Ficha Undying Pearl (Eternal Heart)


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Críticas de Undying Pearl (Eternal Heart) (1)




Mad Warrior

  • 3 Feb 2021

9



¨La fruta del amor tiene un sabor amargo. ¿Quién pudo decir alguna vez que es dulce?¨ Mientras el barco zarpa la mujer, desde el puerto, nos brinda su último pensamiento íntimo.
No lo oímos, no vemos las lágrimas, pero los sentimos hasta en lo más profundo. Sentimos la tristeza, porque a veces el amor no es dulce, es realmente amargo y su aroma todo lo invade.

La fértil cantera del Japón clásico ofrece una enorme cantidad de joyas para cualquier amante del cine que se precie, aunque por desgracia el viajar a una época que tan lejana se divisa dificulte mucho, o casi seguro resulte imposible, encontrar la mayoría de dichas obras en un estado, digamos, aceptable. Nos hallamos en un periodo de aprendizaje y desarrollo para un cine nipón casi incipiente; las mujeres empiezan a sustituir a los hombres en la actuación, el terremoto de 1.923 asola Tokyo y devasta los depósitos de películas y las compañías, resurgiendo éstas de entre los escombros.
La Nikkatsu construye estudios modernos, la Shochiku está en expansión y a partir de 1.927 debuta en el sonoro, lo que indigna a los benshis, quienes amenazan con boicotear esta nueva forma de cine; mientras tanto la libertad de expresión se torna difícil para los artistas tras las elecciones de 1.928 y reina la censura. Comparten fama en el momento cineastas emergentes como Yasujiro Ozu, Mikio Naruse, el vanguardista Teinosuke Kinugasa, Kenji Mizoguchi o Hiroshi Shimizu, quien en realidad lleva ejerciendo la profesión cinco años, y a un ritmo frenético; el destino quiso que una de sus tantas producciones de aquel 1.929 fuera el único trabajo más antiguo que se conserva de su carrera en la actualidad.

Y ese es ¨Fue no Shiratama¨, producido en el seno de la Shochiku cuyo guión de Tokusaburo Murakami se basaba en la novela de mismo nombre del aplaudido autor, periodista y director de la Facultad de Literatura desde 1.925 Hiroshi Kikuchi. Una secuencia sorprendente que pone de manifiesto la audacia visual y artística que posee el director inicia el film: una pesadilla, sufrida por la protagonista de esta historia; es bien sabido que durante gran parte de su filmografía Shimizu se dedicaría a observar la vida desde el punto de vista de la infancia, pero sus primeras obras resultan más versátiles.
Como indican los títulos, esta es la historia de dos hermanas, Reiko y Toshie, ambas mecanógrafas en unas grandes oficinas, ambas enamoradas del mismo hombre, Shozo, un joven y apuesto compañero de trabajo; la primera siente afecto por él y les une una bonita y casi juguetona amistad, pero la segunda lo ama honestamente con todo su corazón, y es en ella en quien se centrará la trama. Una carta de declaración amorosa desencadenará una serie de trágicos sucesos y sumirán a la mujer en la más melancólica de las tristezas, pues Shozo, víctima de la confusión y la ignorancia, creerá que la confesión pertenece a Reiko y pedirá su mano en matrimonio.

Así seguimos la desolación interior de la protagonista y su viaje a través de la resignación y la irremisible marchitación de la ilusión; a partir de ese momento el entorno y la atmósfera se tiñen con el dolido sentimiento y la agria expresión que embargan a Toshie. Otros dos hombres irrumpen en la relación triangular: Katayama, el vicepresidente de la compañía donde trabajan los protagonistas y que expresa un profundo amor por Toshie, y un extraño sujeto que persigue la amistad de Reiko cuando ésta se halla en su luna de miel. Shimizu dará buena cuenta de su nervio y estilo tras la cámara, lo que le servirá para narrar la historia de una manera muy dinámica y fluida.
En lugar de clavar la cámara en el suelo, usar planos generales y mantener la distancia con sus personajes, como hacen muchos de sus colegas de profesión, éste prefiere acercarse a ellos, enfocar directamente a los ojos, las manos, las expresiones, captando al vuelo las emociones humanas, conmovedoras, viscerales y crudas; además de moverse con gran soltura por escenarios naturales, interiores y exteriores, recurrirá al ¨flashback¨ y apostará por lo vanguardista a través de la introspección psicológica de sus protagonistas, plasmando en imágenes los pensamientos, sueños y deseos que éstos imaginan. Pero un tema en especial será el que determine el devenir de los hechos en su obra.

Y será uno que destaque en la carrera de Ozu en años posteriores: la confrontación entre el Japón moderno y el tradicional, una lucha donde ambos están encarnados a la perfección en las dos hermanas protagonistas. Toshie es de ideales conservadores, viste el kimono clásico, su presencia será vista como motivo de mofa y burla (los niños, que se burlan de ella cruelmente), su corazón es limpio y bondadoso, su postura será siempre la abnegación y el silencio y su destino el sufrir, incluso a sabiendas de que el hombre que amaba se ha ido con su hermana ella nunca intentará romper la unión matrimonial, al contrario.
Reiko es la otra cara de la moneda: viste a la moda occidental (este será uno de los primeros films en mostrarlo), es coqueta, egoísta, mentirosa, preocupada de la diversión, el lujo y la vida fácil y rechaza cualquier convencionalismo; tal y como la retratan Murakami y Shimizu es sin duda el modelo a evitar para la mujer del país, la cual se debe al matrimonio y al hogar. En la piel de éstas tenemos a Michiko Oikawa y la maravillosa Emiko Yagumo, actriz cuyas sentidas emociones atraviesan la pantalla, y de paso el corazón, con cada movimiento y gesto expresado; junto a ellas los buenos Minoru Takada y Arai Atsushi, todos extremadamente maquillados como en las obras kabuki.

Tomando las claves del romanticismo europeo, el estilo y las formas de Frank Borzage, John Stahl u otros genios del melodrama, y coronada con momentos memorables, como ese intenso clímax entre las dos hermanas, ¨Fue no Shiratama¨ no destaca por su historia melodramática de romances trágicos, sino por su poder visual y el modo con que Shimizu la narra y nos enrosca en ella.
Aunque no se conservan tantas obras de este señor como de sus más conocidos coetáneos, ésta que nos ocupa ya es un buen ejemplo para considerarle uno de los grandes maestros del cine (y no sólo japonés) de todos los tiempos.



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