Ficha ¿Por qué no Jugamos en el Infierno?

6.95 - Total: 14

  • No la has puntuado
  • No has insertado crítica
  • No has insertado curiosidades
  • No has insertado ningun error


Críticas de ¿Por qué no Jugamos en el Infierno? (5)




TANO

  • 3 Jul 2022

8


Una chorrada magnífica. Una vez que uno se pone en situación, y se da cuenta de que es una película con una idea tan absurda como genial, y lo acepta, todo va rodado. Llegará el listillo de turno diciendo que no es realista y le pondrá mala nota... Pues bueno, no, realista no es, pero es original como pocas y muy muy disfrutable.
Una película con una trama que se va explicando poco a poco (la primera hora de película se hace incluso un poquitín larga), pero el cine asiático es así, y conforme avanza, uno se da cuenta de que todo lo que ocurre es necesario para lo que esta peli ofrece luego, y es que una vez que llega el ¨meollo¨, uno lo pasa realmente en grande, con tremendas dosis de sangre, tiros, espadazos, miembros cercenados y mucho más.
Una frikada digna de verse, al menos para los que les gusta pasarlo bien viendo cine ¨distinto¨.



Me gusta (0) Reportar

Mad Warrior

  • 31 May 2020

9


¿Estás preparado para enfrentarte a lo que vas a ver, a lo que te vas a encontrar? Pues más vale que le pongas empeño porque esto es cine, en estado puro, y el cine, como cualquier otra cosa de este Mundo, precisa de dedicación y pasión.
Como Alfredo dijo a Toto: ¨Hagas lo que hagas, ¡ámalo!¨. Eso necesita el cine: amor, por encima de todo.

Y un director que ha seguido este precepto más allá de las normas prefijadas que dicha disciplina implica, más allá de los cánones, de la experiencia, de la propia lógica, es sin duda Sion Sono, conocedor y experto, pero ante todo cinéfilo empedernido. Aunque hoy sea considerado por muchos como un auténtico maestro del celuloide, el transgresor director japonés recorrió un largo camino para demostrar que podía serlo, desde la mismísima nada, sujetando una Súper 8 en las calles de Tokyo, por donde deambulaba sin cesar, siempre alerta para captar algo con el objetivo de su cámara. Cualquier cosa valía, lo importante era filmarlo.
Ya en la década de 2.010, y estrenando casi una película al año, Sono ha sorprendido a todo el mundo con su visión ecléctica y desgarradoramente brutal de la vida y el ser humano, como demuestran las aplaudidas ¨Cold Fish¨, ¨Guilty of Romance¨ o ¨Exposición de Amor¨, su obra magna; tras el demoledor drama ¨The Land of Hope¨, donde se desmarca de forma considerable de su estilo habitual, se inmiscuye en una serie de televisión basada en un mediocre manga con dobles lecturas (de la que más tarde surgirá una adaptación cinematográfica). Retoma entonces un viejo proyecto que desea hacer desde mediados de los 90, y que ha necesitado casi veinte años de maduración. Es su carta de amor a la profesión que adora.

Ya desde el arranque de ¨Why dont You Play in Hell?¨ podemos apreciar esto en toda su plenitud. Un grupo de adolescentes intrépidos y bastante chiflados que se hacen llamar a sí mismos los Fuck Bombers dedican todo el tiempo a filmar en la calle con sus cámaras caseras, grupo liderado por Hirata (perfecto álter-ego físico y emocional del joven sr. Sono), cuyo entusiasmo por el cine alimenta la motivación de sus acciones y sueños hasta el punto de poder morir si con ello logra realizar la obra maestra que siempre ha deseado; todos los sentimientos, a partir de ahora, brotarán de dos lugares clave: el objetivo de la cámara y la sala de proyección, como en ¨Cinema Paradiso¨ (donde el nipón, en el colmo de la egolatría, proyecta en pantalla uno de sus primeros trabajos: ¨The Room¨).
Por otro lado, un homenaje al cine de yakuzas del cual Sono se ha nutrido desde chaval, con más aroma a alocada parodia que a solemne tributo, donde veremos la encarnizada lucha que mantienen dos familias rivales, la Kitagawa y la Muto, en la cual acaban inmiscuyéndose la esposa y la hija del jefe de la segunda. A un ritmo enfervorecido se establecen las pautas de estas dos tramas que primero seguirán sus propios caminos pero que más tarde, tras una elipsis de diez años, confluirán, ellas y sus respectivos personajes, por las irónicas piruetas del destino, que con todos juega y a todos alcanza imprevisiblemente.

