Ficha El Perro Rabioso

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Críticas de El Perro Rabioso (2)




TANO

  • 3 Jul 2023

6


A un policía le han robado su arma del bolsillo en un momento de descuido, y poco tiempo después descubre que la están usando para herir y robar a la gente, esto consigue que se aventure en una desesperada búsqueda del ladrón, tomándoselo como algo totalmente personal.
Y esta trama es la excusa que tiene en esta ocasión el maestro Kurosawa para mostrarnos la sociedad de la época: Japón tras la Segunda Guerra Mundial, una época dura, donde la pobreza abundaba y la gente luchaba día a día por salir adelante.
Con un nivel de profundidad y detalle como solo este director sabía hacer, nos va mostrando los bajos fondos y la psicología de la gente de la época, mientras poco a poco (muy poco a poco, demasiado) se va desentrañando la intriga de la película.
Hay que decir que consigue hacerse algo densa, y es que es bastante larga, aunque tiene momentos muy buenos.



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Mad Warrior

  • 13 May 2023

9



Murakami se ha embarcado en una aventura que le ha llevado al límite, física, psicológica y emocionalmente.
Sato, a su lado, herido, sólo puede decirle que el primer arresto nunca se olvida, pero es algo que debe hacer...

El sr. Kurosawa, que ha logrado un éxito considerable con su extraño melodrama ¨Duelo Silencioso¨, vuelve a recurrir a su sociedad independiente Eiga Geijutsu para plasmar en imágenes un guión que había empezado en formato literario influenciado por el estilo de la novela negra social; los jadeos de un perro sobre el sucio pavimento (muy controvertida escena que tuvo sus consecuencias para él) anuncian muchas cosas, un relato de supervivencia y miseria en el sentido más estricto de la palabra. Al haber concebido su historia como una novela la estructura se despliega a varios niveles.
Iniciándose la acción con la voz de un narrador, cuando el accidente ya se ha cometido: a Murakami, el policía joven, le han robado su arma en el centro de la ciudad. La vergüenza absoluta por este error abre la trama hasta lugares insospechados durante un primer acto muy largo, y todos los atravesamos junto a él; así, mientras ¨El Ángel Borracho¨ se desarrolla a partir de un único decorado, el film que nos ocupa se basa, habitual de Kurosawa, en los espacios abiertos y a la vez cerrados, en el caminar infatigable y la travesía de multitudes, expresados a partir de un montaje frenético e ingeniosos fundidos encadenados.

Filmadas por Ishiro Honda en calidad de asistente de dirección y arriesgando su propio pellejo, todas estas escenas son de una fuerza visual y estética poderosa; la búsqueda, el laberinto, una sinfonía de los bajos fondos compuesta por la carne apiñada, la miseria reunida, las paredes rotas de esos edificios medio en ruinas, y sobre todo el clima, esencial, que expresa esa agitación como un último tránsito ante la muerte: el calor sofocante de un rodaje en pleno verano, pegajoso, es también el reflejo de una sociedad oprimida, acorralada, la sociedad de la derrota y la pérdida, el desamparo, la humillación y la invasión extranjera.
Kurosawa crea un cuadro social vivo y en tensión, esbozado con la melancolía neorrealista de ¨Un Domingo Maravilloso¨ y los trazos negros de ¨El Ángel...¨. Aquí, el héroe traicionado por sí mismo, obsesionado por su doble invisible, que le ha robado su fuente de poder y la está usando en el sentido contrario a sus valores: propagar la muerte, la maldad; se seguirá el modelo de investigación policíaca de manual, y sin embargo los resortes de la intriga están perfectamente hilvanados y no parecen fruto de la casualidad. Ni siquiera la unión de Murakami y Sato, con el segundo ya indagando en el caso de la pistola robada sin saber que pertenecía al primero.

Con dicha unión, una vez más aprovechando el director la gran química que en pantalla posee la dupla Toshiro Mifune-Takashi Shimura, éste regresa también a uno de sus temas predilectos: la relación maestro-alumno y la enseñanza que extrae cada uno de ella. El policía inexperto, idealista, sigue los consejos del experimentado, quien le forma y le inicia en la ética dura de su oficio, robándole el protagonismo (Murakami desde luego ha de perderlo todo para luego valorarlo), lo que constituía el aprendizaje en ¨Sugata Sanshiro¨; sus pasos a través de los múltiples escenarios pagan su deuda con el ¨noir¨ clásico y el más puro neorrealismo.
En este sentido destaca una larga secuencia dentro de un estadio de baseball, de la cual, al estilo De Sica, Kurosawa quiere que nos sintamos parte, respirando el mismo aire viciado del público; una atmósfera de bochorno tan bien transcrita, unido al gran uso de los espacios y la profundidad de campo, cuya potencia es tal que a veces roza lo onírico (inolvidable instante en el club, donde las bailarinas danzan entre el humo de los cigarros y el sudor que resbala por sus piernas). Pero esa unión maestro-alumno culmina en un tramo demoledor donde el director desnuda su alma y predica sus ideas en boca de sus personajes, de un marcado humanismo.

Y es que el policía joven, como el criminal sin rostro a quien persigue, también fue a la guerra, y lo perdió todo al regresar. Este movimiento de separación y corrupción de valores se amplificará en ¨Los Siete Samuráis¨: mientras uno elige el camino correcto el otro elige el equivocado; el Mundo exterior es el desafío, con sus demonios, su decadencia, su maldad, que hay que evitar o amoldarse a ella. Sato es realista, de una generación anterior donde sólo hay extremos blancos y negros, y la rutina del oficio, una forma de lucidez desprovista de idealismo y a su vez de cinismo, constituye el realismo inquieto de Kurosawa, y se resume en la necesidad de compartir la responsabilidad entre la sociedad y el individuo...
En otra escena memorable, al joven, apenado por la miseria social según su visión, le insta el veterano a observar esa dulce estampa de sus hijos durmiendo, mostrándole una dimensión opuesta donde aún reside la paz. Durante el 3.er acto la trama gana en intensidad al separarse los protagonistas y quedar desprotegidos ante esa realidad violenta y deprimente, bajo el auspicio de una tormenta que presagia lo terrible; todo a partir de aquí es un encadenado de frenesí ¨in crescendo¨ con el que el nipón eleva la tensión del suspense hasta el límite para terminar con un gran impacto dramático.

Nos dejaría así uno de los clímax más recordados de su carrera y del cine en general cuando el detective se halla frente a su doble maligno, ya encarnado, para acabar ¨viajando¨ a base de golpes a los tiempos de la guerra, donde al fin ambos se pueden tratar como iguales, pero con esa línea divisoria que la sociedad les ha impuesto.
La pasión por los dispositivos del género y la dureza de la realidad documental hacen del film un logro, el gran paso de madurez del nipón, quien no obstante, y pese a un rodaje placentero, lo considerará demasiado técnico y hueco. Desde luego no hay tormenta a gusto de todos...



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