Ficha Rififi

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Críticas de Rififi (1)




Mad Warrior

  • 31 Mar 2021

9



No es una palabra ordinaria. Sólo la usan los hombres y tiene un importante significado en el mundo del hampa.
Significa pelea, bronca y carnicería. Eso es el ¨rififi¨.

La bellísima Viviane lo explica cantando, a nosotros y a los delincuentes que la contemplan, anunciándoles lo que sucederá, pues dicha expresión abarca muchísimo más de lo que creen. Además da título a una de las joyas imperecederas del negro y constituye una resurreción y una venganza por parte de su director, Jules Dassin, que a finales de los 40 pasó a ser parte de la temida Caza de Brujas ¨mccarthista¨ al estar acusado de comunista por el director (y colega) Edward Dmytryk. Así, un exilio que tendrá sus consecuencias y a la vez su recompensa.
Tras ¨Noche en la Ciudad¨ y varios proyectos fallidos debido al empeño del Gobierno de EE.UU. por cortarle el paso, le llega una oferta en territorio francés para adaptar ¨Du Rififi chez les Hommes¨, del experto en literatura criminal Auguste LeBreton, después de abandonar Jean-Pierre Melville el puesto de director. Novela muy popular no obstante considerada horrible por muchos, como François Truffaut y el propio Dassin, que decide cambiar prácticamente todo, personajes e historia, obteniendo una muy en la línea de Burnett, Freedgood o McCoy. Y debido a la situación del director, la producción se llevaría a cabo a partir de un presupuesto ridículo y actores no muy conocidos.

O vilipendiados, como era el caso de Jean Servais, marcado por sus problemas alcohólicos, y quien pone su rostro endurecido a Tony, conocido como ¨Le Stéphanois¨, adusto y rudo criminal que tras pasar en prisión cinco años (los mismos que estuvo Dassin sin filmar; éste y otros detalles de carácter personal pueblan el film) aparece en escena, y perdiendo en una partida de cartas, señal de que las cosas ya empiezan a irle mal. Se prescinde de todo lo que estaba en el libro (para desgracia de LeBreton) y se construye una trama con el más puro sabor ¨noir¨, ese universo de perdedores y furcias, de maleantes y ¨jazz¨, de sombreros y revólveres que tan bien y de forma tan realista ha modelado a lo largo de los años.
Siendo la situación del atraco algo insignificante en el texto, el director lo convierte en parte esencial de su guión, acercándonos con suma atención al estudiado plan de los cuatro atracadores (contando a Tony) que tienen como objetivo sustraer millones en joyas: Jo, Mario y César (éste interpretado por el mismo Dassin, en quien muy sutilmente se transmutará, sobre todo en una escena en la que es tratado de traidor y deba pagar por ello). Sin duda más de una ovación se merece el nativo de Connecticut por brindarnos una secuencia tan bien planificada y filmada como es la del robo al local.

Considerada por muchos y por un servidor una de las cumbres del cine de atracos e imitada hasta la saciedad, Dassin demuestra que su importancia radica en dicha acción y sus consecuencias: unos 23 minutos (no contando la huida) sin diálogos ni música donde la desesperación aumenta a cada segundo, y el espectador, asfixiado ya por el olor a sudor que chorrea de las frentes de los protagonistas, siente reventar una arteria con cada movimiento que hace la aguja del reloj. El devenir de los hechos no es distinto de ¨No Toquéis la Pasta¨ o ¨La Jungla de Asfalto¨, de las que evidentemente ésta se nutre; simple fatalidad, inevitable, siempre al acecho.
La fatalidad viene en este caso por parte de la figura femenina. Centrándose en el aspecto más puramente criminal, Dassin no tiempo para modelar un romance trágico a lo Siodmak, por lo que no hay ¨femme fatale¨, sino mujeres aplastadas y objeto de una indigesta misoginia. Aquí el amor es como debe ser en ese negro submundo, masoquista y basado en la posesión (no olvidemos esa brutal secuencia de maltrato con un cinturón imposible de rodarse hoy día): si por algo participa Tony en el robo es para marcar su territorio ante el amante de su ex-novia Mado, si todo se va al traste es por el carácter mujeriego de César (Dassin como traidor dentro y fuera), y la esposa de Mario, Ida, contribuye aún más al desastre.

De lo único que peca es de no contar con una caracterización de personajes demasiado profunda, algo en lo que no puede competir con la maravilla de Huston; las descripciones que ofrece Dassin de éstos son concisas y contundentes como la violencia que de imprevisto se les viene encima, tanto que parecen estar observadas desde el cínico punto de vista de Tony, aun así aquél no nos priva de sentir que se nos retuerza el hígado cuando cada uno de ellos sea víctima de sus malas decisiones y tremenda estupidez, una de las claves de la película. Así, la elegancia y la aspereza del género y una fuerte sensación de realismo la impregnan y a la vez la ahogan.
Y para lograr esta atmósfera el director cuenta con la ayuda de un genial director de fotografía como Philippe Agostini y la mano de Georges Auric y Alex Trauner en la música y la dirección artística. Acompañando a Servais, que nos da una gran actuación en su duro Tony, tenemos a unos soberbios Robert Manuel, Carl Möhner y Marcel Lupovici dando vida al malvado Grutter (si bien este no es un relato de buenos y malos) y las bellas Marie Sabouret, Claude Sylvain y esa Magali Noël, tremenda, hipnótica, quien se lleva una de las escenas más recordadas y que con su impresionante voz nos explica el significado de la expresión que da título al film.

Quizás gracias a Dassin el ¨noir¨ francés adquirió mayor relevancia histórica y atención internacional para beneficiar así a una buena legión de futuros cineastas. Estaban Decoin, Borderie, Becker o Clouzot, pero ninguno engendró algo tan grande como ¨Rififi¨...
Y con un espectacular colofón de impecable factura que para sí hubieran querido filmar Lang o el mismísimo Hitchcock. Bien merecida tuvo la Palma de Oro en Cannes el cineasta, quien rompió las normas de la Lista Negra al distribuir con éxito su obra en EE.UU. figurando su nombre en los créditos.



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