Ficha Tiranía


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Críticas de Tiranía (1)




Mad Warrior

  • 6 Aug 2022

9



Un samurái devorado por el remordimiento atraviesa bosques, montañas y pueblos con destino al territorio de Sabai, para mitigar su rabia y hacer justicia contra la crueldad de sus coetáneos samuráis.
Un ronin codicioso y una mujer torturada se embarcan junto a él en esta cruzada sin igual...

Cruzada que marca un antes y un después en la filmografía de Hideo Gosha, quien tras entregarse a promocionar como nuevo héroe de acción a su viejo amigo Isao Natsuyagi por medio del díptico ¨Samurai Wolf¨, encara la oportunidad de dirigir un film de abultado presupuesto llevado a cabo por la sociedad Toho/Fuji TV para estrenarse en PanaVision, por primera vez en la Historia del cine japonés. Tatsuya Nakadai vuelve a los brazos del director y esta unión demostrará ser muy fructífera en años venideros; por desgracia la inclusión de Toshiro Mifune en el proyecto trae muchas complicaciones...
A los periódicos trascendería la pelea entre los dos actores durante una noche de sake y con el segundo lanzando terribles palabras contra Kurosawa; sin poder soportar, para más inri, las duras condiciones del rodaje, finalmente lo abandona todo, y debido a esto Kinnosuke Nakamura toma su papel. Volviendo a ¨Goyokin¨, nos traslada a una era Tenpo dominada por el Shogunato Tokugawa y su tiránico gobierno militar (el bakufu), centrándose en el gran cargamento que da título a la misma y que no era sino el oro de los impuestos recaudados por toda la región; tétrico inicio el ofrecido con la vuelta de Oriha a su pueblo natal, sólo para comprobar la podredumbre de sus ruinas...

Mientras Gosha aprovecha los privilegios del formato PanaVision además del uso del color, al que hace tiempo no recurría, nos sumerge en un escenario aterrador; graznido de cuervos, cadáveres aquí y allá, viviendas destrozadas, signos de mal presagio y de que la muerte y la violencia va a marcar no sólo el destino de esa chica, sino de el todos los demás protagonistas, a quienes (típico de los ¨ken-geki¨ de aquél) iremos conociendo poco a poco hasta que fortuitamente crucen sus vidas. Y nadie mejor que Nakadai para encarnar al melancólico Magobei, antiguo miembro del clan Sakai que renunció a la linaje samurái debido a las crueles maniobras de su jefe y cuñado Rokugo.
Porque aquí, y como viene siendo costumbre en el género durante la década, la figura del samurái es despojada de todo honor y ética al hacer de dicho clan unos malditos asesinos, traidores al shogun y ladrones de su oro con tal de mantener el prestigio de su territorio; remata esta ácida visión una de las frases más significativas del anterior (un odioso Tetsuro Tanba): ¨A menudo hemos de mancharnos las manos de sangre...¨. En este Japón feudal sucio, corrupto y moralmente hecho trizas, Magobei, consumido por la culpa, sólo encuentra su posibilidad de redención alzándose en contra de la tiranía.

Pero al ser su antiguo amigo y familiar el objetivo de su venganza, Gosha da un toque de romanticismo a su relato y pone a este ronin resucitado en una encrucijada moral donde la amistad y el deber chocan irremisiblemente, pues tanto los actos de Magobei como de Rokugo hallan una justificación por igual (a pesar de que el asesinato es la finalidad última de ellos); como otros samuráis de Nakadai, el que encarna aquí no podrá hallar la paz en vida hasta que realice un acto de muerte y sacrificio, todo sea por hacer cumplir la justicia.
Nakamura aparece algo desdibujado como Samon, que tanto hubiera encajado para Mifune ya que no es sino una nueva versión de su Sanjuro, un ronin nihilista y centrado en el beneficio material, si bien no tarda en hacer eco de su amistad por Magobei. Al otro extremo Oriha y Shino; como siempre las mujeres del cineasta tienden a ser bien víctimas del poder masculino y mártires sacrificiales, bien personajes fuertes, descarados y endurecidos por los golpes, y así unas sensacionales Yoko Tsukasa y Ruriko Asaoka como paradigmas de lo primero y lo segundo, sobresaliendo ésta última en una interpretación vital y versátil (y prefigurando ambas a las Sue y Kaede de la futura ¨Ran¨).

