Ficha Lo que queda del día

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Críticas de Lo que queda del día (3)




[email protected]

  • 30 Jun 2021

10


Terrible peliculón!
Es una película fría en el buen sentido ya que empatizás con los personajes y te metés de lleno en la trama. Yo, particularmente, no pude despegarme en ningún momento de su historia tan bien y poéticamente contada.
Los actores deslumbran; desde Anthony Hopkins hasta Cristopher Reeve. Creo que la única actriz que podría haber sido reemplazada por otra e inclusive mejoraría, es Emma Thompson.
Excelente fotografía, excelentes decorados, excelentes vestuarios, etc. Poesía pura.
Reconozco que no es para ver en cualquier momento debido a su lentitud. Parece de las buenas películas de Visconti al mejor estilo de ¨Grupo de Familia¨ (película fantástica, por cierto)
Sumamente recomendable!



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El loco de la colina

  • 31 May 2018

8


Magnifica pelicula que hay que visionar al menos una vez en la vida por el deleite que causa su factura, sus dialogos y unas actuaciones memorables, todo ello ubicado en unos parajes ingleses bellisimos que nos hacen trascender la mera pelicula para ofrecernos una leccion de filosofia sobre la vida.
En la anterior critica se ha expuesto esplendidamente la historia de la pelicula, informacion sobre su director y elenco interpretativo, del libro en el que se baso y de sus aspectos tecnicos, por lo que no vale la pena extenderse mas en este sentido.
Diria que estamos ante un trabajo digno de un orfebre, de una calidad preciosista donde cada detalle esta cuidado hasta su mas minima expresion para que el espectador disfrute no solo de la historia, sino tambien de la simple fotografia, de la inteligencia de los dialogos, de la arquitectura de las mansiones, de la musica, de la exposicion costumbrista de la vida inglesa de entonces.
Un microcosmos representado por la mansion donde se desarrolla la accion, los siervos y sus señores, y las reflexiones que de esas interacciones se deriven y trascienden sus limites para llegar a todos nosotros, alla donde estemos.
A. Hopkins, que venia de ganar un oscar por su papel en ¨el silencio de los corderos¨, nos ofrece otro regalo en forma de soberbia actuacion dando vida a Stevens, un prototipo, quizas, de muchos de nosotros, una persona recta que se entrega fervientemente a su trabajo con una dignidad incolume, quizas para huir de otras debilidades que le atenazan, de reconocer que su vida esta vacia porque no ha sabido plantarle cara con la valentia debida. Su esfuerzo y vida sencilla sera desafiada por Miss Kenton (esplendida E. Thompson), el ama de llaves, que trastocara su mundo al provocarle una atraccion tan inclemente como indeseada.
Stevens, que siempre ha ¨huido hacia adelante¨ evitando afrontar la gran pregunta que todos debemos hacernos en algun momento -¿es esta la vida que quiero vivir? ¿soy feliz asi?- ve por un momento la oportunidad fugaz de enmendar sus carencias, a traves del amor que el ama de llaves le ofrece, de romper el corse que la vida de mayordomo fiel y estoico le ha apretado toda la vida, de reconocer, a pesar del dolor, de que quizas tanta diligencia, tanto empeño y celo en hacer las cosas bien, no le ha aportado la felicidad necesaria...
Sin embargo el final de la cinta diluye cualquier esperanza, la escena dramatica donde Stevens se despide por ultima vez del ama de llaves mientras el autobus se aleja, las manos que no llegan a tocarse, la certidumbre de que todo acabo..brutal manera de concluir un rayo de luz efimero.
Adornando lo principal, tambien asistiremos a una descripcion puntillosa de los labores de los miembros del servicio, al desarrollo de reuniones politicas auspiciadas por el dueño de Darlington Hall, que llevaron posteriormente a la gran guerra, al deleite de los decorados de las estancias, de los exteriores y jardines, de las mesas copiosamente servidas y a mucho mas.
Por ultimo solo resaltar lo lamentable de que no se hiciera con algun de los premios a los que fue nominada, un claro ejemplo de que las peliculas no comerciales no tienen las mismas oportunidades.
En definitiva un gozoso ejemplo de pelicula convertida en arte para disfrutar pausadamente una y otra vez, y disfrutar de sus muchas aristas, todas ellas de una calidad encomiable.



