Ficha Qiu Ju, Una Mujer China


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Críticas de Qiu Ju, Una Mujer China (1)




Mad Warrior

  • 20 Dec 2023

7



Se arrastra desde las pedregosas colinas de Shaanxi hasta una jungla urbana que desconoce, cada día, infatigable, pero esta mujer tiene una misión y la cumplirá...y para eso debe vencer a todo un sistema.
Es la épica hazaña de una heroína ordinaria.

Parece cosa de voluntad divina lo que llevó a Yi-Mou Zhang a experimentar todo un vuelco a su filmografía, quizás no por muchos tan apreciado, pero es que en ese momento al buen hombre le prohibieron estrenar “Ju Dou“ y “Raise the Red Lantern“ en su país debido a la visión sangrante de la China feudal, y se le había enfriado un proyecto que estaba defendiendo con mucho ahínco. Cuenta aquél que haciendo unos recados se encontró con un ejemplar de la serie Zhongguo Zuojia (Chinese Writers) y uno de los relatos, “Wàn-Jia Sùsòng“, le acabó fascinando.
Original del famoso autor y político Yuan-Bin Chen, se trata de una historia que le nació contemplando las cenizas de su casa tras un grave incendio y pensando en los procesos legales por los que habría de pasar; este era el tema central, pero la protagonizaría una mujer, una especie de heroína nada especial surgida de una China remota y lejana, y nadie podría haber imaginado que esa fuese Gong Li, la bellísima estrella internacional. Ahí la vemos, filmada con las cámaras ocultas del director entre la masa de transeúntes que se agolpan en amplias avenidas; caracterizada ingeniosamente, nadie la distingue con esas ropas rurales, esa cara grasienta y esa barriga de embarazada.

Zhang vuelve así a rendir homenaje a la mujer, tal vez nunca de una forma tan sencilla. Qiu-Ju, que ya demuestra su fortaleza desde el principio, carga a su marido en un carro hacia el médico; en contraste con el palacio dominado por la presencia masculina en “Red Lantern“ (donde la concubina de Li, Song-Lian, fingía estar preñada, curiosamente) el hogar de la anterior se ha visto despojado de toda presencia al haber sufrido él un ataque brutal (mostrado en la novela pero ausente aquí) por parte del jefe de la comunidad, Shan-Tang.
El director entonces nos hunde en las costumbres de esta tierra agrícola de la que él fue parte en su infancia, un entorno encerrado, de manías y tozudez en el cual instó a sus actores a habituarse mucho antes de iniciar el rodaje. Li se disfraza maravillosamente en una invención del guión, pues en la novela Qiu-Ju no espera ningún hijo, sin embargo así se ve más oprimida, por el deber de una doble obligación: tener un heredero para ganar respeto ante sus vecinos y asegurarse de que se haga justicia, elemento central de la película, porque ella, como campesina ignorante, es lo único que pide.

Pero ésta, gracias al estilo naturalista de Heng Liu que respeta la esencia de la novela, carece de subtramas de mayor impacto dramático que puedan solapar la principal; Zhang también es muy directo sobre lo que quiere tratar, y esta vez sacrifica toda atención a la estética en favor de lo auténtico, de filmar una historia real. Cualquiera diría que lo que vemos es el documental de la vida de la campesina, quien, aún con la carga del embarazo, viene y vuelve del campo a la ciudad, luchando contra un sistema burocrático que ella considera injusto, que, independientemente a quién vaya dirigida la queja, siempre termina en el despacho del oficial que favorece al jefe del pueblo.
Li casi nunca goza de primeros planos y siempre aparece desde lejos, rodeada de un entorno asfixiante, ya sea el rural o el urbano (entorno donde son los hombres, y la mayoría de clases más altas, quienes toman todas las decisiones), y aun así, en su estado tan débil, exhibe su implacable valentía y transparente honestidad sin retroceder un solo momento...y ello la convierte en dueña del encuadre; un instante clave recalca el uso de su paciente fuerza: el rechazo del dinero de Shan-Tang a las puertas de su propia casa y frente a su familia, mientras él la trata de “zorra chupasangre“.

Con este gesto se eleva el poder femenino por encima de cualquier tradición o costumbre, arrebatando el del hombre más respetado del pueblo, quien, para más inri, carece de heredero, pues sólo tiene hijas. Y la trama se construye de este modo, en idas y venidas, cada vez visitando Qiu-Ju a burócratas de puestos sociales más importantes, y cada vez a pasos más pesados por su avanzado embarazo, así esta historia alcanza un grado universal capaz de ser comprendido no sólo por un espectador chino de los “90. La lucha de Qiu-Ju es la del pequeño individuo desde cuyo interior clama un grande para poder enfrentarse a uno más grande.
Hasta la misma capital parte la protagonista, contemplándola Zhang desde un mordaz choque cultural donde, ante sus avanzados y occidentalizados vecinos de la urbe, queda definida con cierto entrañable patetismo, intentando “adaptarse“ bajo una prenda horrible sobre sus vestidos rurales. No se pueden describir las emociones tan poderosas que se acumulan en los momentos más sencillos, dejando el director su vena más naturalista y humana en ellos, como esa Li presa de la incertidumbre y el pánico al perder de vista a su cuñada en plena ciudad, o ese terrible clímax, ausente a nuestros ojos, donde durante el parto sus parientes solicitan la ayuda del jefe de la aldea.

Un equilibrio espiritual grandioso que podría dar por concluida esta espiral de desavenencias y rencores de no ser porque las leyes y la inhumana burocracia siempre se entrometen en la vida de todo el mundo, quedando en última instancia, y por fin en un primer plano magistral, el gesto de sorpresa y decepción de esa Qiu-Ju que por fin logra su objetivo justo cuando la vida y la conciencia humana habían actuado correctamente.
Un mundo que nunca favorece la bondad ni la justicia, un mundo siempre del revés. Y el director lo cuenta sin florituras innecesarias, sólo con el poder de las interpretaciones y el estilo documental; el esfuerzo acabó llevando al film a ganar el León de Oro en Venecia y a regalarnos la tal vez más impresionante actuación de Li de toda su carrera.



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