l director, gracias a este nuevo formato, puede poner en práctica, y de la manera más grandilocuente, sus habilidades para lo formal; Kozo Okazaki le proporciona una fotografía rica en detalles de colores pictóricos y tonos intensos (en especial el rojo (de la sangre) ), y Motoji Kojima hace maravillas creando escenarios (interiores) de minuciosa elaboración y (exteriores) de hipnótica belleza, capturando la cámara del primero una naturaleza tan feroz y violenta como poética y hermosa.
Destacan en especial las tomas filmadas en parajes nevados, a menudo envueltas por la oscuridad de la noche, donde se desarrollan sangrientos duelos a espadas, o en lugares donde abunda el barro y la suciedad.

Hay de hecho una cierta progresión en el periplo de los personajes, atravesando primero escenarios más cerrados y asfixiantes (el granero donde acorralan a Magobei) hasta llegar a espacios enormes donde desatarse increíbles secuencias de acción y aventura (las costas donde se pretende hacer encallar al último barco que carga el oro). ¨Goyokin¨ sigue desde luego una lógica aventuresca que tampoco se separaría de cualquier clásico del género o del ¨western¨ ¨hollywoodiense¨ (o de las peripecias ¨chambara¨ de Kurosawa, Tanaka y Okamoto; de hecho no pocas similitudes hay con otras obras anteriores del mismo Gosha (¨Sword of the Beast¨, ¨Sazen Tange¨...) ).
Sin embargo esta aventura se construye sobre los ribetes de una tragedia crepuscular con especial atención en temas como el honor, la venganza, la amistad, el amor, la traición, la lealtad, la cobardía, la muerte y un inquebrantable código de moral, por tanto el tesoro, que tanto ansían los protagonistas poseer siempre, es en este caso el elemento del cual, como inspirados por el espíritu justiciero de Magobei, procurarán desembarazarse para evitar que se repita la masacre de Kurosaku y salvar así las vidas de personas inocentes (curioso es que ni siquiera el (en un principio) ronin oportunista y ambicioso se cuestione tal decisión).

Es un auténtico viaje de redención, transformación y resurrección el que parecen experimentar los personajes, que llegado el momento se unirán y pivotarán alrededor del ronin protagonista de firmes ideales (tal cual sucedía con aquellos supervivientes que seguían al Kaji de Nakadai en ¨La Condición Humana¨) mientras son perseguidos a muerte por los crueles miembros de los Sakai. Cabe señalar los momentos referentes al intenso y visceral encuentro en el paso Kennoki, atravesando su poblado fantasma, donde cada uno de ellos deja atrás todo rastro de individualismo para salvar la vida de otro (Magobei la de Oriha y ésta, y Samon, a su vez, la de Magobei).
De todas formas Gosha, haciendo buen uso del presupuesto y el despliegue de medios, nos eleva a lo más alto de la aventura durante ese magistral clímax donde esos mismos héroes unen sus fuerzas contra la tiranía y codicia de Rokugo, en lo que serán un sinfín de duelos inscritos entre lo mejor del ¨ken-geki¨, persecuciones por acantilados, enormes incendios sobre colinas, mares turbulentos y el zozobrar continuo de ese barco cuyo cargamento de oro puede acabar estrellado entre las rocas. Nunca el de Tokyo nos regaló semejante espectáculo.

Y todo ello conducido hacia un epílogo poético y desgarrador de nuevo entre la nieve y con las extremidades heladas por el frío de los dos antagonistas preparados a morir por su propia causa. La crítica y el público por supuesto respondieron en consecuencia; ¨Goyokin¨, que ya había adquirido cierta fama debido al escándalo de Mifune, acabó entre las películas más taquilleras del año y no tardó en ser considerada obra maestra de su género, dejando fuera de combate a los detractores de Gosha (aún los había, pues él venía del mundo televisivo y eso no le gustaba nada a los experimentados de la industria del cine).
Se colocó así en la cúspide de su popularidad y ello le permitió volver a formar parte de otro proyecto muy caro y equipo estelar, repitiendo Nakadai: ¨Hitokiri¨, con el que finalizaría la década de los 60 y su imponente saga de relatos samuráis...



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