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mahotsukai

  • 29 May 2018

9



Elegante y conmovedor drama dirigido por James Ivory (“A room with a view”, 1985; “Howards End”, 1992) y protagonizado por los ganadores del Oscar, Anthony Hopkins y Emma Thompson.

Luego de la compra de la enorme mansión Darlington por un millonario estadounidense para quien trabaja ahora, el mayordomo James Stevens viaja por la Inglaterra de afines de los 50s, en búsqueda de un amor al que dejó partir hace 20 años, cuando privilegió su trabajo por la felicidad.

La génesis de “The remains of the day” (1993) se remonta a inicios de los 90s, cuando el director ganador del Oscar, Mike Nichols (“The Graduate”, 1967) encabezaba un proyecto para adaptar la novela homónima (1989) del ganador del Nobel, Kazuo Ishiguro, a partir del guión desarrollado por Harold Pinter. Sin embargo, tras una dura revisión, el guión sería descartado por la productora Merchant Ivory, a cargo del proyecto, y en su lugar contratada la novelista y guionista alemana Ruth Prawer Jhabvala, con quien James Ivory ya había trabajado exitosamente en “A room with a view” (1985) y “Howards End” (1992).

Al incidir Ivory en la redacción del guión, y teniendo a favor el éxito de estas dos películas en particular, no fue de extrañar que finalmente el director de “Maurice” (1987) se hiciera cargo del proyecto y convenciera a Nichols de producir la adaptación, junto a Ismael Merchant y John Calley. Más aún, cuando James Ivory sugirió a la pareja actoral compuesta por Anthony Hopkins y Emma Thompson, pilares del éxito de “Howards End” (1992), para “The remains of the day” (1993) no quedó ninguna duda que Ivory se había comprometido de tal forma con la adaptación cinematográfica, que no había duda de que filmaría una de sus mejores películas.

Uno de los grandes y primeros méritos de “The remains of the day” (1993) es su guión, en donde Ruth Prawer Jhabvala da cuenta de su enorme habilidad para convertir una novela interesante pero no por eso menos densa, en una trama cinematográfica que respeta los principios narrativos de Kazuo Ishiguro sobre lo irrecuperable que es el tiempo perdido y sobre cómo ciertas decisiones provocan sentimientos de haber desperdiciado oportunidades que pudieron llevarnos a derrotaderos más satisfactorios. Un melodrama que explorará en lo más profundo del ser los sentimientos que afloran y se reprimen por situaciones contextuales, por deberes laborales o, simplemente, por una dignidad mal concebida.

Y en ello, la guionista logra explicar narrativa y visualmente la “curiosa” concepción de amor de Ishiguro, que puede replicarse en cualquier cultura del mundo, pero que evidentemente muestra una esencia oriental, en particular, japonesa. Una visión que los occidentales vemos con cierto recelo y a la cual negamos cierta comprensión, en que la cosmovisión nipona no esconde su apreciación del amor como una enfermedad, que puede alterar seriamente nuestro quehacer y truncar decididamente nuestras metas y objetivos. Porque ésa es la visión que el personaje protagónico de James Stevens sostiene y en la que el sentido del deber termina por imponerse sobre el querer.

Sin embargo, ello no quiere decir que la trama de “The remains of the day” (1993) reniegue de su carácter melodramático, sino que abogará por exponer toda una radiografia psicológica de los personajes protagónicos, el señor Stevens y la señorita Kenton, a base de silencios, miradas y gestos desesperados de cada cual, llantos detrás de las puertas, miradas nostálgicas de despedida y tensión sexual, como aquella memorable escena en que la señorita Kenton arrincona a Stevens aparentemente para arrebatarle un libro, pero que en realidad está esperando que él dé el primer paso. Un momento de máxima tensión dramática protagonizado por un hombre maduro que ha encontrado en el trabajo su única pasión y obligación y una mujer aún joven que pide a gritos comenzar a vivir y que su compañero sea precisamente ese perfeccionista y tímido mayordomo.

