Ficha Perros Callejeros II: Busca y Captura

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Críticas de Perros Callejeros II: Busca y Captura (2)




Mad Warrior

  • 9 Dec 2023

7



Parecía que se nos había ido tras despeñarse por un terraplén. “¡Mierda!“ fue lo último que alcanzó a gritar, mientras el coche en el que iba se hacía añicos...
Por desgracia no fue así, seguía dispuesto a recorrer las calles de la periferia catalana en busca de incautos y dinero fácil. No había nadie como “El Torete“ al volante.

Buscando en Sant Adrià de Besòs a un sustituto creíble para dar vida a Juan José Moreno (“El Vaquilla“), ya que siempre andaba metido en la cárcel, José Antonio de la Loma da con el joven perfecto, además amigo íntimo suyo: Ángel Fernández, al que todos llaman “El Trompeta“, un delincuente común experto en robos a bordo de coches. Lo que el director consigue al poner a verdaderos criminales juveniles en pantalla y filmar a modo de documental las peligrosas hazañas de su día a día no es sólo un gran éxito de taquilla, sino la definición de un subgénero por derecho propio para la posteridad.
“Perros Callejeros“ es el impulso moderno del “cine quinqui“ y por lo que se le conocería, la vida de los marginados criados en la miseria alejados de una sociedad en progreso, y a la cual acudían no para intentar adaptarse y medrar en ella, sino para hincarle los dientes y ganar la mejor tajada. Para los (en especial “las“) jóvenes debían de ser los Robin Hood de su época, para los adultos un mal que amenazaba a sus vidas, para los policías la evidencia perfecta de sus métodos incompetentes...para De la Loma un núcleo social olvidado, perdido, al que había que ayudar y dar una voz.

Esto es lo que decía, aunque a nadie engañó con la realización de una secuela de una de sus obras más imperecederas; lo que él buscaba, pues su condición de director “exploitation“ le definía, era otro éxito. Pero para corroborar sus ideales empieza la película de un modo cuasiexperimental: un álter-ego poco disimulado, con su nombre e interpretado por la leyenda mexicana Fernando Almada, está ante la proyección del final de “Perros Callejeros“, y a su izquierda el mismísimo protagonista, Ángel, ahora haciendo de sí mismo. Tras este extraño prólogo una espectacular persecución por las calles de Barcelona es el comienzo real de la historia.
Sin nada que envidiar a las producciones norteamericanas, aquí De la Loma (y con mucho menos presupuesto) nos acelera el pulso en unas escenas salvajes, y no en calles vacías, sino atestadas del tráfico urbano, grabando en el asfalto a llanta quemada su dominio de la acción y el montaje. No será desde luego la tónica a seguir. Si algo distingue a ésta de su predecesora es un mayor énfasis en el drama y el suspense y menos en persecuciones, pues el “héroe“ no es “El Vaquilla“ (siguiendo el ejercicio metafílmico, éste se persona en la historia, aunque con la cara del actor profesional Bernard Seray (demasiado rubio y guapo para dar el pego...) ).

Cual Kinji Fukasaku, el catalán adopta el punto de vista colectivo y se centrará más o menos en todos aquellos que rodean a Ángel, desde sus compañeros de fechorías a familiares y agentes de la ley, cada uno con su pequeño papel en la trama; la carga dramática aumenta por la implicación de dos en especial: el duro policía Fernando (brillante Raúl Ramírez), que tiene una deuda pendiente con Ángel y siempre actuará en venganza, y Vicente (nada menos que el luego cineasta Agustí Villaronga), primo de un amigo del anterior que cumple condena y con el objetivo puesto en su novia.
De la Loma, que nos hará sufrir lo que no está en los escritos a lo largo de una temprana secuencia en un disco-pub para mostrar las diversiones menos decentes de los jóvenes del momento, deja salir al buen narrador de cine negro que era en sus mejores tiempo y hunde a estos personajes de baja estofa social en intrigas, traiciones, asesinatos, secuestros y ardides judiciales. Hay más énfasis en la violencia, a niveles que pueden rasgar la sensibilidad del espectador incauto, también en el suspense...y el erotismo, cambiando ligeramente la imagen de su protagonista, así Ángel pasa de ser un forajido de las carreteras a un criminal un tanto romantizado, incluso mitificado gracias a la imagen que el cine le ha dado.

Mientras somos testigos de un aluvión de barbarie a pie de calle y disputas a uno y otro lado de la ley, el cine aparece según la intención del director: la de ayudar a los pobres delincuentes, en este caso sirviendo de coartada para exculpar a Ángel de un crimen terrible en el que otros quieren involucrarle. Su análogo con el parecido físico de Almada lucha a brazo partido cual trabajador social apoyándole (décadas después admitiría lo inútil que fue intentar ayudar a estos chicos...), al tiempo que dirige la historia a una última parte donde se recrudece el drama.
Y uno de los puntos fuertes fue poder filmar dentro de la cárcel de Modelo, dejando atrás los sórdidos reformatorios, con el también gran instante de la revuelta, policías incluidos; pero por alguna razón que no consigo entender el guión se desvía de la historia principal, se aleja de Ángel y sigue a su compañero Sebastián, en su deuda personal con Fernando...a uno de los clímax más desagradables de la Historia del cine español, y hoy imposible de rodar, implicando a la hija del policía (y de aquí sacaremos buena conclusión de cómo la violencia sólo engendra más violencia)...

Precisamente por culpa de toda esta última parte la película se desinfla, parece que promete darnos más pero no es así, da la sensación de que hubo por ahí un rollo de metraje que se perdió, y el resultado es insatisfactorio. Al final esta secuela sigue siendo tan irregular como la original, y a veces vergonzosa hasta morir, pero también la mejora en otros aspectos.
Eso sí, el comentario social no sirve de nada; la sociedad no tenía culpa del camino al Infierno de estos chavales porque ni siquiera intentaron adaptarse. Habría otras vías para impedir su decadencia criminal, seguro, pero el de la compasión hacia ellos, como me quiere hacer creer el director, no lo es, en absoluto...



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TANO

  • 13 Oct 2019

6


Pues bueno, correcta ¿secuela? que no lo es tal, y es que jugar con el tema de que la película original era eso, una película, es una forma de jugar con la historia realmente original.
En esta película tenemos a un Torete más mayor, a lo suyo, pero mucho más controlado por la policía, teniendo que estar escondiéndose contínuamente y pasándolas canutas en ocasiones.
Tiene algo de acción y una historia que engancha, con la gente volcándose para ayudar al protagonista, que siempre consigue caer en gracia a ciertas personas.



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Críticas: 2


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