Ficha Un Domingo Maravilloso


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Críticas de Un Domingo Maravilloso (1)




Mad Warrior

  • 15 Dec 2020

8



Llega otro domingo cualquiera para la sociedad japonesa de la posguerra. Sin embargo dos jóvenes amantes se disponen a vivir una aventura de aprendizaje y renovación espiritual...y todo ello contando con 35 yenes en el bolsillo.

El terremoto de Kanto arrasa Tokyo en 1.923, y un Akira Kurosawa de 13 años visita las ruinas en compañía de su hermano. Para cuando caen las bombas sobre su país ya tiene 35 años y ha realizado cuatro películas de relativo éxito; es un hombre acostumbrado a contemplar el desastre. Llegan las autoridades americanas y se prohíbe representar la era feudal a favor de fomentar los valores democráticos; en la industria del cine se producen huelgas y quiebra de productoras mientras la visión particular del neorrealismo italiano, cuyo escenario era el mismo en el que se había convertido Japón, es adoptado por muchos directores.
Shimizu, Ozu, Yoshimura o Mizoguchi (enamorado de la obra de Rossellini) abrazan dicha corriente para mostrar con severa desnudez la realidad de su sociedad; ¨Memorias de un Inquilino¨, ¨Mujeres de la Noche¨, ¨El Baile en la Casa Anjo¨ o ¨Los Niños de la Colmena” serán ejemplos de ello. Tras la liberal ¨No Añoro mi Juventud¨, el joven Kurosawa trabaja con el dramaturgo y amigo de la infancia Keinosuke Uekusa para una producción de Toho que se ha de rodar en escenarios naturales por la precariedad económica, añadiendo a ello su filmación ¨clandestina¨ a modo de documental por las calles de Shinjuku.

Estos detalles y elementos acercan aún más a la esencia neorrealista más pura la pequeña e íntima pero no por ello menos universal epopeya de ¨Un Domingo Maravilloso¨. Es en la estación de Shinjuku donde una joven pareja se encuentra, Yuzo y Masako, los dos en gran contraste: ambos son trabajadores sin medios económicos del más bajo estatus, pero el pesimismo de él, alimentado por sus experiencias en la guerra, choca directamente con el punto de vista más ensoñador y esperanzador de ella; por ello, como si se tratase de los protagonistas de ¨Vacaciones en Roma¨, se disponen a intentar pasar un gran día.
Esta diferencia de apreciar la vida se expresará no así desde la primera parada, una casa en venta sin amueblar que sirve de escenario de vanas ilusiones y de ejemplo perfecto de la agria catadura del hombre; las siguientes serán una vivienda de alquiler y un partido de baseball improvisado por niños a la que se suma Yuzo, inspirado por la alegría infantil. A través de estos encuentros, tratados desde la cercanía, la humanidad y a veces hasta desde el humor, Kurosawa radiografía su sociedad sin perder un ápice de lucidez ni de marcada amargura; muestra las calles como son y la gente como es, rodeada de miseria, pobreza, corrupción y edificios en ruinas. Es la tierra de los desamparados y derrotados.

Sobre ellos se erige otra sociedad, la de los privilegiados, los ganadores tras la guerra por una razón u otra, personas que miran por encima del hombro y se mofan de la desgracia de sus compatriotas sin el más mínimo atisbo de conciencia (el episodio de Yuzo entrando a la sala de fiestas y siendo tratado como un vulgar delincuente); pese a la insistencia de disfrutar con lo poco que poseen, insuflada por el inagotable entusiasmo de Masako, pues sólo ella comprende que no se verán hasta después de una semana, parece que el mundo que les rodea les impide capturar todo atisbo de alegría.
Según el director es un mundo de sombras y lluvia incesante, de violencia e injusticia, de desgraciados que únicamente en el delito encuentran una forma de sobrevivir a la ruina; quizás el epítome de esta visión tiene a bien producirse en un escenario interior, el piso compartido de Yuzo y santuario de su desmoronamiento espiritual, donde el amor de la pareja (así como la historia) casi se desgarra inevitablemente. No obstante Kurosawa, como en la mayoría de sus films, prefiere abogar por la esperanza (el Sol, que vuelve a salir) y concederle algunos instantes mágicos a los protagonistas, practicando su desemejanza con la ineludible dureza del neorrealismo.

No sólo Pagliero, Rossellini, Sica o Lattuada (y una obra en concreto del maestro David W. Griffith, ¨Isnt life Wonderful?¨) se establecen como sus influencias directas, sino que de entre toda esa sensación de derrota y tristeza emerge el espíritu de Capra y una fuerte tendencia a elaborar la realidad a partir de imaginación y sueños, quizás tomada del realismo poético francés; seremos así testigos de un punto de inflexión en la trama por culpa de un café del que nuestros protagonistas no pueden disfrutar. De las ruinas se levantará entonces un local imaginario que les llevará, a ellos y a nosotros, a habitar una realidad alternativa donde todo parece posible.
Preciosa secuencia la cual Kurosawa, haciendo gala de un increíble alarde tras la cámara, acompañará con otra aún más conmovedora en el interior de un anfiteatro envuelto en las sombras de la noche (produciéndose un inesperado diálogo entre Masako y el propio público, recibido con indiferencia por los espectadores de entonces pero inolvidable a día de hoy). A la buena Chieko Nakakita, ya colaboradora del cineasta, se suma una interpretación excelente del casi desconocido Isao Numasaki, quien sólo con un gesto logra despertar grandes emociones (por desgracia su talento sería recogido en una cortísima carrera a causa de un ataque cardíaco a los 37 años que le costó la vida).

Debido a la naturaleza de los protagonistas, una conclusión más trágica no habría sido del agrado del público; no lo sería, en efecto. Resulta más satisfactorio verles atrapados por unas ilusiones que en un principio les resultaban vacuas e inútiles.
La inversión del discurso es una oda a la esperanza en mitad de un mundo en ruinas, y con ello queda esa frase pronunciada por Yuzo (en respuesta a su anterior ¨Los sueños no te llenan el estómago¨) que es el paradigma de dicha visión final: ¨No he cenado esta noche...pero es que ni siquiera tengo hambre¨.



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