Ficha Días de Radio

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Críticas de Días de Radio (5)




Mad Warrior

  • 23 May 2021

9



“La época: mi infancia. […] Perdonadme si miro el pasado con sentimentalismo.
Por supuesto que el tiempo no siempre era nublado y lluvioso, pero lo recuerdo así porque todo era más entrañable cuando llovía...”.

Desde su primer largometraje, “Toma el Dinero y Corre”, Woody Allen ha hallado la manera de consagrarse a los recuerdos de una infancia a un tiempo entrañable e impregnada de tristeza, y al buen conocedor de su obra ese paisaje urbano cualquiera, de una belleza discreta y melancólica, le resulta de inmediato familiar. Tras conseguir su primer éxito en mucho tiempo con “Hannah y sus Hermanas” y hacer furor en la ceremonia de los Oscar, el neoyorkino decide viajar de nuevo a una época un tanto idealizada de la cual propone una lectura amable, caricaturesca, pero no menos trágica.
Cambia su Brooklyn natal por Rockaway y desdibuja un poco a su familia Konigsberg, a quienes hace más entrañables, y sobre todo sorprende la nostalgia afectuosa que trasciende a las historias relatadas por la nasal voz “en off” del propio Allen. Para dar una dimensión más profunda al primer acto de “Annie Hall”, con el que enlaza de maravilla, éste se sumerge en la llamada Era de Oro de la radio. Aquí la radio proyecta y retiene las fantasías de sus oyentes como el medio cinematográfico hacía en “La Rosa Púrpura del Cairo”; como Cecilia, el Joe en quien se transmuta Allen, un álter-ego algo más vivo y simpático que el pequeño Alvy Singer, no encuentra más razón a la vida que la ficción.
Pero no sólo él, sino los millones de americanos de clase-media baja que conviven en una nación cuyas deudas pendientes con una lejana Gran Depresión les ha llevado a aceptar sus tristes existencias mientras se dejan arrastrar a las fascinantes esferas que les brindan las ondas hertzianas, retransmitidas por esos artistas pertenecientes a un ostentoso y lejano mundo aparte cuya fama, privilegio y riqueza codician en secreto; “Días de Radio” constituye por tanto, abriéndose paso a través de una atmósfera preñada de ácida ironía, una huida soñadora hacia un pasado encantado.
El padre, Martin (nombre real del padre de Allen), que prefiere hacer pensar a su hijo que es un gángster a confesarle que es un simple taxista; la madre, Tess, que no oculta la amargura de haber tenido que renunciar a una vida más cómoda y segura eligiendo un marido al que reprocha su falta de ambición profesional; la enamoradiza y soñadora tía Bea, que pierde oportunidades con los hombres por su obcecación con la perfección masculina; el tío Abe, que no deja de traer pescados a la residencia familiar; o la desvergonzada prima Ruth, que se divierte con el cotilleo. El microcosmos judío que forma la familia de Joe, situada en el centro del argumento, es un reflejo de esos EE.UU. suburbanos llenos de parientes lejanos que llegan desde Europa huyendo de Hitler.

Mientras, la pretensión de Allen es muy ambiciosa: opta por un mosaico deliberadamente complejo prestando una atención particular por la belleza visual del conjunto y la sofisticación de los ambientes y escenarios, magnificado por la calidez que desprende la fotografía de Carlo di Palma, con cientos de personajes a quienes se concede una concienzuda caracterización, encontrando un nexo de unión en el tiempo con el clásico “Historias de la Radio” de José Luis Sáenz de Heredia, “Amarcord” o el primer tramo de “Fanny y Alexander”. Personajes, todos ellos, que tienen una historia que contar; de esta forma la audaz estructura del film se fundamenta en la crónica, íntima y social.
Y la dimensión anecdótica de estos relatos de barrio que se nos cuentan y que se funden con los escuchados en la radio, algunos divertidos y otros más melancólicos, algunos reales y otros algo más imaginarios, se hallan entrelazados gracias a la música de Cole Porter, Benny Goodman, Glenn Miller, Artie Shaw, Carmen Miranda o Xavier Cugat. Pero lo más acertado que puede proponer Allen es hacer avanzar la historia de su obra al son de la Historia mundial y observar aterrado y maravillado esos importantes cambios sociales que sacuden las existencias de las gentes.

La radio no sólo une a las familias y les hace incluso bailar a su alrededor, sino a toda la nación, y estos oyentes, aún ignorantes de la revolución televisiva, se deleitan y se conmueven con las posibilidades que se abren al otro lado. Así escucharemos historias como la del sr. Zipsky, que sufrió un ataque de locura y corrió por Rockaway con un cuchillo en la mano; la de los vecinos comunistas, que embaucaron al tío Abe; la de la explosiva mujer que Joe y sus amigos vieron bailando desnuda en su piso; la de la compañera de clase, Evelyn, que un día éste consiguió besar; o la del pretendiente homosexual que Bea llevó a casa.
Y con ello, tras las ondas, la del pobre jugador de baseball Kirby Kyle (el real Monty Stratton), quien continuó jugando pese a sufrir graves accidentes; la tragedia de la niña Polly (la real Kathy Fiscus), que cayó a un pozo y murió; las aventuras del valiente Vengador Enmascarado; la fantástica narración de Orson Welles acerca de la invasión extraterrestre; los boletines de la temida e inesperada 2.ª Guerra Mundial; los programas musicales de jóvenes cantantes que enamoran a las muchachas en el bar; las discusiones conyugales de El Tribunal de las Emociones Humanas; o los suntuosos Desayunos de Irene y Roger.

