Ficha Quiero a este Hombre


  • No la has puntuado
  • No has insertado crítica
  • No has insertado curiosidades
  • No has insertado ningun error


Críticas de Quiero a este Hombre (1)




Toribio Tarifa

  • 21 Mar 2016

3


“Eres pequeña” le dice un par de veces Clark Gable a Lana Turner en el curso de la película. Y efectivamente lo era. Lana Turner medía 1,60 cm, que tampoco era altura para merecer una tal burla, porque al fin y al cabo era la misma de otras “diosas” como Joan Crawford, Bette Davis o Margaret Sullavan, quien ni siquiera la alcanzaba; y no muy lejos andaban otras, desde Olivia de Havilland a, en tiempos más cercanos, Naomi Watts. No todas han de crecer como Nicole Kidman o Geena Davis. Lo que ya no sabemos es si el guión incluía el comentario o si era una morcilla de Gable, quien, por cierto, le sacaba 25 cm., pero también le doblaba la edad.
Hay que empezar reconociendo que, pequeña o no, Lana Turner está preciosa en esta película. Sus 20 añitos están perfectamente aprovechados. Clark Gable se pasa la película besuqueándola, al modo en que se practicaba en el cine de los años 40, pero besuqueándola al fin y al cabo, y yo no podía menos de recordar los lamentos de Vivian Leigh, quien un par de años antes, como Scarlett O’Hara, se quejaba amargamente de lo que había sufrido con los besos de Rhett Butler, castigada por su halitosis.
Este largo preámbulo ya debe dejar adivinar que se trata de una película muy floja, pero, claro, uno ve el cartel encabezado por Clark Gable, Lana Turner, Claire Trevor y Frank Morgan, el Matuschek de la deliciosa “El bazar de las sorpresas”, y es muy difícil resistirse a su llamada. Se trata de un western, pero un western sin ganado y sin cowboys, que se desarrolla en un pueblo dominado por el típico propietario de “saloon” al que el protagonista, más pillo y con más peso específico que él, ha de desbancar, cosa que consigue sin gran esfuerzo.
Durante gran parte de la película se tiene la impresión de que sus gestores - guionistas, director, etcétera - muy bien, muy bien no sabían qué hacer con ella. Y esto se nota y hace que el espectador acabe preguntándose por qué esa escena, cualquier escena, se alarga innecesariamente y no se acaba nunca. Si hubiera estado bien llevada habríamos hablado de que el asunto moral que se cuece no es otro que el de la cacareada corrupción política, pero su aportación en este terreno es tan escasa y su visión tan roma que no vale la pena casi ni mencionarla.
Sí tiene alguna cosa curiosa, original: por ejemplo, en el “saloon” que abre Clark Gable para destronar a su competidor, se dispone una ristra de sillones de barbero en los que los clientes pueden sentarse, y las señoritas, que ligeras de ropa cumplen la función que se espera de ellas en este tipo de establecimiento, les afeitan, masajean y, en fin, les dispensan los cuidados que uno busca en una barbería. Y todo ello a la vista del resto del público que baila, juega y bebe como corresponde. A ver si cunde el ejemplo.



Me gusta (0) Reportar

Críticas: 1


Escribir crítica