Narrada con la clásica estructura de memoria y anhelos narrativos, James Ivory expone los recuerdos y esperanzas de un hombre ilusionado por recuperar el tiempo perdido, aunque aparententemente busque reencontrarse con su ex ama de llaves, aquella mujer a la que amó en secreto y que puede volver a tener cerca, por cuestiones laborales y ahora que el matrimonio de ella parece haber finalizado y le deja disponible. Ivory tiene éxito indudablemente en esta dicotomía de nostalgia y esperanza, reflejado en los recuerdos de la mansión Darlington en los años 30s y el actual viaje hacia lo desconocido de Stevens, en donde Ishiguro ve plasmada certadamente su metafóra de la negación de la propia identidad y la idea de que muchas veces somos obervadores de las decisiones de otros, cuando podemos estar jugando un papel en esas decisiones y negarnos consciente o inconscientemente a ser parte de ellas.

Otro de los grandes pilares de “The remains of the day” (1993) es la estructura de los personajes protagónicos y secundarios, pero en especial los primeros, cuyo carácter definen la esencia narrativa del film. James Stevens podrá parecer el más reprimido e impasible de los hombres, con un sentido del deber y la obligación extremos, impertérrito ante la muerte de su propio padre y la frustración amorosa de la señorita Kenton, pero al mismo tiempo encarna el máximo ejemplo del dolor y la renuncia hacia sus propios intereses en pos de un beneficio y/o servicio superior, que a la postre reconforta sus sentidos, aunque no por ello deje de sentirse vacío. Así, el británico Anthony Hopkins regala una de sus interpretaciones más conmovedoras y perfectas, que sin duda merecía el Oscar al mejor actor y que terminaría ganando, no sin méritos, Tom Hanks por su interpretación en “Philadelphia” (1993), y que da cuenta del innegable talento del legendario actor de “The silence of the lambs” (1991) para trabajar el rostro y las miradas.

Pero la conducta del señor Stevens, aunque responde a una forma de ver la vida y ser, no alcanzaría los ribetes que alcanza si no fuera por la aparición de la señorita Kenton, encarnada por la notable actriz británica, Emma Thompson. Si hay un personaje que representa mejor el título de la novela y, por extensión, el de la película es el interpretado por la reciente ganadora del Oscar por aquellos años, por “Howards End” (1992), una mujer que, a pesar de su profesionalismo y dedicación, sí encuentra tiempo en los despojos o “lo que queda del día”, para soñar y proyectar su vida. De esta forma, Thompson encarna un personaje epítome para el verdadero mensaje de “The remains of the day” (1993), que es que sin importar el poco tiempo que tengamos y los errores que cometamos, debemos siempre hacer algo antes de que el tiempo devore el presente.

Paralela a la trama romántica del señor Stevens y la señorita Kenton, el film presenta una subtrama que explora la contingencia política en los años en que el nazismo se fortalece en Europa y Alemania intenta reponerse de las durísimas condiciones que el Tratado de Versalles (1919) supuso para el país germano, tras el fin de la I Guerra Mundial. En ella, Lord Darlington, personificado por el eficiente James Fox (“Isadora”, 1968; “Performance”, 1970) simpatizante de la Alemania nazi encabeza gestiones extraoficiales entre diplomáticos británicos, franceses y estadounidenses para ayudar a Alemania a ser lo que era antes del estallido de la guerra, una nación poderosa e influyente en Europa y el mundo. En sí, Darlington es un noble que deambula por una simpatía patética hacia una ideología enferma y el sentido de grandeza de su linaje, y su mansión es una extensión de su propia personalidad, fría y altiva, sólo que el inmueble, que es un personaje más en el film, le sobrevivirá ante la ruina que le ocasionará estar de parte de los nazis.

