Ficha La Estanquera de Vallecas

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Críticas de La Estanquera de Vallecas (4)




Mad Warrior

  • 17 Jun 2020

7



Amanece en Madrid. Dos tipejos con pintas no muy fiables salen del metro y recorren las calles para dirigirse al Sureste de la ciudad, hacia una de sus zonas más pobres y conflictivas.
Ambos seguramente no lo saben, pero están a punto de cometer el atraco de sus vidas...

Los cimientos de la España de 1.981 se tambalean como si fuesen de papel. El gobierno derechista de Adolfo Suárez está subyugado a una desorganización terrible y a la repulsión que el pueblo está empezando a sentir por él, continúan los atentados de ETA, el coronel Antonio Tejero da el golpe de Estado en Febrero para impedir el nombramiento de Calvo Sotelo y el Banco Central de la Plaza de Cataluña sufre un atraco espectacular. Poco le queda a este Gobierno para caer ante la arrolladora victoria de Felipe González y sus acólitos socialistas; en este ambiente de malestar se estrena en el teatro Gayo Vallecano “La Estanquera de Vallecas”.
La obra es un texto original del dramaturgo José Luis Alonso de Santos y consigue un tremendo éxito por su crítica social, sus personajes tan veraces y sus diálogos de corte callejero; en los años siguientes se continuará realizando hasta que en 1.986 Eloy de la Iglesia cumple por fin su objetivo de llevarla al cine tras desearlo durante tres años. Cuando quiso encargarse de su adaptación estaba preparándose para la segunda entrega de “El Pico”, ahora que cuenta con un presupuesto considerable y el apoyo del Ministerio de Cultura y de las fuerzas del orden (hecho curioso debido a la corrupta representación de éstas en sus films) está dispuesto a abordar su trabajo más ambicioso hasta la fecha.

Y es que De la Iglesia halla en la obra de Alonso de Santos todos aquellos ingredientes y temas que tanto le gustan y que son sinónimo de su cine; el guión corre por cuenta de ambos más la colaboración de Gonzalo Goicoechea, pero ahora la historia sucede en la España de 1.986, con el PSOE celebrando su segunda victoria y el incremento de los horribles atentados de ETA y de la delincuencia de por medio. Con una calculada puesta en escena y un envidiable sentido del ritmo el cineasta prepara el atraco al estanco en plena Plaza de San Ildefonso, un robo absolutamente chapucero realizado por dos hombres de la calle sin experencia, Leandro y el joven Tocho.
Las víctimas son Justa, una señora con temperamento y viuda de guardia civil, y su sobrina Ángeles (nieta, en la obra); afuera la muchedumbre del barrio, que grita, que se asusta por la terrible situación. Al caos de los primeros minutos, que De la Iglesia factura con intensidad y brutalidad, acompaña un sentido del humor ácido y negro como el carbón; al igual que Justa y la chica hemos sido acorralados entre cuatro paredes de donde la ausencia oxígeno es directamente proporcional al aumento de la sensación de desesperación, pero el director se concentra en los escenarios con el mismo pulso y rápidamente empieza a desvelar su visión crítica y mordaz del entorno, basada en el choque de tres diferentes puntos de vista.

Por un lado el de las fuerzas del orden, duramente retratadas por el ideal comunista del director como poco menos que incompetentes, cobardes y corruptos (a destacar el momento en que el comisario se hace con la cocaína), haciéndose hincapié en su capacidad para dañar más al ciudadano que ayudarle; en el otro extremo están los atracadores, seres sin suerte acostumbrados a la violencia y al crimen y sumidos en la pobreza cuya única vía de salida es practicar la delincuencia; y por último el pueblo, el pobre civil de clase baja que sufre las injusticias de un Gobierno ignorante e hipócrita y a la invasión continua de la criminalidad.
De la Iglesia es consciente del aumento de delincuencia, pero también hace por comprender al delincuente y su condición (así se profundiza en la psicología y sentimientos de los atracadores), y además de apelar a la libertad de expresión silencia a la policía, desconfía de las tretas de los políticos, del sistema judicial y concede voz al pueblo (los proletarios, marginados, drogadictos...), aquí encarnado en ese médico de barrio (inexistente en la obra) que cual justiciero reaccionario a lo Charles Bronson declara que el mal de los ciudadanos sólo puede ser extirpado de raíz por ellos mismos. Un microcosmos social con dos escenarios (el estanco y la plaza) donde todos sus integrantes son, al fin y al cabo, humanos.

