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Ya veo de donde sacaron tantas ideas en los 70“s cuando empezaron a moldar el más tarde llamado “cine catastrofe“. Evidentemente, todo sale de algún lado. Por eso disfruto tanto de ver películas de este calibre.

Tenemos a un ex aviador de la Segunda Guerra Mundial, retirado luego de sufrir la perdida de todo su escuadron por dar mal una orden, quedando en un shock psicológico muy traumático durante los siguientes 12 años.

Sin capacidad de conseguir trabajo, termina perdiendo todo. Su reputación, su dignidad y hasta a su esposa, quien lo abandona porque ya no puede seguir de esa manera, y es normal vamos. La cuestión es que la mujer se consigue un boleto de avión hasta Vancouver y nuestro protagonista la sigue, colandose en el avión para intentar detenerla.

Ahora bien, todo se termina por ir al traste cuando la comida que sirve la azafata resulta estar contaminada, y muchos pasajeros incluídos los pilótos, caen enfermos por envenenamiento, y el único con experiencia para pilotear es él mismo, aunque claro, previo a su “accidente“ solo había volado naves de combate para una sola persona, nada que ver a una aerolinea con 4 motores y 30 pasajeros.

A partir de acá, la película es un no parar de tensión y suspenso, subiendo y subiendo hasta dejarte sin respiro. Por supuesto, la tremenda actuación de Dana Andrews le suma mil puntos. El final es apoteósico como pocos, te saca el aliento.

Alucinante película que terminaría inspirando a un millón más, en décadas venideras.

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