Ficha Golpe de Estado


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Críticas de Golpe de Estado (1)




Mad Warrior

  • 7 May 2021

8



¨La ley marcial no otorga una estructura a los individuos...sólo derriba aquella con la que impera el caos en su interior¨. Puede ser este uno de los principios básicos de la filosofía del más conocido intelectual revolucionario del Japón de principios de la era Showa.
El ¨padre ideológico del fascismo¨, dispuesto a arrancar de raíz las leyes de un imperio que a su juicio agonizaba sin remedio.

Y su historia nos la relata Yoshishige Yoshida en la que será la 3.ª y última entrega de su conocida como la Trilogía de la Rebelión, con la cual había elevado sus técnicas y formas a niveles exquisitos de composición; sin embargo esta vez el enfoque no es particularmente el mismo ni tampoco el estilo. En ¨Eros y Masacre¨ y ¨Purgatorio Heroico¨ trataba la política desde una perspectiva marcadamente anarquista y comunista, exponiendo así todos los ideales adquiridos durante sus años de formación y estudio en base a una estructura narrativa quebrada e innacesible (saltos en el tiempo, confusión entre la realidad y la fantasía, proyección de inquietudes presentes a través de fantasías futuras, transmutación de identidades...).
¨Golpe de Estado¨ es la otra cara de la moneda. Ahora el objeto de su estudio es Terujiro (o Ikki) Kita, cuyos últimos años de su vida tratará sirviéndose de un guión que deja escribir al dramaturgo Minoru Betsuyaku (llamado el Chekhov japonés y famoso sobre todo dentro los círculos ¨underground¨ por su literatura libre y crítica), a quien admira y respeta; el cambio más pronunciado entre los dos films previos y éste es que de la visión radical se pasa a una reaccionaria, lo que se critica duramente. Y empieza con la secuencia más directa y arrolladora: una cuenta hasta diez que un muchacho sostiene antes de lanzarse a cometer un asesinato.

Un tiempo estudiado al milímetro en estos primeros y fascinantes minutos nos advierten de lo que está por venir sin dejar que conozcamos toda la información de los acontecimientos (realmente típico en Yoshida); en realidad hemos presenciado la recreación de la muerte del financiero y empresario Yasuda Zenjiro, asesinado en 1.921 por el abogado Asahi Heigo, pero este suceso no nos lleva a inmiscuirnos en un relato de suspense e investigación policial. El que haya una carta escrita por el difunto para Kita hace brotar de forma equivocada el sentimiento ultranacionalista en el guión.
No es la apenada hermana de este hombre sino el intelectual quien asume el protagonismo, pues la trama gira en torno al golpe que sufrió el Gobierno de Japón a finales de Febrero de 1.936, pero nunca lo veremos (como Ozu, Yoshida prefiere no mostrar la acción); Kita es la figura clave: inspirado por la revolución china, las teorías políticas de Platón y rechazando las ideas marxistas, su propósito fue tomar el poder y restaurar el orden en esa incipiente era Showa como se llevó a cabo en la anterior era Meiji. Muchos jóvenes y otros miembros del ejército influenciados por sus trabajos se aventuran a asesinar a los primeros ministros con tal de establecer un gobierno en contra de la democracia Taisho bajo la bendición del emperador.

No obstante si se definiera esta obra como drama biográfico acertaríamos sólo en parte, pues como se ha dicho los acontecimientos reales que se muestran aquí nos son revelados sólo por medio de diálogos y las reacciones de los personajes debidos a las consecuencias.
Al director lo que le interesa es radiografiar con extremo detalle la vida privada de Kita, su obsesión enfermiza sobre una revolución (escucharemos sus pensamientos, quizás recuerdos de guerra) y su carácter sádico, apático y amargo; aquél vuelve a exponer la acción por medio de encuadres extraños, que reflejan la caótica realidad social observada por el protagonista (o a la que él aspira).

La saturada iluminación desfigura las aristas del mundo exterior mientras la oscuridad las define en el interior; a Yoshida le ayudan el músico Sei Ichiyanagi, su operador Motokichi Hasegawa y el director artístico Akira Naito para modelar esta claustrofóbica sobriedad visual (reforzada por una inopinada linealidad narrativa) y profusamente críptica, tanto como esos personajes que se alimentan de su agobiante y hierática atmósfera. En este escenario enterrado en penumbra, ahogado por sus gélidas emociones, la atenta mirada del emperador Mutsuhito observa en silencio la violencia, la degeneración moral y emocional y el caos venidero.
En contraposición a la sobreexposición de ideales fascistas y de obstinada obsesión con los códigos de la disciplina militar, se introduce un personaje que eleva el nivel dramático así como el de extrañeza: un joven entusiasmado con las teorías golpistas de Kita que sin embargo se ve incapaz de llevarlas a cabo en la práctica, por tanto un fiel reflejo de la rebeldía estudiantil de los años 60 que Yoshida disfraza de soldado fracasado para burlarse de la fragilidad dentro del movimiento ultranacionalista. Tras su quiebra y caída, el único destino para esos revolucionarios será el castigo, la muerte...

Un Rentaro Mikuni sencillamente magistral en toda su parquedad y economía gestual da vida al intelectual Kita, más que como un personaje de carne y hueso como una simbólica representación, del mismo modo que todos los demás personajes. Yasuo Miyake, Akiko Kurane, Yatsuyo Masumura y Kazunaga Tsuji (que protagoniza los demoledores primeros minutos del film), conforman un gran elenco al servicio de las órdenes de un Yoshida que ha alcanzado la perfección estética, formal y temática de toda su obra.
Su revolución críptica y reflexiva de delineaciones ¨avant-garde¨ es un éxito en el mundo del cine. No obtiene desgraciadamente la nominación para los Oscars de 1.973 a la Mejor Película Extranjera...el cual no obstante gana la comedia dramática de Truffaut ¨La Noche Americana¨, claro está: además de porque su tema es el metacine, porque es toda una locura pensar que la conservadora Academia estadounidense de la era Nixon pudiera otorgar el premio a una obra que hablara sobre un golpe de Estado.

Otra vergüenza más que no afecta lo más mínimo a la belleza de las penetrantes imágenes, la complejidad narrativa y la profunda reflexión del trabajo del nipón.
Satisfecho con haber culminado esa ardua búsqueda se tomará un descanso de la cámara para no volver a manejarla hasta trece años después...



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