Pero hay una en concreto que atraviesa el argumento, y es la del viaje existencial de Sally, único personaje que consigue evolucionar realmente, de vendedora de tabaco en un club a personalidad respetada de la radio y protagonista de mil y una increíbles experiencias hasta convertirse en leyenda, encarnada por una Mia Farrow que destaca en el papel más sorprendente que haya interpretado para el director. Sí, al parecer hay una historia en cada esquina y un programa de radio con el que se identifican todos, por ello es imprescindible la magia que despide el medio, diametralmente opuesto a la cruda realidad, de la que la gente desea evadirse.
Woody/Joe lo recoge en sus memorias, donde recuerdos de pura efusión de felicidad conviven con auténticos dramas, y evocados a partir de una canción en especial. La obra cuenta con dos segmentos maravillosos que resumen las intenciones del director: los dos viajes, uno junto a Bea y su novio Chester y otro también con ella y el todavía casado Sy, donde su pequeño álter-ego queda fascinado con el glamour de la soñada Manhattan; los corredores del Radio City Music Hall llevan a la imagen de Cary Grant y Katharine Hepburn besándose en “Historias de Philadelphia” al son de “If you Are but a Dream”, de Sinatra.

Allen se convierte así en el cineasta del instante, dedicándose a capturar un momento presente en lo que tiene de más efímero y profundizar en él para concederle un valor de eternidad; y esto se logra tanto más cuanto que Joe afirma, ante la bonita escena de Bea y Chester bailando en el salón de Broadway: “Sy no dejó a su mujer ni a sus hijos […]. Al final de aquel año, la tía Bea volvía a soñar, intentando encontrar a su amor verdadero...pero aquella noche nadie pensaba en eso”. Los buenos recuerdos los apreciamos por lo que son, la ilusión de un tiempo pasado atrapado en su eterno presente.
En él todavía hay un mundo que continúa viviendo y respirando, quizás difuso, en blanco y negro, y al que deseamos viajar para habitar un día más lejos de la negrura de la vida real; allí nos espera aquella canción que suena sin interrupciones, y la sonrisa de la chica a la que amamos. Dice Woody/Joe, muy melancólico, que esos rostros y nombres, con el paso del tiempo, parecen más borrosos, y con ello se presagia el aciago día en que se olviden definitivamente, pero también se conserva la esperanza de protagonizar otra aventura junto al Vengador Enmascarado o enamorarse al son de una canción en cualquier salón de baile.

Con una colección de diálogos hilarantes así como un reparto coral plagado de grandes actores y otras diversas estrellas (desde el pequeño y genial Seth Green, Michael Tucker, Julie Kavner, Josh Mostel, las irresistibles Dianne Wiest y Joy Newman y Wallace Shawn a Danny Aiello, Tony Roberts, Jeff Daniels, Tito Puente, Larry David y Dwight Weist), la “Días de Radio” hace malabares para instalarse en nuestra memoria, y lo consigue, y Allen usa su imaginación para capturar con todo detalle la elegancia de la época e imprime las profundas sensaciones que el medio radiofónico le generaron.
Les aseguro que tras su visionado uno desea volver a enroscarse en su luminoso, íntimo y puro universo de colores ocre e interminables melodías de “jazz”, aunque sólo sea para admirar una vez más a Newman, Tucker y Mostel contoneándose con los ritmos de “South American Way” o la belleza de esa fugaz Diane Keaton anunciando el Año Nuevo mientras entona el “Youd be so Nice to come Home To” (dos secuencias sencillas tan bien filmadas que resultan inolvidables). ¿No sería maravilloso que, como sucede en “La Rosa Púrpura...”, Joe y sus familiares pudieran penetrar por fin al otro lado tras las ondas y brindar con las estrellas?

Soñemos pues, como ellos hacen al final desde su pequeña y humilde morada, soñemos que brindamos, bebemos champagne del más caro y pasamos una velada maravillosa bajo los brillantes focos con nuestros ídolos.
¿Qué más podemos hacer sino soñar? A veces eso es mejor que nada, a veces eso es nuestra salvación.



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salu

  • 1 Sep 2018

8


Hermosa película woody Allen tiene una cuantas película mal valoradas algunas a favor otra poco valoradas esta es una de la poco valoradas

Uno de los mejores homenajes a la radio en la historia del cine y su repercusión en la vida de muchas personas



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DE NIRO

  • 16 Oct 2016

8


muy buena comedia, hilarante y con algo de drama pero lo justo, para no aburrir, los momentos de la radio en los años 40, muy buenos los escenarios y mejor aún las historias contadas por el director que a mi entender refleja su vida en la niñez y que siempre es un poco autobiografico en sus filmes.



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[email protected]

  • 24 Sep 2015

7


Pese a que no es de las mejores películas del genial Woody Allen es una comedia mas que disfrutable. Tiene todo el estilo de este genial director, ya tenía su forma de filmar bien definida, eso se re nota pero me pareció un tanto boba a comparación de otras películas de Woody. Las actuaciones magníficas como en cada película de el al igual que la música. Tambien me gusta mucho la edición que tienen las cintas de Woody, su edición y su montaje hace que se destaquen de otras películas. Está muy buena pero no es de las mejores de el, de todas formas es mas que aceptable. Me gustó mucho.



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Mad Warrior

  • 20 Aug 2011

7


Muy agradable resulta esta película sobre las vidas,problemas y relaciones humanas,con el estilo personal que mantuvo Allen en los ¨80,mucho más ¨sobrio¨ que sus primeros ¨70.



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Críticas: 5


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