Ficha Stray Cat Rock: Machine Animal


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Críticas de Stray Cat Rock: Machine Animal (1)




Mad Warrior

  • 31 Mar 2021

5



Esta vez nuestras violentas e imbéciles delincuentes favoritas se van a ver envueltas en su hazaña más peligrosa tras cruzarse con tres desgraciados sin oficio ni beneficio con un único deseo: abandonar el país.
La sangre y la droga va a salpicar por todas partes.

El ritmo con que Nikkatsu lanzaba a las pantallas sus aventuras de pandilleros y pandilleras ¨Stray Cat Rock¨ era del todo frenético; rodadas en poco tiempo y con un coste muy exiguo, en aquel 1.970 ya se acumularon tres entregas. Toshiya Fujita se había ocupado de la 2.ª, y también la más mediocre (¨Wild Jumbo¨), y al mismo tiempo Yasuharu Hasebe, el iniciador de la saga, rodaba la 3.ª (¨Sex Hunter¨); dos meses después de estrenarse en Septiembre ya estaba metido de lleno en una 4.ª, debido al entusiasmo con que se recibían en los cines. Para ¨Animal Machine¨, el director cuenta con la ayuda de Ryuzo Nakanishi, un guionista habitual del género criminal que había escrito ¨Muteppo Daisho¨ para Suzuki y colaborado con él previamente (fue el responsable del libreto de ¨Massacre Gun¨).
Y ello es vital para comprender el desvío que toma esta susodicha entrega en comparación con las anteriores. En el inicio, situado en pleno astillero (lugar donde empieza y termina esta trama circular) encontramos lo que ya sabemos: a las pandilleras haciendo de las suyas junto a unos homólogos masculinos de mismo cerebro y respeto ciudadano; los primeros minutos, frenéticos y divertidos, nos ofrecen lo que ya hemos visto y es efectivamente engañoso.

Entonces se introducen dos individuos (Nobo y Sabu) a los que se le ha roto el motor del coche en mitad de una carretera solitaria (un incidente que ya denota el camino de la mala suerte y la tragedia a seguir); en ellos se centra la trama: vagabundos con la única esperanza de abandonar el país puesta en el gran alijo de LSD del cual desean deshacerse por un buen precio. Así se destapa otro tema de índole social; si el racismo en la sociedad japonesa del momento daba argumento a ¨Sex Hunter¨, ahora es el miedo a la guerra, la deserción y el exilio.
Y esto viene dado por un tercero en discordia extranjero, Charlie (aunque le da vida el muy japonés Toshiya Yamano; para que vean lo poco que se paraban estas películas a fijarse en detalles). En la calle este trío sufre los primeros conflictos con la banda de Maya y con los moteros del peligroso Sakura, sin embargo hallará en las primeras un inopinado apoyo para cumplir su sueño; pero parece algo obligatorio que el sinsentido conduzca los guiones de esta saga: ¿por qué demonios querrían los protagonistas aliarse con Maya y sus amigas tras haber sido asaltados por ellas? Pues nadie nos lo explica ni falta que hace...

Con Nakanishi apoyándole, Hasebe deja atrás las segundas intenciones de las entregas previas; ¨Wild Jumbo¨ pretendía ser más divertida, ¨Sex Hunter¨ más oscura. Lo que se pretende aquí es contar una historia criminal entretenida y veloz sin olvidar aquél la aspereza que lleva imprimiendo a la saga desde ¨Onna Bancho¨, además de sus imaginativos recursos visuales, estéticos y musicales, tan heredados del imaginario ¨suzukiano¨; aun con sus concesiones a lo ¨cool¨ y psicodélico, los resortes argumentales de ¨Animal Machine¨ están más cerca de una ¨crook story¨ en la línea de la literatura de Seishi Yokomizo, Kenzo Kitakata o Haruhiko Oyabu (los mejores ejemplos del género en Japón).
Y es que con las drogas de por medio, el enfrentamiento entre Maya y Sakura está realmente justificado, si bien la codicia, la hipocresía y la falta de sentido común dominan los impulsos de los personajes. Como en todo relato criminal hay chantajes en pubs de barrio, peleas a muerte en callejones sucios, traiciones entre compañeros, secuestros y amenazas y persecuciones por la ciudad; en su atmósfera sucia, sudorosa y agria, Hasebe infiltra humor negro y algunas frescas salidas de tono muy propias de su estilo (sus influencias ¨western¨ van más allá esta vez) y el ¨exploitation¨ setentero (siendo la más recordada la disparatada persecución en moto que protagonizan las chicas para salvar a Charlie...).

Pero una de las alegrías más grandes que me ha dado esta 4.ª parte es ver al siempre repugnante Tatsuya Fuji en un papel diferente, demostrando su versatilidad como actor; el puesto del enemigo de las chicas se lo cede en esta ocasión a Eiji Go (hermano de Jo Shishido), quien tampoco da vida a un delincuente de encefalograma plano como se nos hace creer de primeras. Poco a poco Nakanishi dota a este tipejo asqueroso y violento de una profundidad psicológica mayor de la que gozaban los anteriores villanos de la saga; el pintoresco personaje de Yuri, cuya presentación parece sacada de un film de Suzuki, ayuda a reforzar esto.
Vuelven Jiro Okazaki y Bunjako Han en papeles más interesantes y completamente distintos a los interpretados, y Meiko Kaji, a la que otra vez escuchamos cantar, como Maya sin necesidad de cambiar la tan atractiva imagen que lucía en ¨Sex Hunter¨ (y que pronto popularizaría definitivamente con su Sasori), aunque sí las características de su heroína; la actitud sacrificada y masoquista de la previa Mako, además de su tremenda estupidez, desaparece con el contracampo lúdico y más resuelto que es Maya, precisamente lo que es ¨Animal Machine¨ en comparación con su predecesora.

El resto del plantel, masculino y femenino, está aceptable teniendo en cuenta que sólo apoyan a los protagonistas (sin embargo Michi Aoyama merecía mayor atención). Como atención, y mucha, tendrían que haberle dado a la resolución argumental que nos proponen.
Es increíble que el guionista y el cineasta quedaran conformes con ella, porque pese a la fatalidad nada concluye y se quedan mil quinientos cabos sin atar...o quizás fue una jugarreta de los ejecutivos de Nikkatsu, no se sabe. Este es el hándicap principal de esta entrega, pero a mí me ha resultado más satisfactoria que la 3.ª, y sobre todo que la 2.ª.



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