Ficha Black Lizard


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Críticas de Black Lizard (1)




Mad Warrior

  • 22 Apr 2019

9



El detective más inteligente de Japón se ha topado con la horma de su zapato, la mujer fatal más retorcida y fascinante de la Historia, quien va detrás del diamante más valioso del Mundo.
Dos personajes que lucharán sin cuartel para poner a prueba su ingenio en una enrevesada trama de crimen, romance, violencia y diamantes. Nada es lo que parece, todo es pura ilusión, el misterio está en el aire.

Uno de los iconos de la novela negra de todos los tiempos es sin duda Taro Hirai, creador de intrigas bajo el pseudónimo de Edogawa Rampo (en referencia a Allan Poe) donde su inventiva y humor negro para escenificar el crimen y describir personajes tergiversaba el género yendo más allá de las fronteras del ¨pulp¨; aunque su trabajo se componga de gran cantidad de títulos, los más famosos son los protagonizados por Kogoro Akechi, sagaz detective de gran talento para resolver misterios no muy lejano del Holmes de Doyle o del Dupin de Poe. Su aparición más estelar, pese a ocupar una veintena de novelas, se da en ¨Kurotokage¨, escrita en 1.934.
La adaptación tardaría en llegar casi tres décadas, y lo haría para los estudios Daiei el mítico, y por desgracia desconocido para la mayoría, Umetsugu Inoue, prolífico e imaginativo artesano capaz de abordar cualquier género, desde el ¨thriller¨ al histórico, pero sobre todo destacando en el musical, donde se labraría una intachable reputación; la obra de Rampo sería escrita para el teatro por el importante dramaturgo y activista de turbulenta vida Yukio Mishima, siendo después revisada por el no menos memorable Kaneto Shindo. Con esta milagrosa conjunción de astros del mundo artístico, ¿que podría salir mal?

En ¨Kurotokage¨, Akechi deberá atrapar a la conocida ladrona Midorikawa, apodada ¨Lagarto Negro¨, una peligrosa mujer con un punto de vista de lo más peculiar sobre la vida y el ser humano y líder de un pintoresco grupo criminal, se ha propuesto raptar a Sanae, la hija de un comerciante de joyas que ha contratado los servicios de Akechi por una serie de cartas de amenaza que le avisan del susodicho secuestro, el cual Midorikawa usará para chantajearle y así conseguir la Estrella Egipcia, un diamante de valor incalculable. La excitante persecución ha comenzado.
Imagínense una novela de Chandler o Westlake, o una intriga negra de Hitchcock, pasada por el filtro de lo ¨kitsch¨ con una estética ¨pop¨ sesentera esperpéntica, rimbombante y la mar de psicodélica poblada de personajes ¨freaks¨ y divertidos números musicales...cuesta, ¿verdad?, pues eso es lo que nos ofrece Inoue sin vergüenza ninguna, dando color y sonido a la obra de Hirai, transformando el crimen en puro arte, poesía en movimiento. De hecho así nos lo presenta Akechi desde el principio, quien reivindica la belleza y arte que puede residir en el acto criminal, en una apertura que pasa por ser de las más alucinatorias de la Historia del cine.

Mientras el director demuestra su gran talento para el mundo de la coreografía se nos cuenta la leyenda de ese ¨Lagarto Negro¨ que en breve acaparará nuestra atención, esa ¨femme fatale¨ seductora, vanidosa, retorcida, fría como el hielo y con facilidad para el engaño que se enzarzará en el clásico juego del ratón y el gato con Akechi (la historia se centrará más en ella que en el detective), su total opuesto, por quien sentirá una tremenda fascinación. Inoue define perfectamente a los personajes y establece los códigos más viejos del cine negro, dotando a la historia de elegancia y hábiles trampas argumentales.
Pasados los absorbentes cuarenta primeros minutos, y tras el impagable número musical de los guardias, la emoción de la persecución irá en aumento hasta alcanzar su cénit en la guarida de la protagonista, donde se revelará su lado más oscuro y siniestro; entre tanto, el guión del siempre incisivo Shindo, cuyas líneas son recitadas por unos personajes que bailan y actúan como en una obra de teatro, llenando así los encuadres de movimiento, ataca a la clase alta sin tapujos, haciendo hincapié en el cinismo de la sociedad y el ser humano, cuya única ambición es el dinero (sus ideas anticapitalistas y comunistas las oiremos bien altas en boca de Midorikawa).

En el plano artístico, Inoue se rodea de un muy competente plantel. Akechi es encarnado por un soberbio Minoru Oki que deja en mantillas al Poirot de Christie mientras Junko Kano presta su precioso rostro y Masao Mishima borda al desquiciante hombre de negocios que sólo piensa en las joyas; sin embargo, nadie logra eclipsar a una Machiko Kyo (esa que a todos nos enamoró en ¨La Calle de la Vergüenza¨) dando vida al ¨Lagarto Negro¨, reina de las mujeres fatales, tan odiosa como deslumbrante y sensual.
Numerosas influencias ¨hitchcockianas¨ (el reloj en segundo plano, esa mirilla por la que observa el guardaespaldas, la figura femenina doble) y una puesta en escena arriesgada, experimental, que recuerda al estilo ¨cool¨ de Seijun Suzuki, apoyada en el magnífico trabajo de fotografía de Yoshihisa Nakagawa y la dirección artística de Shigeo Mano, dan una obra sofisticada, romántica, divertida, a menudo grotesca y extrañamente fascinante que homenajea el más puro cine negro a la vez que lo caricaturiza y pervierte (el arte del disfraz de Akichi no es muy distinto al del Clouseau de ¨La Pantera Rosa¨, y la guarida de Midorikawa es más propia del clásico ¨mad doctor¨ que de una ¨femme fatale¨).

Inoue nunca deja de sorprendernos, tanto por los giros argumentales, pues los engaños, las falsas apariencias y los disfraces son parte esencial de la historia, como por el imaginario tan colorista, atrapante y ensoñador que inventa (¿quién quiere a Wes Anderson o Nicolas W. Refn teniéndole a él?).
Termino dedicándole esta crítica, y más aún aprovechando este día, a mi querida prometida Sanae, cuyo nombre (y nacionalidad) comparte con el personaje de Junko Kano. あなたを愛しています, 私のダイヤモンド.



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