Ficha Crisis


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Críticas de Crisis (1)




Mad Warrior

  • 11 May 2021

6



El conflicto moral, la angustia existencial, la insatisfacción amorosa, la huida hacia un futuro incierto, la búsqueda de la ansiada felicidad, la enfermedad incurable, el odio paternofilial...

Todos estos temas siempre han formado parte del universo del nacido en Uppsala, allá por mediados de 1.918, Ingmar Bergman, pues su mismo nacimiento se halló bajo el signo de la catástrofe al sufrir de malnutrición por culpa de la gripe de su madre Karin; lo demás está en sintonía: un padre brutal y autoritario que es pastor luterano, unos hermanos despreciados y una educación intransigente propensa a la negación de la alegría. Al aceptar la imaginación como vía de escape, ve una oportunidad en el mundo artístico y abandona su casa con 19 años, y el deseo de vivir lejos.
Muy ifluenciado por Strindberg, Ibsen, Dreyer, Kierkegaard o Sjöström, el joven se introduce en el teatro con éxito mientras lleva una vida privada bohemia y turbulenta, y al poco tiempo y de forma fortuita se convierte en esclavo de Svensk Filmindustri; tiene 25 años y ha nacido su primera hija, Lena. Tras el rodaje por el célebre Alf Sjöberg de un guión de su propia cosecha donde participa como asistente, al aspirante a cineasta (nombrado ya director del teatro de Helsingborg) le es encargado por fin un primer trabajo bajo su entera responsabilidad, y vendrá adaptado de una obra del autor y dramaturgo danés Leck Fischer.

Desde los primeros segundos podemos apreciar claramente que Bergman viene del teatro. Sorprende su manera de comenzar la historia mediante la intermediación de un narrador ¨en off¨, dedicado a presentar el escenario, los personajes y la acción bajo los auspicios de ese telón improvisado que se alza; nos da de este modo la bienvenida a su universo. El narrador advierte de la ambigüedad del relato, no situado por entero en el drama, más bien en la comedia; desde luego esto será un engaño, uno de los motivos esenciales de ¨Crisis¨, que abre en un pueblo bucólico y tranquilo cuya paz va a verse perturbada como la de los protagonistas, por la llegada de una mujer.
Ella, Jenny, resulta ser la madre biológica de Nelly, y ahora, tras años de ignorancia, la reclama a Ingeborg, su piadosa y buena madre adoptiva que en la intimidad se revela arisca, despreciable (se burla de su amiga y vecina Jessie) y del todo manipuladora (estafa dinero a su pobre criada Malin); Jenny es su contrapunto más radical y descarado, y el amor de Nelly se disputa de manera oportunista y frívola, sin embargo una chica que encarna los valores que apasionan al director: la rebeldía juvenil, el impulso de la carne, el deseo de vivir. Las dos mujeres también son la encarnación de dos mundos, donde la anterior habitará y terminará por decidir a cual pertenece.

Se vislumbra algo que Hiroshi Shimizu lleva haciendo dos décadas antes, la separación del espacio en dos grandes entidades contradictorias: por un lado la naturaleza luminosa de una provincia anclada en la falsa transparencia de la moral y la tradición; por otro los claroscuros de esa capital saturada por los poderes de la ilusión, lo físicamente falso, la hipocresía y la violencia. Y frente a las mujeres, Ulf (el recto, honesto, sensato y protector hombre maduro que ama realmente a Nelly) y Jack (el hedónico perverso y nihilista que sólo desea, y que primero engaña a la madre y más tarde seduce a la hija).
Quizás haciendo eco del neorrealismo que acaba de explotar gracias a Rossellini y De Sica, quizás acercándose a los dramas oscuros de Borzage y Stahl y a un fatalismo que no deja de recordar el realismo poético francés anterior a la guerra, Bergman despliega sus reflexiones, de manera desnuda y directa, sobre la condición humana y su ambigüedad moral, el proceso ¨kafkiano¨ abierto a los personajes, la lucha entre generaciones o la pesadumbre lancinante de la traición sentimental, todo regado de humor devastador y apoyado en una gran expresividad visual y formal, al fin y al cabo elementos que fecundarán toda su obra.

Pero esos mecanismos que tan bien harán funcionar sus dramas y melodramas futuros aquí no giran adecuadamente ni sus movimientos resultan tan acertados como sucederá con el paso del tiempo; él mismo califica a ¨Crisis¨ un chasco, y crítica y público están de acuerdo con él. Una producción desastrosa donde se enfrenta a problemas con el equipo, pérdida del control creativo y grandes roces con su compañía (que le despedirá por ello), hace que falle a la hora de desarrollar los acontecimientos, manejar los trucos típicos del melodrama de la época y proporcionar una introspección satisfactoria de sus protagonistas
Porque salvo el pobre Ulf, encarnado por un bueno Allan Bohlin, todos se abocan a lo detestable en su tormento, su neurosis, su manía, su irremediable crisis. La guapa Inga Landgré, dando vida a esa Nelly que quiere conocer los vicios y grandes lujos de ciudad para luego comportarse de forma altiva y soberbia pese a ser la misma tonta de pueblo de siempre, pulveriza los nervios como pocas actrices del sueco han hecho, del mismo modo que Dagny Lind, pese a su calidad interpretativa, con la cual se nos obliga a simpatizar tras verla actuar de forma hipócrita, egoísta y pretenciosa con aquellos que la rodean.

Bergman, además, no logra extraer de sus actores una actuación veraz, más bien demasiado teatral, y como ejemplo superlativo ese dramático Stig Olin como Jack, primera versión de un personaje recurrente en su cine, en cuyos rasgos cínicos y perversos gusta de retratarse. Si hay algo que enamora es la sutil y natural interpretación de Svea Holst y la fotografía en blanco y negro de Gösta Roosling (ni siquiera la banda sonora parece encajar con los sentimientos mostrados en muchas escenas...).
Uno de los mentores del director, Sjöström, produjo el film, y de poco le sirvió, ya que fue todo un fracaso. Y es que no todos los comienzos son brillantes; el futuro maestro tardaría unos años más (tres, en concreto) en pulir y perfeccionar su obra...



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