Tan cruda, sucia y veraz es la atmósfera que crea De la Iglesia que parece una grotesca representación de viñeta de la España del momento. Dentro, ladrones y víctimas se conocen, se entienden; finalmente todos saben de los avatares del otro, sus dificultades, sus pasados, y los aceptan a pesar de la situación que se ha tenido que desatar para ello. Leandro halla en la dura y bondadosa Justa a la esposa que le dejó, y el loco Tocho a la chica que jamás encontrará en la calle; ni los malos son tan malos ni los buenos son precisamente tan buenos, aunque también se nos dará la oportunidad de acercanos a ellos.
Al intenso montaje de Julio Peña se une la fotografía de Manuel Rojas, la cual resalta los tonos más terrosos de la imagen para lograr un ambiente callejero auténtico, el nervio del cineasta y un genial plantel encabezado por esa monumental Emma Penella que disfrutó mucho de protagonista y un soberbio José Luis Gómez, donde destacan Jesús Puente, Antonio Gamero, Fernando Guillén y Simón Andreu; horrible a más no poder esa joven Maribel Verdú en un papel cuyo fallo es cambiar de personalidad y aspecto de forma tan abrupta (mucho más interesante la Ángeles pobre, fea e inocente que la fulana y descarriada).

Para el incomparable José Luis Manzano éste fue su último film antes de que la droga le fulminase, como ocurrió con Azucena Hernández, quien poco después sufriría el accidente de coche que la iba a dejar tetrapléjica; el director, enganchado a la droga, también se distanciaría del cine hasta mucho más tarde. Pero en la memoria queda este honesto testimonio de una época, regado de humor grueso, violencia cruda y una crítica absolutamente impensable para el cine de hoy día.
Los malos son detenidos, la muchedumbre se ha disipado, la policía se ha ido; son las 9, hay que volver a abrir la tienda y seguir trabajando, porque la vida es así, ni más ni menos...



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TANO

  • 5 Jan 2020

6


Una mezcla de comedia y cine ¨kinki¨ que se hace realmente entretenida, por lo absurdo de la situación, que empieza como algo mundano y acaba convirtiéndose en un hecho social,con televisión y política por medio.
Una visión algo irónica del vallecas de la época, de mano del director que mejor supo plasmar lo más mundano de la época, Eloy de la Iglesia.
Lo desastrosos que son los 2 atracadores, junto con la manera de ser de la estanquera, crean un magnífica y ridícula mezcla que divierte y te hace pasar un buen rato.



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Parnaso

  • 14 Jul 2017

5


Uno de los títulos mas conocidos de Eloy de la iglesia trata sobre un secuestro a unas dependientas de un estanco y el surgimiento del sídrome de Estocolmo entre estos,además que hace crítica a la política de entonces.A decir verdad la cinta no termina de romper en ningún momento y se hace algo aburrida,en el elenco aparecen el mítico José Luis Manzano,Maribel Verdú mas fea que nunca y una Emma Penella que se la pasa gritando todo el rato.
El mejor momento es cuando aparece ¨El pirri¨en un balcon completamente cambiado pues había dejado por un breve tiempo las drogas,pena que todo lo que ladra no esté en versión original y le hayan doblado la voz como a otros tantos que aparecen por la pantalla.



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Mad Warrior

  • 19 Sep 2010

5


Es una especie de comedia típica ochentera española donde abundan tacos,violencia que no viene al caso y erotismo de por medio.
El único actor que creo merece el elogio es Jose Luis Manzano y como no la ya difunta Penella.
Del montón.



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Críticas: 4


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