Ficha La Anguila


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Críticas de La Anguila (1)




Mad Warrior

  • 23 May 2021

8



Sólo intentamos comunicarnos, pero cuando lo hacemos reaccionamos con más cobardía, porque el pasado está siempre presente y no se puede huir de él.
¿Está el ser humano condenado a quedar apartado de la sociedad como una silenciosa anguila en una pecera de cristal?

Así despierta Shohei Imamura tras un sueño de ocho años, desde que recibió honores y elogios por ¨Lluvia Negra¨, y sinceramente se encuentran pocos directores con regresos tan triunfantes después de grandes recesos en sus carreras. Pero regresa a la industria, y lo hace aquejado de problemas de salud que se divisarán graves a no mucho tardar, junto a su hijo Daisuke y Motofumi Tomikawa para adaptar la novela ¨Kari-shakuho¨ del autor Akira Yoshimura, aunque el resultado de la unión de sus ideas dista bastante de tener nada que ver con el texto original. Hay que situarse en el contexto evolutivo del cine japonés, que desde finales de los 80 ha cambiado mucho.
Ya a mediados de los 90 están sorprendiendo nuevos talentos muy profesionales e interesantes como Kiyoshi Kurosawa, Takashi Ishii, Aoyama, Miike o Koreeda, así que la repentina aparición del veterano va a sacudir los cimientos de la industria contemporánea. ¨Unagi¨ así lo demuestra con una apertura propia del cineasta en cuanto a habilidad para encoger los intestinos del espectador; a lo largo de poco más de diez minutos ya estaremos enroscados en un clima de insatisfacción moral y angustia vital por la vía de lo sórdido y perturbador. ¿Desde cuando se interesaría por un humilde trabajador de oficina (profesor en la novela) este descuartizador social?

Como en ¨La Venganza es Mía¨, se presenta al hombre convertido en asesino, pero por la causa de la infidelidad de su esposa; así, desde el principio estamos obligados a observar con los ojos de Takuro, y a percibir la realidad a su modo. Se olvida lo referente al crimen y a la intriga y la trama se precipita, antes de acabar su prólogo de forma catártica y con el humor negro tan distintivo del nipón (un instante impagable el hombre entrando en la comisaría ensangrentado y declarándose culpable), a una elipsis de varios años. El impacto psicológico inicial poco a poco se diluye sin dejar de lado la tensión que implica el ser testigos de la reinserción del protagonista.
A éste lo ayudará un agente de la condicional y monje del pequeño pueblo donde se va a instalar para comenzar una nueva vida como barbero. Su única compañía es una anguila que cuidó en prisión, perfecta representación de su estado frente a una sociedad cínica y alienante, y es que la realidad que atisba Takuro no deja de ser oscura, retorcida, estéril y demencial, y los hombres siguen siendo tan brutales como mentirosas son las mujeres; pero como en otras obras de Imamura tiene lugar la creación de una comunidad, compuesta de seres pobres, quizás despreciados, desheredados, locos en definitiva, pero que en su especie de relación amor-odio donde comparten su sufrimiento y vicisitudes cotidianas se necesitan como la más unida de las familias.

Un matón de tres al cuarto, un joven obsesionado con los alienígenas, un pescador, un policía que no se lleva bien con su hijo...todos ellos pivotan alrededor del solitario Takuro, en cuya psique el director interpenetra, muy de vez en cuando, pues su comportamiento conforme a la realidad a afrontar es lo más importante. A este círculo viene a introducirse una presencia femenina (Keiko) que amenaza con trastocar la vida del protagonista, quien, como el John de ¨Vértigo¨, halla en ésta un doble físico de su asesinada esposa. Y la tensión, desde ese frustrado suicidio, se infiltra sin decirlo en una atmósfera tanto más enrarecida cuanto que los hechos se desarrollan con una naturalidad apabullante. Se centrará el argumento sobre estos seres, perdidos en sus vidas.
Imamura nunca se abandona a baratos sentimentalismos; sabe que Takuro es un asesino y esa culpa es imposible de arrancar, por lo que su vínculo con los demás individuos nunca se estrecha y siempre está marcado por una cierta distancia, sobre todo con la mujer. A pesar de guardarse celosamente las heridas pasadas con la esperanza de que cicatricen y desaparezcan, esto no ocurre, y las segundas oportunidades pasan a ser más bien pruebas de fuego para ganarse a pulso la redención; un compañero de cárcel del protagonista y el jefe y ex-novio Keiko (alrededor de la cual se construye toda una historia inundada por el dolor que daría para una película individual) son la encarnación de este pasado que invade el presente con una violencia inusitada.

Así, la desnudez física, psicológica y emocional de Imamura es directa y contundente, y aflora de un modo memorable en ciertos momentos que son toda una catársis de intensidad y rabia; a destacar ese clímax enfervorecido dentro de la barbería con todos los personajes atacándose entre sí (hay que analizar de cerca esta secuencia para comprobar el talento del nipón como director de actores y maestro de la composición escénica en toda su plenitud). En un rol similar a los que interpreta para Kurosawa, Koji Yakusho deslumbra en su críptico anti-héroe liderando un plantel simplemente brillante donde se deben mencionar a Fujio Tokita, un Sho Aikawa como siempre sorprendente y los sumamente repulsivos Akira Emoto (como encarnación de los demonios de Takuro) y Tomorowo Taguchi.
Soberbia sin duda se presenta Misa Shimizu, actriz de presencia delicada a la vez que magnética e imponente, de nuevo junto a Yakusho, y esta unión cautivaría lo suficiente al cineasta, ya que volvió a colaborar con ambos en su última ¨Agua Tibia bajo un Puente Rojo¨. Pero antes, de una manera inesperada, ¨La Anguila¨ se llevó la Palma de Oro (otra más) y un sinfín de halagos de crítica y público, que vieron a un Imamura renacido y poderoso como en sus años de gloria...por desgracia su salud se oponía a ese sentimiento.

Experiencia a un tiempo incómoda, destructiva, vibrante y bellísima; esta obra se halla entre los grandes trabajos del japonés.



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