Con esta elipsis, con el paso del tiempo, el director también aboga por los peligros que puede entrañar el aferrarse al pasado en lugar de plantar cara al presente, el seguir soñando con las más vanas esperanzas e ilusiones sin avanzar como seres humanos; este gusto por refugiarse en el pasado se nos presenta desde múltiples puntos de vista, los de Hirata y sus Fuck Bombers, que aún continúan esperando su gran momento para demostrar su talento tras la cámara, y los de Muto y Shizue, quienes conservan el deseo de ver convertida en actriz a su rebelde hija Mitsuko, protagonista años atrás de un exitoso e irritante anuncio de cuyo residuo no puede deshacerse.
Incluso el patético Ikegami, también obsesionado con la chica y que decide cambiar el ¨look¨ de la familia acorde a las tradiciones japonesas. El pasado, por tanto, es perjudicial si uno jamás logra desprenderse de él y seguir adelante; deja huella, una huella que perdura y que hace daño, manteniendo frescas las heridas y abriendo con violencia otras nuevas. Pues la violencia no se detiene, se alimenta de perversos sentimientos que vienen de muy lejos en el tiempo, pero pese a todo, esa rabia y brutalidad reinante, que cruzará el metraje desde el principio hasta el final afectando a todos, Sono no deja de promulgar una verdad irrebatible, universal.

Una verdad que crea con astucia la distancia y desemejanza con algunos de sus anteriores films. Y es que, si últimamente abogaba por el odio como principal sentimiento vital (tal cual sucedía en ¨Guilty of Romance¨ o ¨Cold Fish¨), ahora es el amor el que constituye el motor de todos los acontecimientos que tendrán lugar; la violencia desquiciada y trastornada empaña la historia, pero es consecuencia directa del amor a la vez que su resorte, y de éste nacen emociones grandiosas. El amor es la fuerza más poderosa, y cubrirá numerosas partes.
El amor de los padres por la hija, del marido por la esposa y la amante, el amor no correspondido o imaginario (el de Koji por Mitsuko), el amor entre amigos...¡hasta en el seno de la yakuza hay amor fluyendo continuamente! Pero el más importante, el que aporta un sentido a la salvaje incoherencia que desata Sono, es el amor por el cine, maestro de ceremonias (tratado como una deidad por Hirata) que logra que todos y cada uno de los personajes crucen de nuevo sus vidas, brotando de él y por él la alegría, el entusiasmo, la ilusión, la esperanza y el remedio para resolver situaciones cotidianas tan extremas como una batalla campal entre dos clanes yakuza o la hostil relación entre un padre y una hija.

Es el cine y nada más el que acaba moviendo los hilos del argumento hacia un enfrentamiento épico que Sono ha estado retrasando cuidadosamente para que el efecto sea más imponente...y así es. Cuando los focos están encendidos, los micrófonos preparados, las cámaras filmando y los protagonistas en posición, estalla la locura y somos arrastrados hacia un vendaval de violencia tan deliberada y deliciosamente ¨grindhouse¨, tan visceral y alocada, que resulta difícil no sentirse cautivado por su descarnada belleza, en todo ese último tramo donde el realizador parece ejecutar su versión de la lucha final de ¨Kill Bill I¨.
Eso es algo que éste no esconde, sus influencias. Ni las esconde ni le da vergüenza expresarlas en boca de sus actores (leyendas como Bunta Sugawara, Ken Takakura, Tetsuya Watari, Kinji Fukasaku y sobre todo Bruce Lee, quien nunca tuvo un imitador mejor, aparecen literalmente mencionadas), influencias a las que rinde un cariñoso tributo y que abarcan mucho, desde el cine de gángsters al de samuráis pasando por el de kung fu, el de aventuras, el ¨western¨, el ¨noir¨ (siendo ello, claro, objeto de parodia) y todo el cine europeo; desde Seijun Suzuki, Shohei Imamura, Yoshishige Yoshida, Takeshi Kitano y el nombrado Fukasaku a John Woo, Federico Fellini, François Truffaut, Terry Gilliam, Giuseppe Tornatore, Jean-Luc Godard, Stanley Kubrick, Quentin Tarantino, Robert Rodríguez...las referencias son extensas, inmensas; basta con decir que la influencia máxima es el cine.

