pulso para interpretar una vez más a ese hombrecito de clase baja, inocentón y noble, que por fuerza de coraje se convierte en benefactor de toda una comunidad, esta vez de un pueblo entero.

La jovencita Pilar quiere dejar cuanto antes el agujero mohoso en el que se ha transformado su hogar, al tiempo que Benito, alimentado de ilusiones, marcha junto al secretario Basilio (ese López Vázquez al que tanto nos gusta ver de débil tontorrón) en peregrinaje a la costa para tomar buena nota del estilo moderno y las nuevas costumbres que allí se viven e imitarlas a favor del progreso; las esposas, matriarcas rancias y tradicionales, creen que eso del progreso trae libertad, y con la libertad no llega otra cosa salvo el libertinaje. Y yo apuesto, sin haber vivido en aquella época, que esto pasaba tal que así (podríamos calificar a este film y similares de neorrealismo costumbrista ibérico y quedarnos tan a gusto).
Lo siguiente tiende un poco al disparate, otro poco a la cuchufleta y socarronería, y a la risa por la ignorancia y la tendencia del mujerío ¨landista¨, con Soria en una versión en color y de playa de ¨La Ciudad no es para Mí¨ y simbolizando el asombro del español cateto por los lujos y el exotismo costero, y que tan rápido como puede toma contacto con esa nueva y liberal cultura de la que desea empaparse, quitándose las telarañas de la tradición y la sobriedad, mezclarse entre lo moderno que trae el bendito progreso y olvidar los terribles tiempos de la posguerra.

La reacción, por supuesto, al retornar a la frialdad de la villa, es de rechazo y también incredulidad (máxime cuando han estado gastando a punta pala el dinero del pobre Marcial); con una nueva marcha a la capital Lazaga oscurece (todo lo que puede) el tono. Hace de las gentes de pueblo pobres ingenuos a quienes nadie quiere escuchar, embaucados por falsas esperanzas (¡¿pero cómo se va a llevar una playa al interior de Aragón?!) y que al final lo único que les queda es ver cómo las últimas luces encarnadas en sus hijos e hijas se van con ellos a otra parte; de terminar así esto podría haber sido una pequeña obra maestra de su género, pero el director prefiere optar por la ilusión.
Que aterrice de repente el grupo musical de mozas extranjeras trayendo la felicidad a los lugareños es un gesto, además de absurdo, cuando menos deprimente; parece tratarse de un sueño colectivo, que todos viven debido a las promesas del protagonista, forzándoles a cambiar sus perspectivas, incluso con el retorno del ex-novio de Pilar y recibiendo Benito una carta de Madrid. ¿Pero que pasa después? No vemos a ningún ministro, ni tampoco edificios nuevos...sin embargo los habitantes festejan contentos por su anhelo (como los de ¨Bienvenido, mr. Marshall¨, que tanto celebraban la llegada de los americanos para absolutamente nada).

Así que ahí les dejamos, henchidos de alegría, cuando lo más seguro es que la bonita Pilar acabe emigrando a Barcelona unos días después y todos terminen muriéndose de pena en las tascas y los rincones de siempre, esperando la llegada de alguna empresa que compre los terrenos y derribe el pueblo para construir fábricas o campos de golf. Para Lazaga, y en aquella época, esto sería impensable de mostrar, pero esa es la sensación tan amarga que a uno se le queda, pese a querer aparentar lo contrario.
Por ello nos quedamos con la risa y la ilusión. Al fin y al cabo esta película, como el cine a la cual pertenece, es un escaparate para tratar desde la comedia más sana y pura posible, asuntos reales, graves y muy importantes sobre nuestra sociedad, y vale para que recordemos a los maravillosos secundarios que acompañan a Soria y López Vázquez, en especial la arisca María Luisa Ponte, un Antonio Ozores perfecto en su papel de obsesionado por el sexo femenino y el inolvidable Rafel Somoza, con su característico desparpajo, dicción pausada y voz de cazalla.



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Parnaso

  • 19 Mar 2021

6


Ante todo, destacar la banda sonora del maestro y reciente fallecido Antón García Abril, que coincidió con que yo viera esta película en la que aparece el conocido tema homónimo más conocido como ¨Davadaba¨. Es de ver que bien mezclaron la samba con la sección rítmica jazzística.

Cinta carpetovetónica en la que un baturro(Paco) decide modernizar su pueblo para no quedar rezagados, por tanto, decide recolectar dinero de paisanos, viaja a la ciudad para tomar nota y emprender el proceso de cambio. Se echa de ver sorpresa por las modernidades, las mujeres que van a parar a la costa... Entraña humor, crítica y realismo de la época. Está bien.



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