Ficha En las Rayas de la Mano


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Críticas de En las Rayas de la Mano (1)




Toribio Tarifa

  • 21 Mar 2016

7


La historia arranca cuando en un club inglés algunos de sus socios descubren y comentan intrigados que otro socio, Ralph Denistoun, oficial del ejército por más señas, lleva los lóbulos de las orejas taladrados. Por descontado que nadie se ha atrevido a preguntarle la razón de tal anomalía. Sólo cuando uno de ellos coincide con Denistoun (Ray Milland) en un viaje en avión osa interrogarle. Y Denistoun se lo cuenta... y a nosotros, de paso.
Quizá ¨En las rayas de la mano¨ no se halle entre las mejores películas de Leisen - está muy lejos de las estupendas ¨Si no amaneciera¨, ¨Recuerdo de una noche¨ o ¨Mentira latente¨ - pero no deja de tener su interés, aunque solo sea por la suma de novedades que aporta. En primer lugar, y destacado, Marlene Dietrich muestra aquí los ojos más grandes de la historia del cine. En su improbable papel de gitana, a bordo de su carromato y dando consejos y diciendo la buenaventura a quien se le ponga por delante, no deja de tener su gracia ver a la protagonista de ¨El ángel azul¨ con la cara tintada y ataviada como se supone que irían las gitanas por la Alemania nazi. Ahora, eso sí, también se la ve tratando de cruzar el cauce de un tumultuoso arroyo sobre un tronco de árbol calzada con zapatos de tacón. Esas famosas piernas había que realzarlas como fuera... Luego está el magnífico detalle del sarcasmo sangriento con que se trata un discurso de Hitler, transmitido por radio y escuchado devotamente por miembros de las SS a los que los ladridos de un perro furioso impide oír. La similitud fónica entre esos ladridos y el vociferante Führer no se le debe escapar al espectador atento. ¿Qué más?. Alguien ha hablado de la escasa química existente entre Ray Milland y la Dietrich, y es cierto: a través de un viaje en carromato, los dos solos, ella, enamorada y mostrándose abiertamente como gitana sumisa y orgullosa de su hombre, las escenas de pasión brillan por su ausencia, hasta el punto que uno llega a preguntarse si no habría de por medio consideraciones racistas que los mantuvieran alejados. Quizá sea más lógico atribuirlo a la falta de química, pero llama realmente la atención, más parece el viaje de un par de hermanos que el encuentro de una pareja de enamorados.



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