Y es que pocas veces se ha expresado amor por él con la enfermiza pasión de la que hace gala Sono. Su filosofía es tajante: vale la pena arriesgar la vida, incluso perderla, si con ello se puede rodar una película. Es más, no es necesario contar con un guión, actores expertos ni un equipo profesional para lanzarse a filmar, únicamente con entusiasmo, imaginación y amor se puede hacer lo que se quiera, y cuanto antes mejor. Hiroki Hasegawa da vida al álter-ego perfecto de Sion Sono en un personaje tan loco e histriónico como todos los que pueblan la película, lo que Tak Sakaguchi, Tatsuya Nakajima, Fumi Nikaido (a menudo desquiciante), Shinichi Tsutsumi y los veteranos Jun Kunimura y Tetsu Watanabe demuestran con creces.
Mención especial merecen la esposa del director, Megumi Kagurazaka, Yoshihiro ¨Denden¨ Ogata y el gran Mickey Curtis, quienes tienen una breve aparición. Sono, por su parte, no cesa en el histrionismo y el exceso en un ejercicio diametralmente opuesto al de su anterior trabajo. Coge la cámara y barre con ella el escenario creando un espectáculo colorista, ecléctico y psicotrónico de imaginación desbordante y energía ciclónica. El espectador acaba extasiado. Porque el cine tiene esa virtud: extasiar, emocionar, cautivar, enamorar. Ese es la norma que obedece Sono.

El cine lo da todo y se lo merece todo, por tanto hay que darlo todo para hacer una película, la vida si es necesario. ¡Corre y hazla!, nos está diciendo con ese apoteósico último plano donde un exhausto Hirata, empapado en sangre y sudor y con los rollos de metraje en la mano, vocifera al Cielo por el sueño alcanzado.
El director grita ¨¡Corten!¨, los focos se apagan, aparece la gente del equipo, Hasegawa se detiene por fin y la función concluye, gloriosa, triunfante, visceral. Ya sólo quedan las ovaciones, los aplausos. ¡Qué grande, qué mágico, qué apabullante es el cine!



Me gusta (1) Reportar

Daybeat

  • 1 Aug 2018

10


Sin palabras, esta película me ha encantado!
De la mano de Sion Sono esta película alocada es de lo mejor que he visto, yakuzas, comedia negra, sangre por todos lados. La película comienza interesante, con una trama buena sobre peleas entre jefes yakuzas y conforme avanza el humor y la violencia va creciendo hasta llevarnos al final de la a cinta que ha sido lo mejor. Nos hace recordar el estilo del director Tarantino con Kill Bill y pienso que eso pretende Sion Sono, llegando a la última media hora del fin de la cinta me morí de risa, en el final podemos encontrar una batalla de yakuzas con litros de sangre salpicando por doquier, cabezas volando y un sin fin de locuras, a pesar del gore que podemos encontrar en ves de dar una sensación de asco por el grado de violencia genera una situación bastante cómica.
Una película algo larga pero muy recomendable, conozcan o no el trabajo de Sion Sono es una película que no se pueden perder! Divertida locura violenta del mejor Sion Sono!



Me gusta (0) Reportar

ragman

  • 4 Apr 2016

8


sion sono nuevamente logra sorprenderme, estamos ante un filme bastante extraño que comienza como una historia de yacuzas y que poco a poco va tomando una trama tan disparatada como certera, quizas al salirse un poco de lo convencional, no llegue a gustar a muchos, por mi parte me parecio muy bien que se enfocara en otra idea, tiene el gore que sono nos tiene acostumbrado en sus filmes, ni muy exagerado pero rosando lo bizarro, lo justo y necesario. muy recomendable a quienes les gusten las rarezas o esten acostumbrados al cine de sion sono.



Me gusta (1) Reportar

ilustrador.tk

  • 2 Apr 2016

5


Bueno, he caído con esta cinta, ya que según las imágenes y póster de ella, pensé que iba de un holocausto zombie. Pues no...
Es sobre unos cineastas principiantes que en su afán de hacer una película cojonuda, se meten de lleno entre dos pandillas rivales, quienes se buscan exterminar de manera muy gore.

Así, este.film se enmarca en la comedia negra, muy alocada y llena de situaciones imposibles. Peleas en donde vuelan las cabezas y manos, mientras el director en medio alucinanado por lo bien que esta quedando la toma.

Risas a ratos, si bien la trama comienza interesante, la carencia de buenas ideas hacia el final le pasan la cuenta, ya que ntre diálogos y gore se va diluyendo el interés por la historia central, convirtiéndose en una seguidilla de tomas y gags que cansan.

Para ver en un día de ocio.



Me gusta (1) Reportar

Críticas: 5


Escribir crítica

Tendencia de puntuaciones

0
0%
1
0%
2
0%
3
0%
4
7%
5
14%
6
21%
7
7%
8
35%
9
7%
10
7%