Un escenario perfecto para exponer esa paradoja del mayordomo que tiene la altivez moral de enjuiciar a sus subalternos, pero al cual se le niega lo mismo a la hora de opinar sobre cuestiones que lo son extrañas, en esa también recordada escena en que el fascista Sir Geoffrey Wren ironiza con la incapacidad del mayordomo de Darlington de discutir y opinar sobre cuestiones políticas, sociales y económicas, por su menor rango social. Un escenario que nos recuerda el paso del tiempo y la prescindibilidad de la gente, con el conmovedor proceso de degradación física y mental del padre de James Stevens y que obligará a su hijo a comenzar a prescindir de él por un asunto más de lealtad al Lord que otra cosa.

Y ya que hablamos de la mansión Darlington, bien vale destacar el enorme trabajo del fotógrafo Tony Pierce-Roberts -estrecho colaborador de Ivory- que, con sus acertadas tomas y decisiones visuales respecto a la casona, la convierten en un ser vivo más. La mansión Darlington vive a través de cada habitación, cada salón, cada escalera y cada pasillo, como una suerte de bestia que requiere ser alimentada a diario gracias al concepto visual de Pierce Roberts, que no sólo da cuenta del detallado trabajo de Stevens y el resto de la servidumbre, sino del papel del edificio en las reuniones que Lord Darlington insiste en realizar para tratar temas políticos. Sin embargo, no se quedará sólo en mostrar la grandeza y, a la vez, frialdad de la mansión Darlington sino la belleza y pureza del paisaje campestre británico, tan espontáneo e impredecible como el carácter de algunos personajes.

Además del enorme trabajo interpretativo de Hopkins y Thompson, y la eficiencia de Fox, bien vale la pena mencionar el acertado reparto que Ivory escogió, con Christopher Reeve (Saga “Superman”, 1978-1987; “Somewhere in time”, 1980) interpretando al congresista Jack Lewis, opositor a las intenciones de Darlington con los nazis y final propietario de la mansión; un jovensísimo Hugh Grant (“Bitter Moon”, 1992; “Four weddings and a funeral”, 1994) que encarna al entrometido ahijado periodista de Darlington, Reginald Cardinal; el experimentado Peter Vaughan (“Village of the damned”, 1960; “Brazil”, 1985) como el padre de James Stevens; Michael Lonsdale (”El nombre de la rosa”, 1986; “Ronin”, 1998; “Munich”, 2005) como el diplomático francés Dupont d’Ivry; Rupert Vansittart (“Buster”, 1988; “Braveheart”, 1995) como el fascista Sir Geoffrey Wren; Peter Eyre (“From Hell”, 2001) como Lord Halifax; y los jóvenes Ben Chaplin y Abigail Hopkins, hija del actor protagonista, como la joven pareja de la mucama y el ayudante mayordomo de Stevens.

El habitual colaborador de James Ivory e Ismael Merchant, Richard Robbins (“A room with a view”, 1985; “Howards End”, 1992) fue el encargado de musicalizar este film y lo hace a través de una acertada y bella partitura de ritmo ligero y rápido, que da cuenta de la velocidad y disciplina a la cual están amarrados los personajes de la mansión Darlington. Acordes que evocan también la velocidad con que el tiempo devora la vida de la gente y la nostalgia que queda al recordar.

“The remains of the day” (1993) fue nominada a 8 premios Oscar, incluyendo mejor película, mejor director, mejor actor y actriz principal, sin embargo, no ganó ninguno, lo que constituyó un hecho lamentable. Sus innegables cualidades como film debieron competir con “The Schindler’s List” (1993) de Steven Spielberg y “In the name of the father” (1993) de Jim Sheridan, en donde el drama de Spielberg terminaría por arrasar por todas partes. También fue nominada a 5 Globos de Oro, con idénticos resultados, y a 6 BAFTA, quedándose Anthony Hopkins con el galardón al mejor actor.

En resumen, un notable melodrama sobre la soledad, la responsabilidad, el abandono de los sueños y la pérdida irreparable del tiempo, con una factura técnica y visual exquisita y costumbrista, y unas interpretaciones altamente sensibles y nostálgicas, a cargo de Anthony Hopkins y Emma Thompson. La evalúo con un 9.5.



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