Ficha El Quinteto de la Muerte

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Críticas de El Quinteto de la Muerte (2)




Mad Warrior

  • 24 Jan 2021

9



En una casa de los barrios del Londres interior una débil anciana estará expuesta a la crueldad y la ira de cinco individuos repulsivos con una única cosa en sus cabezas: la codicia.
Pero las tornas van a cambiar durante una noche convertida en auténtica pesadilla para los que menos lo esperan...

Y también convertida en una de las más grandes comedias salidas de tierras anglosajonas: ¨The Ladykillers¨, última película realizada por los míticos estudios Ealing (responsables de cambiar para siempre el enfoque del humor para alegrar los ánimos de una Inglaterra post-2.ª Guerra Mundial) cuando éstos ya se encontraban en su declive y dispuestos a ser absorbidos por BBC; también es la última que dirigiría para ellos uno de sus más fieles colaboradores, un Alexander MacKendrick preparado para cruzar de una vez el charco hasta los estudios de Hollywood.
Una película producto de la fértil imaginación de William Rose (quien soñó toda la historia y la transcribió a guión nada más levantarse, al estilo Luis Buñuel) que condensa todo lo bueno que la productora había dado a sus obras durante tantos años, y resulta ser el epítome de su estilo y su humor tan distintivo, siempre irrespetuoso, desafiante y satírico. El cineasta pasa de los amplios mares escoceses de ¨La Bella ¨Maggie¨ ¨ a los barrios bajos y distritos de Londres para contarnos este relato de maldad y violencia situando en su epicentro a la sra. Wilberforce.

Una buena maniobra que desconcierte al público es esencial para captar su atención, y sólo hay que recordar el llanto que aterrado profiere ese bebé en su carricoche cuando la anciana de dulce e inocente apariencia se aproxima a él antes de entrar a la comisaría; perverso ejercicio de confusión que revela bajo las apariencias una horrible verdad. Desde ese momento la señora encarna un peligro más grande de lo que podamos imaginar, pues MacKendrick se sirve de ello para exponer uno de sus temas primordiales: el inmenso poder de destrucción de los inocentes.
Así, cuando la sombra de ese profesor Marcus se abalanza sobre la puerta de la anciana, la sensación de amenaza viene proyectada desde el lado contrario (la anfitriona); el director sostenía que ¨si la historia de un asesino se cuenta desde su punto de vista el espectador acaba simpatizando con él¨. Esto pretende cuando tal tiparraco, un Alec Guiness de imagen grotesca y ¨nosferatiana¨ (aunque inspirado en su ídolo, el gran Alastair Sim), decida usar la casa como cuartel de operaciones para su cuadrilla de ladrones, una serie de invididuos a cada cual más pintoresco: el asustadizo Courtney, el violento Harvey, el nervioso Robinson y el simplemente idiota ¨One-round¨ Lawson.

La estructura narrativa posee dos partes y un punto de inflexión, donde los giros de Rose proponen divertidas inversiones de roles; si en la primera la figura de esos gángsters de pacotilla aparenta ser algún peligro, la segunda desarma tal razonamiento gracias al punto de inflexión que es el atraco a un furgón en plena calle y a plena luz del día, secuencia de ritmo trepidante perfectamente filmada y calculada por MacKendrick que se ve atravesada por grandes ¨gags¨ humorísticos. Sí, estamos ante una ¨crook story¨ de pleno derecho, pero la intención de éste y el guionista no es otra que dinamitar el género.
Y la herramienta de demolición que utilizan no es otra que la dulce anciana. Los duros criminales de la novela negra se ven ahora a merced de un puñado de septuagenarias que los acorralan cuando todo el misterio ha sido descubierto (esta escena, con Guiness tocando el piano, es ciertamente memorable); y aquí es cuando el cineasta desata la locura. La fotografía de Otto Heller, de delineación expresionista, y el trabajo a la dirección artística de Jim Morahan contribuyen a ennegrecer la atmósfera hasta llevarla a sus límites más asfixiantes transformando ese Londres suburbial envuelto en sombras (cuya lúgubre estética recuerda al cine de terror de la Universal) en escenario de una batalla sin cuartel.

Una batalla que se desarrolla por una única causa: el dinero. MacKendrick desentierra y radiografía los más bajos instintos del ser humano, guiado sólo por su inmensa estupidez y corrompido por su recalcitrante codicia, y todo ello dejando que el relato se impregne de un humor negro hasta la médula, que de no ser por su perversa presencia, la experiencia del espectador para ponerse en la piel de los atracadores resultaría tremendamente indigesta. Esto sí se parece más a una novela de Thompson o Burnett, a un ¨thriller¨ al estilo de Huston o Walsh, con los criminales volviéndose contra ellos mismos, no obstante el inopinado elemento instigador es una anciana.
O más bien la inocencia de una anciana que, cual personaje ¨hitchcockiano¨, se libera de sus apariencias y convierte en maestro de ceremonias del suspense y la intriga. A ésta le da rostro una fantástica Kate Johnson de 76 años en uno de sus últimos papeles, en contra de un elenco de altura compuesto por Danny Green, Cecil Parker y unos jóvenes Herbert Lom y Peter Sellers (cuyo ¨gag¨ con los pájaros se repetiría en futuros títulos) y liderado por el soberbio Guiness; un elenco brillante, que se compenetra a la perfección tanto en la faceta amistosa como en la destructiva y que cualquier cineasta mataría por tener.

Disparatada y desencantada poética de la maldad y la ambición humanas, equilibrándose su oscuridad y humor de una forma perfecta, y es que pocas obras amargan y divierten con la misma eficacia como este indiscutible clásico no sólo de la comedia británica, sino de la comedia en general.
Casi cinco décadas después, los hermanos Coen realizarían un (ir)regular ¨remake¨ trasladando la acción a la América profunda y con un increíble Tom Hanks como cabeza de reparto...pero ni él ni esa nueva versión superarán jamás a Alec Guiness y a ésta original. Los estudios Ealing no pudieron tener un final mejor.



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Dogmano

  • 2 Nov 2012

10


Forma un trío legendario de la mítica productora Ealing junto a ¨Ocho sentencias de muerte¨ y ¨Oro en barras¨. A partir de un soberbio planteamiento argumental (un quinteto de asesinos que se hacen pasar por músicos, cada uno de marcada y diferente personalidad, se instalan en la casa de una adorable y cándida viejecita con el fin de dar un gran golpe y asaltar un furgón blindado) se desarrolla una aún más soberbia película, una comedia negra, sombría y venenosa, pluscuamperfecta, ácida y caricaturesca, dónde se anteponen magistralmente la candidez de la viejecita (antológica Kate Johnson) con la maldad de los cinco villanos, comandados por un sublime Alec Guiness, con inolvidables caracterizaciones del cuarteto restante. Película también de admirable concepción estética, es una amalgama soberbia de goticismo detallista y expresionismo decadente, con poderosa simbología en los trenes, sus pitidos, la policía...
Para redondear el film, un guión superlativo de William Jones, quien acaba por lograr un film definitivo e irrepetible cuando la trama y sus circunstancias acaban por hacer que el quinteto se vaya deshaciendo. Genial.



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