Buen drama sicológico clásico, dirigido por Hubert Cornfield y con la fuerte marca de estilo del productor Stanley Kramer (que dirigió algunas escenas), protagonizado por Sidney Poitier, como un psiquiatra veterano que le cuenta a un joven colega frustrado (Peter Falk) el caso que vivió años atrás cuando fue psiquiatra de una cárcel y tuvo que lidiar con un paciente nazi (interpretado por Boby Darin), cuyo fanatismo político tenía sus raíces en los traumas de su infancia.
La película se desarrolla casi en su totalidad en sesiones de terapia. Toma un enfoque freudiano del trauma psicológico, lo que es aprovechado por Cornfield para escenas con un enfoque interesante y estilizado para dramatizar los recuerdos de Darin. Esos recuerdos de su infancia y juventud son presentados con una combinación de flashbacks, con momentos casi oníricos y expresionistas, para enfatizar el poder perturbador que ejercen sobre él. Las imágenes crudas y cargadas de simbolismo logran un fuerte poder visual.
El duelo entre el psiquiatra negro, culto y tolerante y el reo-paciente fanático nazi ¨blanco y buen cristiano¨, toca provocadoramente el racismo y la intolerancia, temas candentes en esos años 60s en EEUU, en plena lucha por los derechos civiles y que en esta película se los aborda con seriedad e integridad. Poitier aporta fuerza y dignidad a su papel, recordándonos el gran actor que fue y que abrió el camino para estrellas posteriores como Freeman, Washington o S. Jackson.
Miguel Arkangel
8
Buen drama sicológico clásico, dirigido por Hubert Cornfield y con la fuerte marca de estilo del productor Stanley Kramer (que dirigió algunas escenas), protagonizado por Sidney Poitier, como un psiquiatra veterano que le cuenta a un joven colega frustrado (Peter Falk) el caso que vivió años atrás cuando fue psiquiatra de una cárcel y tuvo que lidiar con un paciente nazi (interpretado por Boby Darin), cuyo fanatismo político tenía sus raíces en los traumas de su infancia.
La película se desarrolla casi en su totalidad en sesiones de terapia. Toma un enfoque freudiano del trauma psicológico, lo que es aprovechado por Cornfield para escenas con un enfoque interesante y estilizado para dramatizar los recuerdos de Darin. Esos recuerdos de su infancia y juventud son presentados con una combinación de flashbacks, con momentos casi oníricos y expresionistas, para enfatizar el poder perturbador que ejercen sobre él. Las imágenes crudas y cargadas de simbolismo logran un fuerte poder visual.
El duelo entre el psiquiatra negro, culto y tolerante y el reo-paciente fanático nazi ¨blanco y buen cristiano¨, toca provocadoramente el racismo y la intolerancia, temas candentes en esos años 60s en EEUU, en plena lucha por los derechos civiles y que en esta película se los aborda con seriedad e integridad. Poitier aporta fuerza y dignidad a su papel, recordándonos el gran actor que fue y que abrió el camino para estrellas posteriores como Freeman, Washington o S. Jackson.
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