Ficha Hola, Mamá


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Críticas de Hola, Mamá (1)




Mad Warrior

  • 20 Apr 2023

5



Observo y filmo. Observo una sociedad oprimida por la clase política y su idea de someter una nación, una sociedad preocupada por la invasión comunista que rechaza abrirse mental y espiritualmente, observo los estragos de la droga en una juventud iracunda y depresiva, la televisión que nos dice cosas que no son ciertas. Y filmo todo con mi ojo escrutador...

Todo lo quiero pillar al vuelo. DePalma cuando no es aún el sr. DePalma, sino Brian Russell, hijo de inmigrantes italianos, y en su alma hierve el deseo alarmante de exteriorizar todas sus paranoias, fobias, preocupaciones, fetiches y, por supuesto, influencias cinematográficas (Hitchcock y la ¨nouvelle vague¨, ante todo). Es el pilar de una serie de jóvenes que, a su modo, van a sacudir los cimientos de la industria, esos Scorsese, Coppola, Hopper, Milius, Allen, Malick, Lucas, Stone y demás, algunos habiendo cruzado la calle Huston para adentrarse en la turbulencia del Greenwich Village...
Con el éxito de la inclasificable ¨Greetings¨, que incluso ha ganado el Oso de Plata en Berlín, su hambre de cine va en aumento. Y en la historia, o mejor dicho, en el mundo de ¨Hi, Mom!¨, entramos desde una perspectiva absolutamente subjetiva, la suya, y también la de su protagonista, que es un álter-ego nada disimulado. Como una afilada parodia de los anuncios de venta de casas en calidad de servicio público, el protagonista es engañado para quedarse en un piso roñoso; es un precio desorbitado que se puede pagar teniendo en cuenta el tesoro frente a él dispuesto: un rascacielos cuyos moradores dejan, ilusos y confiados, las cortinas de sus pisos abiertas.

El álter-ego no es otro que el Jon de ¨Greetings¨ al que daba vida un jovencísimo Robert DeNiro, repitiendo para la ocasión su papel de chiflado del voyeurismo antes de su marcha a la fatídica Vietnam. Pero aquí le vemos tras su vuelta, algo más trastornado ya que se emplea a fondo, con el apoyo de un irritante productor de cine porno, en explotar su fetiche. DeNiro encaja el delirio que a su alrededor crea el director, quien ya ha declarado desear convertirse en ¨el Godard americano¨; ese absurdo loco y la visión más cruda y desinhibida de la actualidad de un país en estado de cambio.
Jon da rienda suelta a su sana perversión. Lo curioso de todo es que a quienes filma en su intimidad también practican, a su modo, una liberación por medio del arte, y muchos de ellos incluso por medio de otra cámara. Un fotógrafo, unos ¨hippies¨, otra chica obsesionada por observar; en un momento dado incluso el protagonista pasará a ser objeto de filmación ajena. Y es que una sociedad y una juventud bajo tantos yugos (la elección de Nixon, la separación de los Beatles, las protestas por los derechos civiles y por supuesto el apogeo de la Guerra de Vietnam) sólo puede liberarse a través del movimiento artístico, filtrar por la ficción su realidad.

Estos personajes pululan aquí y allá y nada les relaciona directamente con el protagonista. Sin embargo, al contrario de su anterior obra, donde más que contar una sólida trama se distribuían una serie de acontecimientos disparatados de manera episódica, en esta ocasión parece que sí se desarrolla siguiendo los pasos de Jon. Y es que, mientras da rienda suelta a su afición, tan de índole ¨hitchcockiana¨ (o ¨meyeriana¨), conoce a Judy, la tímida vecina de enfrente; gracias a la chispa que DePalma imprime al guión asistimos a una historia de amor donde el arte de seducción de DeNiro resulta tan incómoda como la credulidad de Jennifer Salt.
Ambos se prestan a la fresca verborrea, casi ¨alleniana¨, y la improvisación salvaje, a una comedia romántica colorida muy a tono con la época. Por desgracia, en lugar de dejarnos al lado de estos entrañables y algo tontos personajes, al de New Jersey se le cruzan los cables y mete a la fuerza y con rabia otra historia totalmente independiente pero en la que Jon se ve forzado a entrar. Todo esto involucra a un grupo de negros revolucionarios subnormales donde milita un blanco aún más subnormal a quienes vemos animando a los ciudadanos a ser parte de su movimiento ¨liberal y reivindicativo¨.

Filmando estos segmentos en blanco y negro, con efectos de granulado y cámara al hombro, la sátira de DePalma es agresiva, amarga, reveladora y contradictoria por su modo de presentar a estos guerrilleros urbanos en su lucha por la ¨igualdad racial¨, a través de un proceso repugnante: primero instando a la gente a tomar conciencia social, con un discurso de chavales de instituto de cerebro carcomido (conciencia ya bastante asumida: ¨¿Qué queréis enseñarnos?, si llevamos protestando más de diez años¨, responde una señora a los hostigamientos), luego manipulándoles, y por último sometiéndolos a una serie de torturas, humillaciones y actos terribles.
Claustrofóbicas, insoportables, vomitivas secuencias de estilo documental e hiperrealista que se comen más de la mitad del metraje; disfrazados de ¨grupo teatral experimental¨, estos tipejos han empleado la violencia contra los demás para sentirse iguales, ¿y cuál es el resultado? Pues que la revolución urbana fracasa hallando más violencia a su violencia por parte de sus víctimas, porque una cosa sólo lleva a engendrar la otra. Así que toda esta soberana gilipollez para nada, para encontrarnos a quienes eran los protagonistas disfrutando de una existencia acomodada.

Uno queda extasiado por tal alucinatorio viaje a las viscosas tripas de la condición humana...pero...pero en un gesto realmente revolucionario, DeNiro despertará la cólera del aún inexistente Travis Bickle al demoler, literalmente, su vida de ciudadano de clase-media falsa, donde se acumulaban todos los supuestos sanos valores de la sociedad norteamericana tradicional.
Su obsesión voyeur se evapora junto con su edificio. Y tocando el fondo de su paranoia transformada en psicopatía sólo le queda observarse a sí mismo y dejar de observar a los demás. Lo hace para más inri saludando a cámara para magnificar su gesto, disfrazado de recién llegado de Vietnam. ¿Qué futuro le espera a Jon en estos EE.UU.? Su próxima acción será adquirir una licencia de taxista y dar vueltas por el entorno urbano enfermizo y sucio al que él mismo ha contribuido, ni más ni menos...



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