Ficha Celedonio y yo Somos Así

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Críticas de Celedonio y yo Somos Así (2)




Mad Warrior

  • 24 Jan 2021

7



Cuando se usa la sagrada institución del matrimonio con otros fines nada tradicionales o que entrañe poner en peligro los votos, por ejemplo el denostado matrimonio ¨de conveniencia¨, cualquier cosa puede pasar.
Como bien le sucede al protagonista de esta historia tan curiosa y divertida.

En el país se implantó el divorcio recibiendo no pocas críticas, pero también existía aquello de casarse ¨por poderes¨, antigua práctica que tenía la aprobación de la Iglesia. El sr. Mariano Ozores, siempre atento a las curiosidades y tendencias de la sociedad (y es que a este hombre no se le escapaba nada de lo que poder hablar), trataría esto precisamente en una de sus más significativas películas...y no por sus grandes virtudes, no, sino porque sería la última rodada junto a su querido Alfredo Landa, quien le acompañó en más diez producciones desde finales de los 60.
En ese momento el actor ya ha instaurado por su cuenta el llamado ¨landismo¨, y Ozores (junto a Ramón Fernández) es de los que mejor han sabido explotarlo, siendo ¨Manolo ¨la Nuit¨ ¨ un perfecto ejemplo de ello; poco le queda a éste para decir adiós al actor en el negocio, quien tantos buenos trabajos le ha brindado, y descolgarse a fines de década con la pareja Pajares/Esteso, que le haría millonario a partir de entonces. Antes de eso reúne a Landa en una película para José Luis Bermúdez de Castro tras su romance con Lotus Films y rueda en Madrid y en el centro de la inmensa Barcelona (la de antes, no la de ahora...).

Pero esta historia no empieza en la ciudad, sino en un pueblo, muy castizo, tradicional y campechano, como ya ha se ha visto en anteriores trabajos, y también, como de costumbre, el protagonista será uno de sus habitantes que se embarque en una aventura durante la cual conozca un mundo más allá de los asfixiantes límites de dicho pueblo, y éste es Daniel, hombre bondadoso y leal donde los haya, y quien sólo puede considerar a Celedonio como su verdadero amigo, un toro que su padre le dejó en herencia. Pero Ozores no nos va a dedicar un bonito relato sobre la amistad entre un paleto y un toro (que original habría sido, verdaderamente).
En lugar de eso prefiere introducir un elemento que haga salir al personaje de su entorno rústico y llevarlo a la ciudad, practicando así una tergiversadora versión de ¨Dormir y Ligar, todo es Empezar¨ (en la que veíamos al protagonista yendo a Madrid para comprar un toro...). Además, Daniel marca la evolución definitiva de ese rudo hombre de pueblo que Landa ya interpretase en la anterior y en ¨Jenaro, el de los 14¨; su Daniel poco tiene que ver con el pregonero Saturnino o el susodicho Jenaro, aunque no hace por abandonar, eso sí, al personaje-tipo de pobre desgraciado rodeado de miserables, blanco de la mala suerte y gran conquistador de mujeres que le ha dado el ¨landismo¨.

Lo que hace el director es dejar a un lado el toro y meter a su dueño en el compromiso de casarse con una chica que Antonio, un vecino del pueblo de quien ya iremos averiguando, ha conocido por una agencia matrimonial, y que no puede presentarse al vivir en Barcelona; y esto no sólo le hace la pascua a él, sino a Cristina, su novia actual, y los dos brutos hermanos de ella. La desposada es una buena chica deseosa de dejar su repelente vida ¨fácil¨, expresado esto por el director con más libertad que antes, y cuya única salida la ha hallado en el matrimonio (aunque no sea la más conveniente).
Una secuencia tan poco habitual en su cine como la cena de Daniel y Araceli, donde a través de unos bonitos primeros planos sabemos que el amor ya ha surgido entre ellos, le sirve a Ozores para transformar lo que parecía una simple comedia gruesa en una comedia romántica con tintes melodramáticos y no desprovista de sus buenas dosis de enredo. El melodrama lo protagoniza la joven, al querer huir de su profesión e iniciar como sea una nueva vida, y el choque de mentalidades que se produce entre el tradicionalismo y el buen espíritu de la España pueblerina (encarnada en Daniel) y la sordidez y cinismo de la ciudad (Araceli, Antonio).

Y es que Daniel, para su desgracia, debe luchar contra sus sentimientos al ser incapaz de romper su palabra y traicionar a un amigo (aunque ese amigo sea en realidad un frívolo y malnacido misógino sin conciencia); el enredo lo producen todos aquellos que rodean a Daniel, un grupo de individuos oportunistas, mentirosos y sinvergüenzas, entre los que se halla un torpe gestor con más deudas que pelos tiene en la cabeza llamado Contreras. De nuevo para Ozores el viaje realizado hacia la capital y sus paradas imprevistas es importante respecto al cambio de mentalidad e ideas de los protagonistas.
Un trasunto de aquellos melodramas neorrealistas italianos de los 50 y 60 pero con mucha más sal gruesa, entretenimiento de andar por casa y concesiones al desnudo (aunque esta vez el director no se excede con ello). A Landa le vuelve a quedar como un guante el rol de tipo honesto, decente y susceptible de caer en la tentación o en el nerviosismo, emparejándose de nuevo con Josele Román, Antonio Ozores, también en su papel de simpático y cansino charlatán, y esa siempre preciosa Emma Cohen (cuyas piernas opino deberían estar igual de bien valoradas que las de Marlene Dietrich); éstos acompañados de los geniales Emilio Laguna, Luis Barbero, Florinda Chico y Alberto Fernández.

Tras catorce películas y once años de relación en la industria, Landa seguirá con su carrera probando en otros géneros y Ozores, que hace una pausa con Manolo Escobar en ¨Donde hay Patrón...¨ encontrará gracias a Pajares y Esteso su mejores resultados en taquilla.
Éste es, sin embargo, un agradable melodrama que a primera vista engaña, pues muestra varios tics y elementos que no son tocados con mucha asiduidad por el realizador en su cine (no hay que fiarse de este hombre, que es muy listo); yo diría que es de las mejores colaboraciones entre éste y el actor.



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Parnaso

  • 2 Aug 2019

1


Otra película casposa de la época, de ritmo atropellado y escenas creadas a trote y moche. El argumento en estas películas eran insulsas y poco atractivas y aquí como cabía esperar es más de lo mismo, lo peor de todo es la músiquilla de García Abril que nos asalta a cada momento destruyéndonos los tímpanos y la paciencia. Es lógico que Mariano Ozores tenga una filmografía tan extensa si todo lo que hizo lo hacía rápido y sin ningún tipo gusto... mamma mia.



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