Ficha Los Buenos mueren Jóvenes


  • No la has puntuado
  • No has insertado crítica
  • No has insertado curiosidades
  • No has insertado ningun error


Críticas de Los Buenos mueren Jóvenes (1)




Mad Warrior

  • 20 Feb 2023

8



Otra perla con sabor a Wellington beef llegada de los lejanos 50, cuando el cine de criminales estaba en su máximo verdor, tanto a un lado del charco como al otro. De nuevo una novela es el gérmen de esta obra auspiciada por los inteligentes y ambiciosos James y John Woolf (quienes poco antes habían iniciado su larga producción cinematográfica a través de Romulus/Remus Films), novela del veterano y muy versátil guionista Richard MacAulay (revelándose un infame de mucho cuidado al ser uno de esos de Hollywood que condenaron a otros colegas por supuestas sospechas de comunismo...).
¨The Good Die Young¨ es publicada en 1.953 cuando éste ya había dejado de escribir para el cine y trabajaba en el seno de la televisión; entonces los hermanos preparan uno de sus típicos proyectos donde reúnen a estrellas norteamericanas con populares rostros británicos, apuntando al éxito comercial. Ello le es ofrecido al eficaz artesano Lewis Gilbert (a quien aún le quedaban muchos años para acercarse al universo Bond), optando por un cambio tan vital como el lugar donde se desarrolla la acción, de Los Angeles de la novela a Londres. De hecho el comienzo, bajo la voz de un narrador que con hosquedad vaticina un desastre, ya da pie a esa sensación de ahogo que estará presente hasta el final.

Esas palabras provienen exactamente de las líneas escritas por MacAulay, y en la tradición más clásica del género la historia se nos contará en ¨flashback¨. El narrador anónimo pasa a desgranar entonces, muy poco a poco, las vidas de los tipejos que están a punto de atracar un camión de una oficina de correos (un banco, originalmente), siendo así el melodrama y no el suspense ni la acción por lo que se distinguirá el film: Ed, Joe y Mike. El primero, un débil casado con una zorra desagradable dedicada al cine; el segundo, que deja su empleo para arrancar a su mujer de las uñas de su posesiva madre; el tercero vive más mal que bien encajando puñetazos en el ring.
Todos tienen en común su servicio en el ejército y cómo el mundo en el que MacAulay y Lewis los enclaustra parece rechazarlos sin medias tintas, una Londres de posguerra que habita esa generación hecha añicos por la 2.ª Guerra Mundial y la de Corea. El aire pesa en los pulmones como en las negras fábulas de McGivern y el director se sirve bien de la fotografía en metálico blanco y negro y la bella puesta en escena para modelar un entorno de niebla constante, noche perpetua y tensión que parece tener a todos siempre de mala uva y con la autoestima por los suelos.

Como en otros relatos sobre delincuentes, los protagonistas jamás han cometido fechorías, es la mala suerte lo que les conduce a planear el crimen, esbozando un retrato humano deprimente, que siempre nos pone de su parte (ejemplificado en la imagen del galés Stanley Baker, cuando frente al espejo y sin la mano que se partió peleando clama a gritos su desgracia). Dicha suerte, en esta ocasión, depende de las mujeres exclusivamente, todas fatales, pero dos no querían serlo (Eve y Angela), cuando las otras se regocijan en ello (la suegra de Joe y Denise); sus acciones, bien despiadadas, bien accidentales, son culpables de empujar a los hombres a la desesperación.
Sin embargo la mayoría de estos personajes son objeto de manipulación recíproca, reforzando esa atmósfera de opresión: mientras la pobre Mary sufre bajo el victimismo cínico de su madre, Ed es incapaz de salir del vampírico hechizo de Denise y Angela de las amenazas de su propio hermano, criminal de poca monta. ¿Y ese cuarto en discordia? Laurence Harvey en la piel de Miles exhibe la cara más sucia, sórdida y cruel de la condición humana; un bala perdida de familia rica que ejerce el arte del engaño y la amenaza, primero en su temeroso padre, luego en su esposa Eve.

Presencia femenina poderosa la de Margaret Leighton que se suma a las de Rene Ray, la veterana actriz de teatro Freda Jackson y una perfecta Gloria Grahame de furcia con el corazón gélido; la Mary de Joan Collins no posee ninguna fuerza que la haga recordar. Es admirable la habilidad sibilina de Miles para embaucar a su mujer Eve, de más edad y con más dinero que él...y sin adivinarlo es la responsable de unirle a los demás protagonistas; su intromisión en ese pub de barrio que Mike, Ed y Joe han convertido en su refugio de paz y consolación se tornará en castillo gótico donde el monstruo selecciona a sus próximas víctimas.
Hay algo de vampírico tanto en los ojos siempre escrutadores de Miles como en la sonrisa escurridiza y medio torcida de Denise. Al entrar al pub donde los otros beben se sabe que la fatalidad está servida y sin vuelta atrás. Lo restante, volviendo al inicio, tiene que ver con la forma de Gilbert de crear el entorno adecuado; pareciera la Londres de Jack, ¨the Ripper¨, con sus callejuelas en penumbra, la niebla que no se va nunca y un cementerio trasero anunciando muchas cosas. Suspense gótico. Las escenas climáticas, con sus buenas dosis de acción cruda, son de una insoportable dureza debido a la maldad de Miles y el modo en que la tragedia se abalanza sobre los personajes, sin tregua, sin instantes épicos.

Los personajes de los también brillantes John Ireland y Richard Basehart tampoco la tendrán.
Un retrato de pérdida en el sentido más triste de la palabra, fábula de cine negro que hace honor al género al que pertenece, y un grupo suicida que no tiene nada que envidiar a otros más conocidos del mismo...



Me gusta (0) Reportar

Críticas: 1


Escribir crítica